Se sabe que el miedo es una emoción primordial, esencial para la supervivencia de las especies, incluida la humana. Es algo muy común, pues se trata de una reacción natural ante situaciones u objetos que implican un peligro real.
Una variante de este miedo objetivo es la fobia, que se caracteriza por temer a situaciones o cosas que no son peligrosas y que la mayoría de las personas no las encuentran molestas.
La ansiedad severa que aparece frente a una situación a la que el paciente tiene fobia se manifiesta mediante síntomas físicos tales como sudoración, respiración anormal, aceleración del latido del corazón, temblores, escalofríos, dolor en el pecho, sequedad de la boca, mareos y dolor de cabeza.
También se presenta con síntomas psicológicos, que incluyen pensamientos distorsionados con respecto a la situación, y con síntomas conductuales, al tratar de evitar el estímulo temido.
Uno de los miedos más comunes en todas las edades y culturas se relaciona con la oscuridad, y se conoce científicamente como nictofobia. Se remonta a cuando los humanos temían alejarse del fuego, de la luz, porque podía implicar un peligro, y con el paso de la evolución persiste la sensación y solemos estar más nerviosos en entornos oscuros.
Existen fobias bien raras, como la uranofobia, que es el miedo al cielo, y la padecen quienes temen el momento de la muerte y su tránsito hacia el paraíso, pues no creen ser merecedores de ese premio.
El miedo a lo nuevo, a lo desconocido, ha sido descrito como neofobia, y la eisoptrofobia se basa en el rechazo a los espejos. La globofobia, ya lo dice su nombre, es el miedo a ver, tocar o incluso oler los globos, aunque la mayoría de las personas afectadas únicamente le tienen miedo al sonido que produce al estallar.
Entre las variedades más raras se incluye la xantofobia, que no es más que el miedo al color amarillo. Las respuestas psicológicas a los colores son profundamente subjetivas y pueden verse influenciadas por experiencias personales o contextos culturales.
Otras modalidades bastante extrañas son la araquibutirofobia o miedo a que la mantequilla de cacahuete se pegue al paladar. Provoca una ansiedad y un pavor indescriptibles ante el miedo a asfixiarse o ahogarse, y a ella se suma la omfalofobia, que afecta a aquellos con miedo a los ombligos propios o de otras personas.
La atazagorafobia es el miedo a olvidar algo o a alguien, y a ser olvidado, y se vincula a sentir pánico a desarrollar la enfermedad de Alzheimer, mientras las personas que sufren de crematofobia le tienen pánico al dinero, sin distinguir si se trata de monedas o de billetes.
La antropofobia consiste en tenerle miedo a las flores, en tanto la octofobia es el miedo al número ocho. La optofobia es el temor a abrir los ojos, y los casos más graves implican que los pacientes tienen un pánico irracional a abrirlos cuando se despiertan.
Y en los finales, para rematar el tema, se estudia la fobofobia, que es la fobia de las fobias, pues se trata del miedo a desarrollar una fobia en sí o verse abrumado por miedos irracionales.
En lo personal tengo bastante con la blatofobia -miedo irracional y excesivo a las cucarachas-, una de las más comunes.