Cuando una vez le preguntaron a Mike Tyson la razón por la cual había decidido grabarse en su cuerpo la imagen del Che, el púgil estadounidense se sacó una respuesta tan demoledora como su pegada encima del ring.

El Che Guevara es un individuo increíble; lo sacrificó todo en beneficio de otras personas, dijo más o menos con esas palabras el polémico boxeador, quien conquistara el título mundial de los pesos pesados en dos ocasiones, el más joven en lograrlo.

El tatuaje de la icónica figura del Guerrillero Heroico en la fisonomía del boxeador causó revuelo en Estados Unidos, donde más de un simpatizante suyo debió morderse los labios por la determinación del atleta –que si bien fue víctima de una sociedad, cuya discriminación y odio racial lo convirtió, con solo 11 años, en un delincuente, jefe de pandilla, en su natal Brownsville, la zona más deprimida y violenta del barrio neoyorquino de Brooklyn, lastrándole su futuro con delitos de violación y prisión–, al parecer no se dejó confundir por la publicidad que en su país fabricó tantas mentiras para satanizar al argentino-cubano.

Tyson exhibe en su abdomen la imagen icónica captada por el lente del fotógrafo Alberto Díaz Korda, ese «rostro serio, tremendo, magnetizador»  de Ernesto Che Guevara, que ha recorrido el mundo entero en todo tipo de soporte, y que nos acompaña hasta nuestros días.

No es un tatuaje solitario en el cuerpo del púgil, pero quizá sea el que, como ningún otro, motivó al propio tiempo la mirada dura de quienes denigran el ejemplo del Che y la fascinación de millones de personas humildes que abrazan su causa.

En el mundo del deporte, nadie tal vez lo admiró tanto como esa leyenda del fútbol que fue Diego Armando Maradona, quien, para testimonear su afecto, se tatuó la efigie del compatriota en el antebrazo derecho.

Por sentimientos muy parecidos, se hizo otra de Fidel Castro, incluida la firma, en la pantorrilla izquierda, la pierna con la cual marcaba casi todos los goles e impresionaba a sus adversarios en la cancha.

En Maradona, Fidel fomentó un cariño casi paternal, y el Pibe de Oro lo consideraba su segundo padre, su amigo del alma y su fuente de inspiración.

Del Che, al Pelusa lo impresionaba su carácter firme y la determinación por defender la causa de los más desposeídos.

Con su osadía, Maradona y otros deportistas ilustres han dejado en claro el profundo significado que tuvo para ellos llevar grabada la imagen del héroe.

Los tatuajes del Che se popularizaron entre conocidos del fútbol, como el inglés Darren Currie; el capitán del Palermo de Italia, Fabrizio Miccoli; y el sudafricano  Mark Fish, así como el boxeador sueco Kwamena Turkson, entre otros muchos.

Es evidente que el Che es uno de los grandes símbolos de la época más reciente, quizá el ser humano que muchos hubieran querido ser, un gran referente que ha inspirado a pueblos y a revolucionarios de todas las latitudes.

Jóvenes de todo el planeta visten camisetas con su imagen, y su figura, elevada a categoría de mito, trasciende todas las fronteras convertido en leyenda. Pero, como diría Fidel, esto no tiene nada de raro.

Como una burla del travieso destino, aquellos que desaparecieron su cadáver para evitar que fuera un símbolo, no hicieron más que convertirlo en un temible adversario del imperio, una fuerza, una presencia que no podrá ser jamás destruida, comentaría el máximo líder de la Revolución Cubana en 1987, diez años antes de que fueran localizados los restos mortales del comandante Guevara en Bolivia, junto a otros integrantes de la guerrilla.

No quisieron que los campesinos explotados, los obreros, los estudiantes, los intelectuales, los demócratas, los progresistas, los patriotas de este hemisferio tuvieran un lugar donde ir a rendir tributo al Che, significaría entonces Fidel, para luego aseverar que, sin embargo, ya paradójicamente se le rendía tributo en todas partes.

El ejemplo del guerrillero llevó un soplo de ilusión a mucha gente, que hoy le rinde homenaje todos los días, en tatuajes, altares y las formas más singulares, y no en un solo sitio. Los convoca el símbolo y el ejemplo.

Para muchos, para miles, es la imagen del hombre nuevo. Por eso no tiene nada de extraño el proceder de tantos famosos, como Maradona y Tyson, y el de millones de jóvenes de todo el mundo que, orgullosos, llevan en su pulóver la imagen de Ernesto Guevara.

Recordarlo así o de cualquier modo es satisfacción para quienes creen que el Che está vivo. No murió, sostuvo Fidel, vive y está más presente que nunca. Eso explica que tenga infinidad de simpatizantes, hombres y mujeres que lo imitan y, sobre todo, que quieran ser como él, en el cumplimiento del deber.

Y si ya no fuera posible ser como él, al menos tatuarse el corazón con su ejemplo e hidalguía.

Ventura de Jesús /Granma

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