Vamos a suponer que usted despierta en la mañana y descubre que Cuba se ha vuelto capitalista. Se asoma a la ventana, y, en efecto, de los postes cuelgan pasquines de diferentes colores, mostrando fotos de los candidatos a la Alcaldía. Se asombra, naturalmente, pero recuerda que debe pagar la corriente y el teléfono, y cuando revisa su cuenta bancaria, el asombro es mayor, pues descubre que se ha vuelto millonario.

Solamente no ha cambiado una cosa: el bloqueo aún permanece vigente. Sucede que el llamado embargo está tipificado como ley en Estados Unidos; en realidad es un entramado de leyes que necesitan ser revocadas por el Congreso, pero ni republicanos ni demócratas consiguen ponerse de acuerdo.

En realidad, ambos partidos están de acuerdo en levantar el bloqueo, pero en el Senado los republicanos quieren aprovechar esa ley para colar una legislación que permita a determinados ciudadanos portar armas pesadas en sus propiedades: bazucas, morteros, lanzacohetes javelin, cosas así. La Asociación Nacional del Rifle ha estado cabildeando fuertemente con esto, y muchos de los senadores republicanos han recibido sustanciales donaciones de esa institución.

Los demócratas no están de acuerdo porque esto les llevaría a perder votos en California y Pensilvania, lo cual pondría en peligro la reelección del presidente. En esos estados ha surgido un fuerte movimiento prodesarme que les permitió ganar dos escaños en el Senado, y ello también pudiera significar que tales senadores dejarán de votar junto con los demócratas, cosa que les dejaría en minoría.

Cuando usted comprueba que en verdad es millonario, y que Cuba ha regresado al capitalismo, decide comprarse el central desvencijado de su pueblo. Lo reparo, se dice; compro fertilizantes, vendo algunas acciones a inversores extranjeros, y tomo algunos créditos que luego pago con la producción que exporte. No solo sería una inversión; así también demostraría la ineficiencia del socialismo y la superioridad del capitalismo, cuestión que muchas veces debatió en redes sociales.

En fin, compras el central y mandas a buscar las piezas necesarias, pero al cabo de dos semanas tu gerente comercial te dice que hay muchas que no ha podido contratar porque son fabricadas en empresas con más de 10 % de capital estadounidense. Estos americanos no acaban de ponerse de acuerdo con el tema de las armas, te dice, y ahora son los demócratas quienes quieren colar una ampliación del presupuesto para el año fiscal, y los republicanos se oponen. Al parecer esto va para largo.

Pero no es lo único, prosigue el gerente comercial. Muchos bancos siguen negándose a tramitar dólares desde Cuba, porque si bien comprenden que la situación ha dado un giro, hasta que no se apruebe la ley no se van a arriesgar a que los demanden. Y lo mismo pasa con las navieras. Los fertilizantes están comprados y listos para embarcar en Amberes, pero los dueños de barcos dicen que la ley Torricelli aún está vigente, y más vale precaver.

El gerente de economía aparece en la puerta del despecho. Ha llegado cabizbajo, mirando de reojo, y por fin te dice que aún no ha podido vender las acciones previstas. Los inversores temen represalias por la ley Helms Burton y no quieren arriesgarse. Le han explicado que cualquiera los puede demandar, pero que más adelante quizá participen del negocio, cuando haya garantías legales.

Asimismo explica que tampoco los productos son admitidos en las principales bolsas del mundo, ni ha podido recibir los créditos necesarios, y que las cuentas de la empresa indican que pronto puedes estar en bancarrota: Hemos gastado mucho, y se suponía que ya estuviéramos produciendo, se justifica.

Y en eso llega el abogado con la cara colorada. Te pide conversar aparte, y cuando se van el comercial y el económico, te dice que en Estados Unidos te han demandado. Resulta que antes del 59 esa fábrica pertenecía a la Winter Sugar Mills, y ahora reclaman una indemnización.

¿Pero qué es esto?, estallas. ¿No se supone que el bloqueo se acabaría cuando fuéramos capitalistas? Sí, contesta el abogado, pero a ellos les interesan sus problemas, no los nuestros, y al parecer esto es una jugada de los republicanos para presionar al Presidente. ¿Y cuánto demorará que por fin levanten el bloqueo?, preguntas. Figúrate, ahora se habla de un juicio político, y también de un cierre del Gobierno por el tema del presupuesto.

Entonces, cuando el abogado sale, te invade un sentimiento de derrota. Pero solo por un momento, porque llamas a la secretaria y empiezas a dictarle una carta. Querido Presidente de Estados Unidos, queremos pedirle, humildemente, que levante el bloqueo a Cuba en el plazo más breve posible. Semejante situación le está haciendo mucho daño a la libertad y la democracia… (ALH)

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