A propósito de una encuesta practicada por el sitio digital de TV Yumurí sobre una ubicación transitoria para nuestra terminal de ómnibus en la ciudad de Matanzas, cabe recordar los avatares de la entidad a lo largo de los años.
Al menos puedo adelantar algunas consideraciones que pudieran resultar de interés.
Quizás haga bien con esclarecer desde el inicio que la ciudad nunca contó con una terminal de ómnibus interprovincial propiamente dicha. Me refiero a un local diseñado específicamente para ese fin.
Durante décadas, distintas empresas y rutas nacionales salían de diversos lugares como el parque de La Libertad frente al hotel Velasco, donde se adquirían los boletos o turnos. Fue a mediados de los 60 que ocupó el edificio donde funcionaba, desde 1883, la emblemática Terminal de Ferrocarriles de Matanzas.
Con el tiempo la terminal de trenes fue trasladada a otro inmueble, más pequeño y distante, adaptado entonces para los nuevos menesteres. La terminal de ómnibus permaneció en el histórico recinto.
En cambio los ómnibus intermunicipales tuvieron una suerte de peregrinación por toda la ciudad. Sin reparar en fuentes oficiales, la memoria me permite ubicar sus terminales en diversos puntos, según pasaron los años.
Por lo pronto recuerdo aún en los años 60, los ómnibus que se ubicaban alrededor de la antigua Plaza del Mercado con destino a distintas localidades como Ceiba Mocha, Chirino, Corral Nuevo, Canasí y otros.
En la calle Jovellanos, en el local que después ocupó el Museo de Deportes, frente a la Catedral de Matanzas, muchas veces me embarqué con mis padres rumbo a Cidra, Juan Gualberto Gómez o Unión de Reyes.
Poco después la terminal intermunicipal fue ubicada frente al desaparecido parque Antillano, en una pequeña instalación en la esquina de Milanés y Ayllón, donde hoy se levanta una tienda con el nombre de esas calles.
En el nuevo local que frecuenté con destino a Limonar, Jovellanos y otros municipios, la espera se hacía más llevadera mientras se escuchaba la música de la Década prodigiosa que reproducía El Antillano.
Algo después la terminal se mudó por poco tiempo para la calzada de Tirry y de allí a la de San Luis, cuando en el lugar se construyó el cabaret El Pescadito, que animó por mucho tiempo las noches matanceras.
Esta vez la terminal de ómnibus intermunicipal establecida en la calzada de San Luís permaneció largo tiempo en la intersección con San Rafael, debidamente ampliada y acondicionada para el servicio.
Eran los tiempos en que una invasión de estudiantes, trabajadores y población en general acudía al transporte público. Las multiplicadas opciones laborales y estudiantiles, así como las asequibles actividades culturales, deportivas y recreativas que ofrecía la ciudad, acrecentaron los públicos que utilizaban los servicios de transporte programados hasta altas horas de la noche.
Más acá en el tiempo la entidad intermunicipal se reunió con la provincial en áreas de la antigua terminal de ferrocarriles. Entonces se conglomeró toda la familia. En el lugar se ubicaron también las llamadas camionetas o camiones particulares para el transporte de personal, junto a autos de alquiler con diferentes destinos.
El espacio exterior resultó ocupado naturalmente por los imprescindibles servicios gastronómicos, aunque muchas veces carentes del ordenamiento requerido. De igual modo devino una de las más concurridas plazas citadinas.
El tiempo, el uso y los abusos hicieron lo suyo. En la actualidad el inmueble exige una importante intervención constructiva y el rescate de sus valores patrimoniales.
Autoridades del Gobierno y el Ministerio de Transporte en el territorio localizan un nuevo emplazamiento que permita acometer las obras. La provincia dispone del proyecto financiero para ejecutarlas y con ellas rescatar y preservar para los matanceros y sus visitantes una de sus reliquias históricas. (ALH)