De acuerdo con diversos estudios realizados, una tercera parte de la población mundial y 3 de cada 4 habitantes de ciudades industrializadas tienen algún grado de pérdida auditiva por la exposición a sonidos de alta intensidad.
El ruido, definido por la Organización Mundial de la Salud como un sonido desagradable y molesto, se ha demostrado que es potencialmente nocivo para la audición y se considera una de las causas de contaminación ambiental.
El tráfico de vehículos y los lugares de ocio ruidosos, como conciertos o discotecas, son las principales fuentes de ruido. En nuestro país se suman aquellos que escuchan la música de su a todo volumen, e ignoran los criterios de sus vecinos.
Los otorrinolaringólogos han detectado otros factores de riesgo procedentes del uso de reproductores personales de música con auriculares a volúmenes excesivamente elevados. Así, se está condicionando que la pérdida auditiva aparezca a edades más tempranas, y se adelanta la aparición de déficit de audición asociado a la edad unos 20 años.
Los jóvenes ignoran que deben escuchar la música con un nivel inferior a los 85 decibeles. Si se incrementa el volumen los niveles a más de 85 dB, se acercan a un rango peligroso, y se debe tener en cuenta que el uso de audífonos es aún más perjudicial.
Por ello, hoy en día los smartphones incorporan una serie de herramientas que permiten hacer mediciones acústicas mediante un micrófono y alertan de los niveles de ruido peligrosos para la salud.
Para prevenir la aparición precoz de la pérdida auditiva, los especialistas recomiendan usar este tipo de aparatos con algunas limitaciones, no más de 60 minutos al día, y no superar el 60% del volumen.
La pérdida de audición o hipoacusia inducida por el ruido, conocida también como traumatismo acústico agudo o crónico, es un problema de salud que se incrementa con el avance de la civilización.
El traumatismo acústico agudo se produce cuando hay una exposición a un ruido único de muy corta duración, pero de muy alta intensidad. Son los llamados ruidos de tipo impulsivo, como una explosión o disparos, y también puede producirse por determinados ruidos industriales o los generados en discotecas o conciertos.
El traumatismo acústico crónico, llamado también daño auditivo inducido por el ruido, es la pérdida auditiva continua, permanente y acumulativa, de origen neurosensorial, que se desarrolla de forma gradual a lo largo de los años, como consecuencia de la exposición a niveles perjudiciales de ruido ambiental o laboral, de tipo continuo o intermitente y de intensidad relativamente alta.
En una primera fase la sordera es moderada y se puede revertir, pero después el daño auditivo se hace permanente e irreversible y afecta las frecuencias medias hasta presentar una sordera severa.
El ruido, además de alterar la audición, dificulta la comunicación y produce otros efectos negativos, pues incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares, produce insomnio, genera estrés y problemas psicológicos, dificulta el aprendizaje al disminuir la capacidad de atención y concentración e incluso daña la memoria y la motivación.
Superar este fenómeno es posible: basta que sea entendido y que todos colaboremos.