Aunque la práctica la ha ido postergando, aún subsiste en amplios círculos laborales y sociales una pregunta que da la bienvenida, saluda y simultáneamente desvirtúa la realidad: ¿Todo bien?
Según la prominente investigadora y ensayista, intelectual cubana de primera línea, Graziella Pogolotti, “el feliciano «todo bien» es expresión de conformismo autocomplaciente y, lo más grave desde el punto de vista ético, consiste en mantener al dirigente satisfecho, marginado de los problemas reales, ignorante de las graves fisuras enmascaradas tras el maquillaje de la pintura fresca.”
La cita se incluye en un artículo de febrero del 2017, y mantiene plena vigencia. Con anterioridad comenté sobre el tema, frente a la contrariedad de algunos –muchos—que no entendieron el razonamiento sobre cuánto encierra de negativo la susodicha frase.
Luego, ante las afirmaciones de quien ha sido catalogada por Abel Prieto como “una extraordinaria intelectual que ha puesto todo su talento al servicio de la descolonización, del mejoramiento humano, de los ideales y valores de la Revolución”, disminuyeron las críticas a los criterios de la desconocida redactora provinciana. Fue el espaldarazo que no siempre se recibe.
No obstante, la desdichada frase retorna y desarma a quienes, agobiados por mil y un problemas, se sienten obligados a responder que sí, que todo está bien, pues actitud contraria conllevaría a explicaciones de hecho fuera de contexto. Y no se trata, ni por asomo, de que todo esté mal: sería igualmente una aberración conceptualizarlo así, porque de una positividad absoluta pasaríamos a una negatividad improcedente. Es bien sencillo: Ni todo está bien, ni todo está mal.
Muy sinceramente: para mi regodeo, transcribo citas textuales del mencionado artículo:
“Es conducta que revela uno de los aspectos más corrosivos de una mentalidad burocrática atrincherada en la rutina y la preservación de algún privilegio mezquino.” “El «todo bien» es refugio seguro para la chapucería y el mata y sala.” “El «todo bien» trasluce un modo de pensar y una filosofía de la vida incompatibles con el proyecto emancipador latente en el proceso histórico cubano.”
Quizás algunos encuentren simpática, o a la moda, la pregunta aparentemente llena de inocencia y que en realidad arrastra una encubierta filosofía. Para ellos, valga el llamado preciso de la intelectual: “Quisiera llamar la atención acerca de la urgencia de rescatar y salvaguardar la crítica social.”