La disciplina social en Cuba resulta un tema controvertido y recurrente. Mucho se ha hablado sobre él; sin embargo, por su complejidad e importancia nunca pierde vigencia.

Mientras conductas incorrectas dañen el entorno en que vivimos, siempre quedarán cuestiones por decir, aun cuando más que palabras lo que se necesita es acción.

Con asiduidad presenciamos actitudes que lastran la imagen de la sociedad: personas que arrojan basura y escombros a las calles, equipos de música a todo volumen, palabras obscenas gritadas a viva voz, y qué decir de la violación de las casi extinguidas normas de educación formal.

En nuestra provincia observamos entre las principales manifestaciones de indisciplina el maltrato a la propiedad colectiva: individuos que pican las calles asfaltadas para poner tuberías sin arreglarlas posteriormente, creación de microvertederos y el aumento del nivel de agresividad entre las personas.

La indisciplina vial, generadora de causas desastrosas, hace mella en nuestra cotidianidad: vehículos que transitan a exceso de velocidad, irrespeto a las señales del tránsito y conductores ebrios. Se suman los jóvenes sin licencia ni autorización para manejar y el ganado suelto en la vía.

De la misma manera se debilita el pudor en las relaciones interpersonales y de pareja en los espacios públicos, la calidad de los servicios que se prestan y la atención a la población.

En tal sentido, persiste el maltrato por falta de sensibilidad del personal encargado y resquebrajamiento de la ética. También prevalecen manifestaciones de individualismo y ostentación.

Si bien las actuales dificultades económicas han influido en el asunto, no justifican las conductas incorrectas, demostrativas de que algo ha faltado por hacer. Todos, de un lado y de otro, hemos aprendido a convivir con lo mal hecho y hemos sido permisivos y tolerantes con las indisciplinas.

Desde la familia y la escuela, donde se perfilan y desarrollan aquellos valores que han de resguardar a los seres humanos durante toda la vida, hasta los inspectores, administraciones, organizaciones políticas y de masas y la sociedad en general, han de asumir el rol que les corresponde.

Solo así será posible revertir una situación que hoy rebasa cualquier límite y causa preocupación y enfado en quienes tratan de convivir ceñidos a ciertas normas de comportamiento. La disciplina, al fin y al cabo, es para hacerla cumplir, de lo contrario tendremos que resignarnos al cataclismo social.

Es un problema de todos, en el que todos somos alguien. Pongamos nuestra parte para que nos siga distinguiendo el sentido de pertenencia por el lugar donde vivimos, la decencia, el respeto y consideración hacia uno mismo y hacia los demás, la ética y los conceptos morales. (ALH)

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