En las calles empedradas de Sancti Spíritus, donde el tiempo juega a detenerse entre el repique de campanas y el bullicio propio de las aulas, un nombre se pronuncia con profundo respeto y admiración: Celina Mendoza Llorente, graduada del cuarto Contingente Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, quien ha dedicado casi 45 años de su vida a la noble profesión de educar, convirtiéndose en un pilar fundamental para la formación de las nuevas generaciones.
Mujer de mirada profunda, comenzó su carrera en una época donde la matrícula de estudiantes que iniciaban los estudios secundarios en Cuba se hacía cada vez más grande, ante lo cual jamás permitió que los desafíos frenaran su pasión.
Desde sus primeros años como educadora mostró un compromiso inquebrantable con la enseñanza y transmitió no solo conocimientos, sino valores fundamentales a los estudiantes. Su enfoque pedagógico, basado en la empatía y la disciplina, ha dejado una marca indeleble en miles de cubanos.
“Me hice maestra y eso lo resume todo, pero si quieres hablar de mis inicios tendré que remontarme a finales de la década del 60 e inicios de los 70 del pasado siglo. Yo estudiaba en La Habana y respondí al llamado de la Revolución para graduarme, luego, en 1980. Esa fue la génesis y mi despertar como pedagoga”, expresó a Cubadebate.
Según Mendoza Llorente, la presencia de Fidel en su graduación fue un momento emotivo: “Sentí algo muy grande al verlo en el teatro de pie y, por alguna razón, esto me hizo volver a mis raíces campesinas. Fue, de hecho, la primera vez que lo veía así tan cerca; aunque no tuve la oportunidad de saludarlo. Más tarde hice un completamiento de dos años y obtuve el título de licenciada en Educación, en la especialidad de Marxismo Leninismo”.
Hoy, con casi 70 años, Celina sigue vital y entregada, aunque ahora lo hace frente a las aulas de segundo y tercer año de la especialidad de Maestros Primarios de la Escuela Pedagógica Rafael María de Mendive.
Celina Mendoza Llorente, graduada del cuarto Contingente Pedagógico Manuel Ascunce Domenech. Foto: Yosdany Morejón Ortega
Hoy, con casi 70 años, Celina sigue vital y entregada, aunque ahora lo hace frente a las aulas de segundo y tercer año de la especialidad de Maestros Primarios de la Escuela Pedagógica Rafael María de Mendive.
En este centro, donde se forman los futuros maestros de Sancti Spíritus, comparte su vasta experiencia y sabiduría con los jóvenes, guiándolos no solo en el arte de enseñar, sino en el de inspirar.
“En cierta ocasión una alumna me confesó que no había podido estudiar para un examen, tal vez aquello molestaría a cualquier profesor, pero la sinceridad y el respeto que mostró al hablarme me impactaron profundamente. Ese momento me recordó el porqué amo tanto a esta profesión y es, sencillamente, porque los alumnos son como nuestros hijos”, comentó.
Mientras esgrime la tiza y el borrador los estudiantes la miran con admiración. Ella narra sus experiencias y enriquece las lecciones con anécdotas y ejemplos prácticos que solo alguien con su trayectoria podría ofrecer.
“A un maestro no le puede faltar el humanismo, la honestidad; no le puede faltar el amor hacia los alumnos y el amor por el contenido que imparte, es decir, se tiene que enamorar del Programa que enseña”.
“Cada vez que doy una clase me preparo al máximo porque me gusta estar actualizada. El maestro tiene que leer muchísimo y de forma sistemática, no casualmente”, agregó.
—En un momento anterior de la entrevista insististe en que los
educandos son como tus propios hijos. ¿Por qué?
“Porque lo siento así y aunque no los he tenido en el vientre, cualquier cosa que ellos hagan o digan en la clase significa mucho para mí. Yo me retroalimento y aprendo de ellos.”
—¿Qué tan complicado resulta impartir temas de Cultura Política a adolescentes que viven hoy tantas limitaciones económicas, en un contexto signado por apagones?
“No te voy a mentir, es complicado. A esa edad es normal cuestionarse el mundo que te rodea y muchos no tiene ese apego de entender bien lo que está ocurriendo, con sus causas y sus efectos. Yo le explico a los alumnos que los apagones están dados, entre otras causas, porque no hay combustible, pero a veces vemos otro elemento que demuestra que, si no hay combustible, por qué hay tantos carros en la calle”.
“Enseñar Cultura Política en la actualidad es complejo, pero no le podemos temer, sino todo lo contrario porque el maestro tiene que buscar una respuesta que no es para vencer a nadie, sino que debe estar en completo apego a la realidad”, argumentó.
La presencia de esta septuagenaria espirituana es una fuente constante de motivación, y sus colegas, tanto veteranos como noveles, encuentran en ella un modelo a seguir. Celina enseña Cultura Política e inculca la importancia de la dedicación, la responsabilidad y el amor por el magisterio.
“Hoy me siento feliz y contenta; no satisfecha porque ninguna obra humana es completa, sino que se tiene que perfeccionar con el paso de los años. Uno tiene que buscar nuevos saberes y nuevos contenidos ya que la vida está en constante cambio, pero, en ocasiones, el maestro puede llegar a pensar que lo sabe todo y eso sería un error”.
Celina Mendoza Llorente, graduada del cuarto Contingente Pedagógico Manuel Ascunce Domenech. Foto: Yosdany Morejón Ortega
A lo largo de una vastísima carrera, Celina ha recibido numerosos reconocimientos que atestiguan su excelencia profesional e impacto en la comunidad. Más allá de premios y distinciones, el mayor logro es el cariño y respeto de quienes han tenido la suerte de beber de su savia.
Con un legado que se extiende más allá de los muros de la escuela, sus métodos pedagógicos resuenan en el sector educacional de la provincia.
“He sido agasajada en varias ocasiones por mis resultados en la docencia y recuerdo con especial cariño los entregados por la Escuela Provincial del Partido, dado mis muchos años de servicio. Allí también me entregué a la docencia en cuerpo y alma y se trató de otra experiencia maravillosa, aunque mis alumnos eran cuadros y funcionarios”, dijo.
–Usted forma parte de esa avanzada de docentes reincorporados al sector en el territorio. ¿Por qué regresó a las aulas tras la jubilación?
“Me jubilé en el 2020 porque tuve que asumir el cuidado de mi hermana que enfermó y, durante un tiempo me trasladé junto a ella para La Habana debido a los turnos oncológicos. Lamentablemente la perdimos 4 años más tarde y ya no pude quedarme en la casa sin hacer nada”.
“Yo soy puntualita y cumplidora (ríe) y como no tengo todavía ninguna afectación de salud decidí ejercer de nuevo la docencia porque esa es mi vida, además de que amo contribuir a la formación de los nuevos maestros y, hasta ahora, ha sido una experiencia excelente y nos comprendemos bien”.
En la actualidad, Celina Mendoza Llorente sigue firme en su misión de educar, con la misma energía y pasión que la han definido durante más de cuatro décadas. Su historia es un testimonio viviente de la importancia de los educadores en la formación de las futuras generaciones y un recordatorio de que el verdadero valor de la enseñanza reside en el compromiso y el amor por el magisterio.
Así, cada mañana, continúa su labor con desenfado, porque sabe que cada lección impartida es una semilla de conocimiento. Su vida dedicada a la enseñanza es un modelo para todos, una muestra clara de que la verdadera vocación trasciende el tiempo y las dificultades.
En cada rincón de la Escuela Pedagógica Rafael María de Mendive, la figura de Celina Mendoza Llorente se erige como un símbolo de dedicación y excelencia. Su compromiso con la educación moldea las mentes y corazones de los futuros maestros para asegurar que se formen como hombres y mujeres de bien, comprometidos con su tiempo.
Celina Mendoza Llorente, graduada del cuarto Contingente Pedagógico Manuel Ascunce Domenech. Foto: Yosdany Morejón Ortega
Tomado de Cubadebate