Las semillas del Viejo Roble

“Ha caído un roble, pero cientos de nuevos robles se están levantando…”escribió Blas Roca sobre la muerte de Carlos Baliño.  Y es que el líder obrero consagró su vida al enfrentamiento de  la injusticia social, la lucha por la independencia patria y  la dignidad de los trabajadores. Por eso aquellos le llamaron El Viejo Roble,  reconociendo en el bravo luchador la pieza memorable que dio continuidad  a los desvelos del  mambisado independentista  y la primera hornada de obreros revolucionarios de la  Cuba neocolonial.

Carlos Benigno Baliño y López nació el 13 de febrero de 1848, hace ahora 176 años, en Guanajay, tierra de grandes sublevaciones esclavas y de su cruenta represión, que entonces pertenecía a la provincia de Pinar del Río.

Dado a su voluntad de superación y crecimiento cultural emprendió estudios de teneduría y arquitectura que no concluyó. En 1860  ingresó en la Academia de Pintura de San Alejandro, la que también abandonó como consecuencias del encarcelamiento del padre por sus actividades conspirativas contra la metrópoli española.

Baliño desde joven cultivó las letras y en publicaciones del propio Guanajay publicó diversos artículos y poemas.

Necesitado de empleo viajó a La Habana, recorre pequeñas industrias de tabaco, pero los trabajos le son esquivos y en 1968 viaja a los Estados Unidos en busca de mejor suerte.

En Cayo Hueso, Tampa, Nueva York y Nueva Orleáns, vive la realidad de los tabaqueros cubanos y con ellos comparte su suerte.

Cuando conoce a Martí en el exilio norteamericano, Carlos Baliño ya había abrazado la causa del proletariado. Líder sindical y político de los torcedores y productores de puros, su formación marxista no le impidió  sumarse a los clubes independentistas, defender y divulgar sus ideas y contribuir a la recaudación de fondos para la Guerra Necesaria.

Aunque su formación filosófica difería de la martiana, no significó un obstáculo para que uniera su voluntad y acción a la causa defendida por el Apóstol y en 1892 suscribe con él, las bases y el acta de constitución del Partido Revolucionario Cubano.

Malograda la independencia de Cuba por la ocupación norteamericana, Carlos Baliño retorna a su patria sin abandonar la lucha.

Orientado en la necesidad de fomentar la conciencia de clase y la unidad política del movimiento obrero, y animado en el empeño de fundar un partido proletario independiente, ya en 1903 organiza el Club de Propaganda Socialista, con el objetivo de divulgar el marxismo entre los trabajadores cubanos.

Para 1917, ante los sucesos de la Revolución de Octubre, al frente de la Agrupación Socialista de La Habana, Baliño saludará el extraordinario acontecimiento y en nombre de los trabajadores cubanos comunica en un mensaje de adhesión y asistencia a los obreros rusos la disposición a …”contribuir directamente con sus esfuerzos a la obra revolucionaria más trascendental que pueblo alguno haya realizado”.

Adentrado el siglo XX y con los ecos de octubre, Baliño evolucionará hacia el leninismo, incrementando a la vez sus proyecciones antimperialistas. El 18 de marzo de 1923 crea con los socialistas revolucionarios la Agrupación Comunista de La Habana, considerada simiente de la primera vanguardia marxista leninista del proletariado cubano.

En julio de 1925, a propuesta de Julio Antonio Mella, es elegido junto a Rubén Martínez Villena, al Comité Ejecutivo de la Liga Antimperialista.

En ese bregar permanente por la causa de los más humildes, en agosto de 1925 funda junto a Mella el Partido Comunista de Cuba, obrando la suerte de protagonizar con ese acto la fusión de dos generaciones de cubanos en la lucha por sus más nobles ideales.

Considerado por Raúl Roa como el primer intelectual orgánico del proletariado cubano, Carlos Baliño López, falleció el 18 de junio de 1926. El Viejo Roble dejó a su muerte un elevado ejemplo de batallador incansable por la justicia social. Sus mejores semillas germinarían en el suelo fecundo de la Patria que hoy crecen  como robles erguidos en el empeño luminoso de construir el futuro. (ALH)

Acerca Ángel Rodríguez Pérez

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