En muchos países se celebra el Día de los Padres en esta fecha pero, ¿por qué el tercer domingo de junio?
La tradición surgió en los Estados Unidos, impulsada en 1910 por Sonora Smart Dodd, con el propósito de homenajear a los padres por sus diferentes labores.
Sonora se inspiró en su progenitor, Henry Jackson Smart, un granjero que sirvió como sargento en la guerra civil y quien se encargó de criarla a ella y a sus cinco hermanos, luego de que su madre falleció tras el último parto.
Si bien al principio la propuesta recibió rechazo, después adquirió fuerza entre las personas.
El 5 de junio, día del cumpleaños de su papá, resultó la fecha escogida por Sonora; sin embargo, la Alianza Ministerial de Spokane, en Washington, eligió el tercer domingo de este mes. Así, el primer Día del Padre se festejó el 19 de junio de 1910.
En 1966, el presidente Lyndon Johnson firmó una proclamación que declaraba el tercer domingo de junio como fecha para celebrar en todo el país, lo cual ratificó seis años más tarde su homólogo Nixon, mediante una observancia nacional permanente.
La festividad fue adoptada por otros países. Así, pues, este tercer domingo de junio estaremos también conmemorando la fecha en Argentina, Bangladesh, Bulgaria, Canadá, Colombia y Costa Rica.
Se suman Ecuador, Francia, Ghana, Grecia, Japón, Hungría, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Trinidad y Tobago y Venezuela, entre otros.
La primera celebración de la fecha en Cuba tuvo lugar el 19 de junio de 1938 por iniciativa de la escritora y artista Dulce María Borrero, quien abogó por la generalización en la Isla del homenaje a los padres.
Desde entonces se les dedica esta fecha como una forma de reciprocar el cariño y la dedicación de los hijos por sus progenitores, cuya expresión social va más allá de la reunión familiar y los acostumbrados regalos.
Este Día también se les regalan tarjetas, canciones y hasta alguna que otra reflexión como la que sigue:
LO QUE PIENSA EL HIJO DEL PADRE
A los siete años: Papá es un sabio que todo lo sabe.
A los catorce años: Me parece que papá se equivoca en algunas de las cosas que dice.
A los veinte años: Papá está un poco atrasado en sus teorías; está muy anticuado.
A los veinticinco años: El “viejo” no sabe nada… ya está medio loco.
A los treinta y cinco: Con mi experiencia, mi padre a esta edad hubiera sido millonario.
A los cuarenta y cinco: No sé si ir a consultar con el viejo este asunto. Tal vez pudiera aconsejarme.
A los cincuenta y cinco: ¡Qué lástima que se haya muerto el viejo! La verdad es que tenía unas ideas y una inteligencia notables.
A los sesenta: ¡Pobre papá! ¡Era un sabio! ¡Tenía razón en todo lo que decía! ¡Qué lástima que yo lo haya comprendido demasiado tarde!