Dos semicírculos unidos en una punta de flecha hacia abajo, ¿te suena, verdad? Se trata del símbolo usado a nivel internacional para expresar amor, afecto y romance y que representa la figura del corazón.

Sin embargo, no deja de ser un hecho llamativo, pues poco tiene en común esa forma con el aspecto real del órgano encargado de bombear sangre por todo nuestro organismo.

De hecho, su origen dista mucho de motivos anatómicos: está directamente relacionado con la sexualidad y la anticoncepción de la antigua cultura grecorromana.

La protagonista de esta historia es una planta ya extinta, el silfio, el cual podría ser considerado como un antiguo precursor de la píldora abortiva o, incluso, de la pastilla del día después.

De píldora abortiva a símbolo del amor

Durante el periodo grecorromano, las representaciones que se hacían del corazón, así como de otros órganos del cuerpo humano, eran escasas, pues los científicos de la época estaban más centrados en la realización de disecciones a animales que a seres humanos.

Sin embargo, unas monedas provenientes del antiguo territorio de Cirene, identificado con Libia en la actualidad, podrían ser una representación de cómo se simbolizaba por aquel entonces el interior del organismo, pues en ellas aparece el tan popular símbolo del corazón.

En realidad, ese peculiar dibujo hacía referencia al aspecto de las semillas de una de las plantas más usadas en aquella época: el Sylphium.

También conocido como silfio, se trataba de un vegetal de origen norteafricano y de aspecto similar al del hinojo, el cual era indispensable para la forma de vida grecorromana: se utilizaba en casi todos los aspectos de la vida cotidiana.

De hecho, el uso que los griegos y romanos hicieron de esta planta fue tan abusivo que acabaron por extinguirla antes de la caída del imperio romano: en torno al año I d.C., había desaparecido por completo.

Entre sus usos más comunes estaba su utilización en forma de especias, como perfumes y fragancias aromáticas, como analgésicos naturales y, curiosamente, como método anticonceptivo.

Los médicos de la época sugerían que el mejor procedimiento era empapar un algodón con la resina de la planta y crear con ella una especie de pastilla que las mujeres debían introducir por su vagina una vez al mes: si estaban embarazadas, la planta tendría un efecto abortivo, mientras que, si no lo estaban, causaría una infertilidad temporal en la mujer.

De esta forma, se hizo habitual relacionar estas semillas con el deseo y la libertad sexual, lo que, en una cultura tan cercana a la religión como la grecorromana, se ligaba directamente a los dioses y la fe.

Por esta razón, el silfio comenzó a relacionarse con la diosa Afrodita, patrona de la belleza, la sensualidad y, cómo no, el amor.

Se piensa entonces que la forma de esas semillas quedó directamente ligada a la idea de amor y, pronto, la representación del corazón humano, símbolo de romance y emociones, se aseguró como el aspecto de las semillas de silfio, alcanzando esa relación hasta nuestros días.

Tomado de National Geographic

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