Tesoro del Agricultor Cubano, obra publicada por el escritor remediano Francisco Javier Balmaseda, fue un hito en la historia de las Ciencias agrícolas en Cuba. A más de 130 años después su publicación aún mantiene  vigencia.

Entre 1885 y 1887 apareció, en tres tomos, el libro Tesoro del Agricultor Cubano. Fue editado por la imprenta La Propaganda Literaria, radicada en La Habana. Este libro fue un texto colectivo, compilado por Francisco Javier Balmaseda (1823-1907), que destacó las potencialidades de la agricultura cubana, cuya diversificación era un sueño largamente acariciado. A partir de la recopilación de artículos ya publicados y de otros escritos por el propio Balmaseda, fundamentó las posibilidades existentes para no depender del monocultivo.

El primer tomo contó con el siguiente subtítulo: “Métodos para el cultivo de las principales plantas propias del clima de la isla de Cuba, escritos ó coleccionados por (…), ampliados con estudios agrícola-económicos sobre el porvenir de cada producto, así como algo de horticultura, ganadería y veterinaria”. Contiene escritos de diferentes autores acerca del cultivo del cacao, café, maíz, maguey y algodón. La introducción la escribió el erudito matancero Francisco Jimeno (1825-1891), quien señaló con precisión los males que aquejaban a la agricultura cubana.

Como contenido del segundo tomo, publicado en 1886, puede leerse en la portada: “Naranjo-Cocotero-Abejas-Caña de azúcar-Plátano-Hiraca-Arroz-Maní (cacahuate)-La Vid-Piña-Caucho, Eucalyptus, Tagua, etc”. Sobre esos temas versaron los trabajos incluidos, firmados por diversos autores. Además, pueden leerse informes sobre métodos para eliminar la bibijagua, el cultivo de la papa y el trigo, y sobre la creación de bosques artificiales.

Sobresalió la inclusión de una traducción del Manual del Apicultor, versión del Manual of the Apiary (1876), de Albert John Cook. Esta fue realizada por el médico matancero Federico Gálvez, destacada personalidad de la medicina cubana, que estuvo entre los fundadores en 1861 de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. También aparece “Cultivo de la piña”, del médico y botánico yumurino Sebastián Alfredo de Morales.

El tercer y último tomo de Tesoro del Agricultor Cubano, que vio la luz en 1887, estuvo dedicado a: “Gallinas, Pavos, Palomas, Ganadería, Veterinaria, Horticultura, Floricultura, Fabricación de Azúcar, Abonos, Aguardientes”. Además, comentó sobre la cría de patos, cabras y caballos. Buena parte de los escritos compilados son de la autoría del propio Balmaseda.

Como sucedió en el volumen inicial, fueron incluidos trabajos de otros autores. Merecen ser mencionados los artículos “Cultivo de hortalizas”, por Antonio Bachiller, así como las “Cartas sobre el cultivo de las flores en la Isla de Cuba”, de Manuel Monteverde. Acerca de “Alcoholes cubanos” escribió el agrónomo matancero Juan B. Jiménez.

Tesoro del Agricultor Cubano fue un valioso libro que intentó contribuir a remediar lo inevitable: la crisis de la agricultura cubana. A pesar del panorama económico imperante, derivado del agotamiento de la plantación azucarera, lo hizo con optimismo. Reunió buena parte de lo mejor que se había escrito en Cuba acerca de diferentes cultivos y la cría de animales domésticos. Balmaseda lo compiló soñando con el desarrollo posible de la agricultura cubana.

Esa intención fue reflejada en la introducción del primer tomo, según expresó Francisco Jimeno: “La Isla de Cuba, por su situación geográfica, por su fertilidad y por su clima reúne cualidades especiales para ser un gran país próspero y rico: en su agricultura cifra su felicidad y ventura, y solo necesita del trabajo inteligente, libre y fecundo para utilizar los dones que en ella ha derramado la pródiga Naturaleza”. (LLOLL)

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