Primero fue un silbido, luego algo más que un rugido, una «cosa que sonaba» y provocaba susto. Así pasó Melissa por el oriente cubano, como si el viento se hubiera convertido en un león con deseos de aterrar en la madrugada oscurísima del 29 de octubre.

En Granma, muchas horas después del huracán, no he encontrado una sola persona a la que no se le haya hecho demasiado largo el tiempo mientras el aire soplaba y derribaba.

Melissa fue una sinfonía de soplos contra ramas y puertas, pero también una lluvia insistente que desbordó ríos, ahogó casas enteras, cerró caminos y provocó aislamiento de comunidades.

Por la radio, a media mañana del miércoles 29 de octubre, un periodista daba la noticia, aunque todavía sin los datos precisos porque se están cuantificando: los 13 municipios de Granma han sufrido afectaciones.

Mientras goteaban estas líneas el jueves, todavía continuaban llegando relatos de personas trepadas a árboles, a techos, a elevaciones impensadas… para no ser llevadas por las corrientes.

También vienen las anécdotas de puentes rotos, de ríos que se han desbordado de manera inédita, de gentes que han visto con resignación cómo el agua arrastraba hasta perderse en el horizonte sus animales, sus pertenencias queridas… pedazos de sus propias existencias.

Vienen fotos provocadoras de lágrimas, como las del pueblo de Jiguaní, que ha quedado boca arriba, sacudido, dividido en dos, a causa del furor de un afluente pequeño que por segunda vez en la historia ha demostrado que la naturaleza no tiene límites y puede tragarse lo férreo y lo intangible.

Melissa se fue, pero todavía en esta provincia no ha terminado la tensión; porque a esta zona llegan los escurrimientos propios y de otras tres provincias y, a veces, varios días después del paso del fenómeno, hay complicaciones, incluso historias de rescates, como los 38 contados a esta hora.

Antes de escribir recorro la cidad donde vivo y me quedo más que sorprendido. Veo cuatro de los cinco árboles gigantes del parque Francisco Maceo Osorio arrancados de raíz, eran ejemplares de más de 50 años que sobrevivieron incontables eventos meteorológicos… hasta ahora.

Veo, igual con dolor, la palma real cercana a la estatua de Carlos Manuel de Céspedes, derribada, aplastando un banco.

Miro, finalmente, una inmensa cola frente a un punto de Etecsa. Entonces me entero de que esa multitud de cientos de personas ha acudido a cargar teléfonos, equipos, lámparas, lo que pueda.

Una pregunta surge entre la gente: ¿cuándo tendremos corriente? Es la interrogante que se hacen miles y miles en la provincia, que está sin ese servicio desde antes del paso de Melissa. Habrá que tener calma, exigencia y un espíritu de resistencia que no cabe en estas líneas. Pero lo más importante, luego del tremendo golpe y las angustias, del destrozo innegable y las heridas abiertas, es que, como decía previamente, podamos hablar de vida.

 

Huella huracanada

¿Cómo le dices a alguien que su casa y todas sus pertenencias se encuentran varios metros bajo las aguas de un río? ¿Se imaginan qué se siente pensar en no volver a ver ese cuadro de familia o en que el refrigerador que te costó tantos años obtener nunca más conservará tus alimentos?

Esas sensaciones se viven en Holguín, como en otras partes del oriente cubano. Las últimas horas han sido de incertidumbre y temor. No es para menos.

Siempre he creido que Melissa es un nombre dulce, que, perfectamente, podría ponerle a mi hija. Curioso que haya sido escogido para algo tan catastrófico.

Nunca olvidaré su sonido o, mejor dicho, el rugir del viento. Era algo persistente, interminable. Uno piensa muchas cosas mientras pasa un huracán: en la gente que te rodea, en todos los destrozos que se sienten durante la penumbra, en lo cambiado que se verá el día siguiente.

Al amanecer del miércoles tuvimos esa sensación, la de una provincia cambiada por el efecto de Melissa. Sin embargo, por el día pierdes la sensación de ahogo que da la oscuridad total bajo las ráfagas y la lluvia incesantes.

Esta tierra nororiental llevaba años esquivando la influencia directa de un huracán. En las mentes de los más jóvenes faltaba una vivencia nítida de estos fenómenos.

Las afectaciones en varios municipios de la provincia han sido cuantiosas, todavía sin poder contabilizarlas a plenitud. Pienso en las personas damnificadas, mientras tengo la certeza de que Holguín no se olvidará de Melissa.

Sobre el filo del mediodía de este jueves fue declarada la fase recuperativa.

Es hora de llenarse de valor para volver a levantarse. Nunca se dijo que sería fácil, pero este pueblo sabe de sobra cómo sobreponerse a las dificultades.

Poco a poco, inician las labores para reanimar los servicios básicos. A la tierra de Calixto García llegan cubanos de diferentes partes de la Isla, dispuestos a brindar su apoyo mientras sea necesario. Cuba somos todos, en las buenas y en las malas, eso nos distingue por encima de cualquier carencia material. Nos levantaremos juntos, no tengo dudas.

La solidaridad que nos distingue

En Santiago de Cuba no ha sido menos. Allí Melissa irrumpió con una furia devastadora que terminó acostando sobre el suelo árboles, postes y cuanto artilugio encontró a su paso.

A la noche ensordecedora del huracán, le ha seguido, sin embargo, otra furia indómita dispuesta a reponerse y salir adelante.

Luego del devastador huracán, hoy la vorágine se concentra en las manos solidarias que emprenden el no menos engorroso camino de la recuperación. Sin indicaciones previas, solo con la voluntad de ayudar y hacer por su tierra, una buena parte del pueblo santiaguero se encuentra en este minuto despejando las calles y avenidas de troncos y ramas caídas.

No es una imagen aislada ni extraña ver hoy a tantas personas en plena ofensiva, incluso, con machete en mano, para limpiar del camino tanta maleza.

Pero la voluntad va más allá de los propios santiagueros. Toca la solidaridad auténtica que nace de toda una Isla en tiempos complejos. Hasta la Ciudad Héroe han llegado ya desde distintas provincias brigadas que apoyarán, por ejemplo, a levantar lo antes posible el tendido eléctrico, u otras como la de la Empresa Forestal Pinar del Río que cortan cada rama y tronco de árboles en plena vía.

Melissa dejó en Santiago de Cuba, como en el resto del oriente, una estela dura de revertir en corto tiempo. Mucha gente aquí lo perdió todo, menos la esperanza. No será fácil la recuperación en medio de tantas complejidades. Pero una cosa sí es cierta, hay muchas manos que hoy no descansan y se empeñan en cambiar de tonalidad un panorama devastador.

¿Cómo avanza la recuperación de las telecomunicaciones?

En la medida que ha sido posible acceder a las zonas afectadas por el huracán Melissa, se ha continuado en las labores de diagnóstico y reparación de los daños, luego de que las provincias orientales registran afectaciones en los servicios de telecomunicaciones, según informó la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba, Etecsa, en una nota actualizada desde su perfil institucional en Facebook.

En la tarde de este jueves fue restablecida la conexión con Yara, Campechuela, Pilón, Niquero, Bartolomé Masó y Media Luna, municipios de la provincia de Granma afectados por cortes de fibra óptica. También fue restablecida la comunicación con la localidad de Birán, en Holguín.

Guantánamo es uno de los territorios más afectados, pues se interrumpieron las dos vías de fibra óptica que enlazan a la provincia. Una conexión alternativa por radioenlace permitió restablecer parcialmente las comunicaciones, pero se cortó en la mañana de este jueves.

La falta de fluido eléctrico incide directamente en el funcionamiento de gran parte de los gabinetes y radiobases que soportan los servicios en la región oriental, que se mantienen afectados.

Tomado de Juventud Rebelde

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