Cada primero de enero se me agolpan recuerdos tan vivaces que pareciera volverlos a vivir. Así de enardecedor fue aquel de 1959, que nadie en pleno goce de sus facultades podría olvidarlo aún cuando han transcurrido 66 eneros.

Apenas tenía 8 años de edad para comprender en su real magnitud la significación del minuto histórico que vivía la Patria. Era tal el júbilo de la familia, de los parientes y vecinos más allegados y de la multitud que se lanzaba a la calle con inédita euforia, que se hacía imposible no percatarse de que algo extraordinario nos estaba ocurriendo. Algo inédito, de profunda y vibrante repercusión en el alma  de la nación cubana, digno de ser cantado.

La noche del 31 de diciembre de 1958, también la llevo cifrada con nítidos recuerdos. Próxima  las  doce en que llega a su fin el   año viejo y se recibe el nuevo con esperanzados votos de prosperidad, en la casa se hablaba a media voz, de combates y barbudos.

Una extrañeza hallaba mi madre. Pasaba la media noche y las emisoras de radio no trasmitían el Himno Nacional como era habitual. ¡Algo grande estaría sucediendo!

Cansado como estaba y persuadido por mi madre que era hora de dormir, me fui a la cama con cierto desgano, que el sueño se encargó de desvanecer para caer rendido en medio de la expectativa y  el sobresalto reinantes.

¡Se fue Batista! ¡Se fue Batista! Eran las voces que se repetían desde el amanecer del nuevo día. El abrazo de mis padres me permitía comprender la grandeza del momento.

Los carros que pasaban con sus bocinas al vuelo, la gente con brazaletes pintados de rojo y negro, disparos lanzados al aire acompañados de gritos y consignas de victoria. Era el triunfo definitivo de la Revolución Cubana.

Entonces si se interpretó el Himno Nacional por todas las emisoras de radio. Por aquellos días, con el himno patrio aprendimos nuevos himnos y canciones.

(…) Marchando, vamos hacia un ideal,
sabiendo que hemos de triunfar;
en aras de paz y prosperidad
lucharemos todos por la libertad. (…).

La Marcha del 26 de Julio se dejaba escuchar en la radio y los alto parlantes. Sus notas y versos calaban hondo la conciencia del pueblo.

Con la voz inconfundible del Inquieto Anacobero, el puertorriqueño Daniel Santos, solidarizado con la lucha revolucionaria, su canción Sierra Maestra se escuchaba por la emisora rebelde desde los días de la Sierra. Ahora se trasmitía una y otra vez por las distintas emisoras radiales.

Versos y canciones acompañaron la Caravana de la Libertad  en su tránsito victorioso a lo largo del país.

¡Primero de Enero!
Luminosamente surge la mañana.
¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero
de la redimida bandera cubana.

El aire se llena de alegres clamores,
se cruzan las almas saludos y besos,
y en todas las tumbas de nobles caídos revientan las flores
y cantan los huesos.

A 66 años del histórico primero de enero con los recuerdos avanza la confianza absoluta en la victoria de la Patria.(LLOLL)

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