Reflexiones para una economía resiliente, equitativa y próspera

Necesitamos en Cuba una economía que no solo sea resiliente, sino también equitativa y próspera.

Como cualquier cubano he sido testigo de la evolución de nuestra economía y de los retos que hemos enfrentado a lo largo de varios años. Yo, que no sobrepaso las tres décadas de vida, he sentido los rigores de una economía tambaleante y sus efectos, tanto en el orden familiar, como social.

En este 2024, el Gobierno ha tomado decisiones cruciales en un contexto que muchos describen como una «economía de guerra», y es fundamental reflexionar sobre estas acciones y su impacto en la vida cotidiana de nosotros, los cubanos.

Para nadie es un secreto que la situación económica del país ha sido compleja. En un escenario marcado por el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, la crisis global generada por la pandemia de COVID-19 y un sistema económico que ha enfrentado distorsiones durante años.

En este sentido, la reciente implementación de medidas para combatir los precios especulativos y abusivos, así como para corregir distorsiones, se presenta como una respuesta necesaria y urgente.

El Gobierno ha lanzado una serie de iniciativas que buscan no solo regular los precios, sino también fomentar la producción nacional y aumentar la oferta de bienes básicos. El fortalecimiento de los cuerpo de inspectores, enfocado en controlar precios, es un paso significativo. Sin embargo, la efectividad de estas medidas dependerá de su implementación y del compromiso para combatir la corrupción, un mal que ha socavado -y socava- nuestros esfuerzos.

Además, las acciones orientadas a incrementar la producción agrícola y la soberanía alimentaria son esenciales. La dependencia de importaciones ha sido un punto débil en nuestra economía, y fomentar la producción local es una estrategia acertada. La historia nos ha enseñado que la autosuficiencia es clave para la estabilidad económica.

Otro de los grandes dolores de cabeza, al menos para quienes desandamos las calles en busca de llenar las despensas, es la regulación de los precios. Este asunto, aunque muy necesario, enfrenta el desafío de ser percibido como una medida restrictiva.

Las críticas a estas políticas son inevitables, sobre todo por parte de aquellos que argumentan que la intervención estatal puede desincentivar la producción. Sin embargo, el equilibrio es fundamental: debemos proteger a los más vulnerables ante el embate de la inflación y los precios abusivos, pero también debemos crear un entorno que incentive la iniciativa privada y el emprendimiento.

La lucha contra la evasión fiscal y la especulación es otro aspecto crucial de las medidas adoptadas. La reciente ola de inspecciones y multas, así como la reciente creación del Instituto Nacional de Actores Económicos No Estatales, refleja la determinación del Estado para enfrentar estas prácticas. Sin embargo, es vital que exista tacto, y que estos esfuerzos no se traduzcan en una carga excesiva para los negocios legítimos que buscan contribuir al desarrollo económico.

Creo que también se hace necesario palpar en las calles el éxito de la inversión extranjera. La apertura a capitales frescos, que vivifiquen sectores claves y aporten financiamiento, puede ser la clave para diversificar nuestra economía. No obstante, esta apertura debe ir acompañada de garantías que protejan la soberanía económica y aseguren que los beneficios de esta inversión se traduzcan en mejoras concretas para la población.

No podemos decir que las acciones del Estado no reflejan un intento genuino de enfrentar una realidad económica compleja y desafiante. Como cubano y joven, espero que estas medidas no sean solo un conjunto de decisiones temporales, sino que se conviertan en un camino hacia un desarrollo sostenible que nos beneficie a todos los cubanos.

Para ello, creo que también es fundamental que todos estemos involucrada en este proceso, y que se genere un diálogo abierto sobre las políticas adoptadas. Solo así podremos construir un futuro en el que la economía no solo sea resiliente, sino también equitativa y próspera. Las decisiones que tomemos hoy determinarán el futuro en el que vivirán a las futuras generaciones, y es nuestra responsabilidad asegurarnos de que ese futuro sea uno de justicia, dignidad y progreso. (ALH)

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