Camino por las calles de una ciudad dormida. El bullicio que emana de sus casas apenas deja que el pensamiento se extrapole a otro lugar del subconsciente que no sea la mirada perdida en esas calles desgastadas. Contemplo el asfalto, descubro un nuevo bache y un desconocido me saluda en mi andar apresurado. Ando desperdigado en los avatares diarios que pululan en la «lucha por la subsistencia».

Un acto casi involuntario desvió la vista hacia los cables del tendido eléctrico, quizás en un acto de fe o esperanza tras soluciones divinas. Colgadas, entrelazadas y mecidas por la brisa costera, estaban aquellas zapatillas deportivas de una marca irreconocible. El paso del tiempo en las alturas borró cualquier indicio de industria comercial alguna.

Tal vez sería ilógico pensar que una vez esas gemelas estuvieron en algún estante de ventas, o que fueron el refugio de unos pies en el tránsito por esas mismas calles que, embobecido, miraba pocos segundos atrás.

Es la ley de la vida: lo viejo sucede a lo nuevo. Ahora, separadas a metros de distancia del pavimento para el cual fueron hechas, resisten vendavales, combaten al impetuoso clima caribeño y sirven de paisaje exótico hasta al más inadvertido transeúnte de una ciudad tejida por puentes.

En el cotidiano caminar por las céntricas vías de Matanzas se les puede contemplar.  Más de una veintena de zapatos colgados adornan los más disímiles cables, desde Versalles hasta Pueblo Nuevo, desde La Marina hasta La Playa, desde Peñas Altas hasta El Naranjal. Sin embargo, este “arte” ya supera el carácter populoso de las ciudades en Cuba y el mundo, pues a kilómetros de la urbe yumurina, en pueblos poco céntricos y despoblados, se erige el calzado como monumento aéreo.

Shoefiti y el origen de un ¿arte?

Resulta que muchos dan por cierto que el origen de esta práctica callejera llamada shoefiti se remonta a los barrios conflictivos de Estados Unidos, por lo que se le atribuye a un ambiente urbano con raíces afroamericanas.

Varias han sido sus interpretaciones. Una de ellas, la más difundida y la que menos se apega a nuestro país, es la que enuncia que sirven como delimitadores territoriales de bandas urbanas dedicadas a la venta y tráfico de drogas. Además, ofician como señalamiento que en tal lugar ocurrió un asesinato o donde ha muerto un miembro de dicha banda. Una variante dice que son los zapatos de las víctimas los que se cuelgan como aviso o trofeo.

En otros países se le atribuye este rito a momentos corrientes de la vida como la pérdida de la virginidad en la adolescencia, la inminencia del matrimonio, el fin de una enseñanza o la culminación del servicio militar, entre otros. Junto a estas acepciones se conjugan otras como el bulling escolar, la rebeldía juvenil o el simple hecho de deshacerse de lo añejo. Incluso ya hay naciones que organizan competitivamente certámenes de lanzamiento de calzados como Australia, Nueva Zelanda y Rusia.

Lo cierto es que hay tantas versiones como pares de zapatillas. Valor o insignificancia, imprudencia o entretenimiento, arte o leyenda, cada zapatilla deja huella y tiene su historia.

Los zapatos colgantes

Cuba, por otra parte, no escapa de esta práctica como expresión de la influencia de aspectos comerciales y foráneos, presentes en grandes industrias, exitosas series extranjeras y la era digital. Sin embargo, una de las teorías más comentadas por los cubanos acerca de este hábito, es la que aborda el simple hecho del gusto, o para participar en composiciones fotográficas. Básicamente esto sería el “Shoefiti” en sentido estricto, como una actividad casi “decorativa”, para dejar una marca personal, pero usando calzado en lugar de pintura.

Un amigo cercano me contó que tenía cierta experiencia con los zapatos colgantes: “Frente a mi casa hay un par colgado hace mucho tiempo. Yo vivo en ese barrio hace aproximadamente 10 años y desde entonces me levanto cada mañana con ese paisaje. Nadie sabe quién los lanzó o cuál fue el motivo. Lo que sí se conoce es que constituye una señalización, una guía para orientar a aquellos que buscan una dirección. Ya forman parte del patrimonio histórico de mi cuadra”, dice entre jaranas sobre el shoefiti.

El lanzamiento de zapatos al tendido eléctrico, a los cables telefónicos y demás redes, representa también un hecho imprudente y hasta vandálico. Este «arte» denominado shoefiti puede ocasionar accidentes, no solo para el lanzador, sino para otros andarines, así como problemas con la electrificación de la zona al dañar el cableado. No obstante, las zapatillas colgantes, en lugar de disminuir, aumentan.

Más allá de explicaciones, hay algo que tienen en común casi todas las teorías sobre el por qué lanzar zapatos. Colgar unas zapatillas las hace virtualmente irrecuperables. La decisión es irreversible: una vez llevada a cabo no se puede cambiar de opinión. Gran parte del significado recae precisamente en el paso inexorable del tiempo, en los acontecimientos que marcan un antes y un después, cuando ya no hay vuelta atrás.

Incluso, en el caso de las drogas puede entenderse que son un aviso sobre lo que supone engancharse a este malicioso vicio. Es una muestra irreverente de que lo hecho, hecho está. Sólo se puede huir avanzando. (ALH)

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