La política de Estados Unidos hacia Cuba es un ejemplo clásico de doble moral en la escena internacional. Mientras Washington se presenta como paladín de la democracia y los derechos humanos, mantiene contra nuestra Isla una política de agresión económica sistemática, reconocida y rechazada por la inmensa mayoría de la comunidad internacional.

El vicecanciller cubano Carlos Fernández de Cossío lo ha dejado claro por estos días: Cuba vive bajo una agresión permanente debido a la política estadounidense, cuyo eje central es el bloqueo económico, comercial y financiero. Una política desfasada y anacrónica que no solo busca asfixiar la economía de nuestro país, sino que pretende, además, deprimir las condiciones de vida de la población cubana y provocar un impulso migratorio hacia el norte, en un ciclo perverso que luego se utiliza para justificar nuevas medidas de presión.

La inclusión de Cuba en la lista de Estados que supuestamente patrocinan el terrorismo, sin pruebas reales ni fundamento, es otra muestra de la doble moral estadounidense. Esta etiqueta desata sanciones adicionales y limita el acceso del país a mercados y créditos internacionales, agravando aún más los efectos del bloqueo.

Estados Unidos, además, lleva adelante campañas para desacreditar los logros sociales de Cuba, como las brigadas médicas internacionales, que han sido reconocidas y solicitadas por decenas de países. La narrativa de Washington, repetida hasta el cansancio, pretende presentar a Cuba como un Estado fallido o patrocinador del terrorismo, en un intento burdo de justificar su política hostil.

Como bien señala la prensa nacional, “una mentira repetida no se convierte en verdad”. La realidad es que Cuba no apoya el terrorismo y su inclusión en listas negras responde a intereses políticos y electorales, no a hechos comprobados.

El bloqueo estadounidense, por su parte, sí está demostrado que provoca daños cuantificables en todos los sectores de la economía cubana. Dificulta la adquisición de insumos, limita el acceso a tecnología, impide transacciones financieras y encarece la vida cotidiana de la población. Ningún otro país del mundo enfrenta un cerco similar, y ningún ciudadano de otro país recibe el trato privilegiado que Estados Unidos otorga a los migrantes cubanos, como parte de su estrategia de desestabilización.

Esta política, lejos de aislar a Cuba, ha aislado a Estados Unidos, que cada año queda en minoría abrumadora en la Asamblea General de las Naciones Unidas cuando el mundo exige el levantamiento del bloqueo. Sin embargo, la doble moral persiste: se habla de derechos humanos, pero se castiga a todo un pueblo por ejercer su soberanía.

A pesar de la hostilidad, Cuba ha reiterado su disposición a mantener una relación constructiva y respetuosa con Estados Unidos, basada en la igualdad y el respeto mutuo. Pero mientras persista la política de agresión y doble rasero, la normalización será una quimera.

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