El matancero Federico Gálvez Alfonso, quien se destacó como cirujano, fue una personalidad relevante en la historia de la medicina cubana.
En una tierra matancera que fue cuna de varias figuras destacadas de la historia de Cuba, Sabanilla del Encomendador, nació Federico Gálvez Alfonso, el 2 de mayo de 1829. Formó parte de una familia ilustre, donde también sobresalieron sus hermanos, el político José María Gálvez (1835-1906) y el educador y jurista Jesús Benigno Gálvez (1838-1894).
Cursó estudios en el Colegio La Empresa, la célebre escuela de Matanzas. Alcanzó el grado de bachiller en la Facultad de Filosofía de la Universidad de la Habana en 1847. Cursó la carrera de medicina en este centro hasta 1851 en que se trasladó a París, Francia. Se graduó en este país el 8 de mayo de 1855 y revalidó su título en La Habana. Su tesis tuvo como título De l’opération cesarennie y se publicó como libro ese propio año.
El médico
Ya en Cuba, Federico Gálvez Alfonso inició lo que sería una larga y fructífera carrera como médico. En marzo de 1858 formó parte del cuerpo de redactores de la Revista Médica de la Isla de Cuba. En esta publicación, que sólo duró ocho meses y fue auspiciada por la Universidad de La Habana, dio a conocer sus primeros trabajos como médico. Entre ellos “Hemorragia umbilical” (1858), “Hidrocele” (1858) y “Reumatismo articular agudo tratado por el sulfato de quinina” (1858).
También apareció en estas páginas el reporte “Envenenamiento por medio de la decocción de hojas y frutos de dátura estramonio (chamico). Curación por medio de una infusión de café y de limonadas acéticas” (1858). Lo mismo sucedió con “Elefantiasis del cuero cabelludo exacerbado por un vicio sifilítico, tomado por absceso pericraniano incidido y punzado. Curación por medio de tratamiento específico” (1858).
Además, publicó “Curiosa observación de un caso de cicatrices de viruelas, convertidas en tumores fibro-celulares con predominio del elemento epitelial. Extirpación de dos de esos tumores con el magullador (écrasseur) de Chasaignac; reproducciones de ellos al cabo de un tiempo” (1858). La “Observación de un caso de elefantiasis del escroto, acompañada de algunas reflexiones sobre esta enfermedad” (1858), la editó además en forma de libro. Por último, realizó un comentario bibliográfico acerca del libro De la causa inmediata y del tratamiento específico de la tisis pulmonar y de las enfermedades tuberculosas, de Francis Churchill.

Federico Gálvez Alfonso estuvo entre los hombres de ciencia escogidos el 3 de marzo de 1861, para fundar la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana, lo cual tuvo lugar el 19 de mayo de 1861. Emigrado tras el inicio de la Guerra de los Diez Años, perdió la condición de académico. Al volver a Cuba, reingresó como académico de número el 23 de octubre de 1881. Pasó a la categoría de académico honorario el 28 de octubre de 1888. En la sesión de reincorporación a la Real Academia, 8 de enero de 1882, expresó con emoción
“…que, a pesar de esa ausencia, siempre tuvo presente a la Academia; que no cree que esta necesite de sus fuerzas y conocimientos; pero sí puede poner a su disposición la mayor voluntad para servirla en cuanto le sea posible”.
En esta institución, Federico Gálvez Alfonso formó parte de la Sección de Medicina y Cirugía, e integró la Comisión de Medicina Legal e Higiene Pública. Varias de las investigaciones que realizó aparecieron publicadas en el primer tomo del libro Trabajos de la Comisión de Medicina legal e Higiene pública de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales desde su fundación (1872). Se desempeñó por breve tiempo como catedrático sustituto de Fisiología y Patología General e Higiene en la Universidad de La Habana, pero no pudo continuar por no tener su título refrendado por el gobierno español. También fue profesor del cuerpo de Sanidad Militar de La Habana.
Reconocido como un gran cirujano, se le adjudican las primeras grandes operaciones realizadas en Cuba. La tesis para el doctorado que presentó en 1855 se considera el primer trabajo de un cubano acerca de la cesárea como proceder quirúrgico. Realizó la primera talla perineal por cálculo en 1856. Esta consistió en hacer una incisión en el vientre del paciente para extraer cálculos. La falta de desarrollo en las técnicas de asepsia y anestesia, hacían de esta intervención un procedimiento delicado, que Federico Gálvez Alfonso coronó con el éxito. Dos años después, en 1858, operó de forma feliz una elefantiasis escrotal. Un año antes había publicado el folleto Observaciones de un caso de elefantiasis del escroto, acompañada de algunas reflexiones sobre esta enfermedad (1857).
Colaboró en los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana, donde dio a conocer numerosos informes médico-legales sobre las causas de la muerte de personas en diversas circunstancias. Además, publicó “Ruptura del pulmón derecho a consecuencia de una contusión violenta, sin fractura de los huesos ni dislaceración de las partes blancas que constituyen la caja torácica; muerte instantánea; autopsia cadavérica” (1894).

Para su desempeño profesional le ayudó el dominio de varios idiomas. En varias fuentes se afirma que tradujo al español el libro De la dégénérescence physique et morale de l’espèce humaine déterminée par le vaccin (1855), escrito por el médico francés Henri Verdé-Delisle. No obstante, la traducción que se conoce de este libro fue la que realizó el médico español Félix Guerro Vidal en 1856.
El naturalista
Además de su labor como médico, Federico Gálvez Alfonso abordó otros temas relacionados con la investigación científica. Entre ellos estuvieron las ciencias naturales y la agricultura.
Un ejemplo aparece en el segundo tomo del Tesoro del agricultor cubano (1886), donde se incluyó el “Manual del Apicultor, traducido del inglés por el doctor Federico Gálvez”. De acuerdo a las pesquisas realizadas, quizás el texto base haya sido alguna edición del Manual of the Apiary (1876), publicado por A. J. Cook, del Michigan State Agricultural College. Al presentar esta obra, Francisco Javier Balmaseda planteó que Gálvez había realizado su traducción
“…al español hace algunos años en New-York para su uso, proponiéndose fundar en esta Isla, como está fundando, un colmenar bajo las reglas allí prescritas, y olvidó mencionar el autor, digno ciertamente de los mayores aplausos”.
También en este mismo volumen, se publicó “Opinión del Dr. D. Federico Gálvez, médico y entomólogo”, acerca de la célebre enfermedad de los cocoteros que hacía estragos en la región oriental de Cuba. En relación con las investigaciones que realizó, escribió Francisco Javier Balmaseda:
“El Sr. Dr. D. Federico Gálvez, médico cirujano de merecido renombre, que se dedica con éxito al estudio de la historia natural, ha descubierto en las partes blandas del cocotero un Hemíptero microscópico, cuya hembra penetrando por las telas o cañamazos que cubren la base de la penca, se adhiere a las partes tiernas del bulbo, suelta las patas, queda allí enclavada y chupando y segrega una sustancia córnea con la que construye una cubierta bajo la cual se alberga con su dilatada prole. El macho se envuelve en un capullo hasta su completa metamorfosis, tiene alas y vuela durante los crepúsculos tanto matutinos como vespertinos. Créelo el Sr. Gálvez una variedad del Coccus (cochinilla) que persigue al naranjo y sus congéneres, y es inútil decir que se presenta en cada cocotero por millones de millones”.
Acerca del tema, Federico Gálvez Alfonso participó en varias discusiones en el seno de la Real Academia de Ciencias de La Habana. En una de ellas disertó con un “Discurso sobre la enfermedad de los cocoteros” (1881), que fue considerado por Carlos Manuel Trelles como “…erudito y de positivo mérito científico”.
Otro ejemplo de sus estudios sobre ciencias naturales fue el trabajo “Curioso caso de anomalía notada en un chivo”, escrito en 1862, pero publicado en 1865. Este caso de teratología de los órganos reproductivos, le permitió hacer consideraciones valiosas para la ciencia:
“La naturaleza, que rige todos sus actos por leyes inmutables, parece complacerse a veces en ocultarlas, presentando fenómenos que se apartan tanto de lo normal, que casi pudieran inclinar nuestro espíritu a la negación de semejantes leyes, si un estudio más detenido no viniese luego a demostrar que semejantes fenómenos, lejos de oscurecer la ley, la ponen más evidente sirviéndole de pruebas”.
El patriota
Tras el inicio de la Guerra de los Diez Años, Federico Gálvez Alfonso emigró a Estados Unidos en 1869. Era un paso consecuente con su condición de defensor de la independencia de Cuba. Por ese motivo fue condenado a muerte en garrote vil y sufrió el embargo de sus bienes en abril de 1869. Regresó brevemente a La Habana en 1871, bajo vigilancia, y después retornó al seno de la emigración patriótica.
En Nueva York ejerció la profesión médica, profundizó sus conocimientos y se puso al tanto de los últimos procederes quirúrgicos. Es conocido que cuando falleció José Antonio Páez, héroe de la independencia de Venezuela, el 6 de mayo de 1873, su cuerpo fue embalsamado por Federico Gálvez Alfonso. Incluso, junto a Juan M. Macías e Hilario Cisneros, conformó la comisión de patriotas cubanos que dio la última despedida al ilustre prócer. Por aquellos días era el presidente de la Junta Revolucionaria de Nueva York. De esta etapa también se destacó otro hecho relevante, al brindar su apoyo al general Antonio Maceo a propósito de conocerse los hechos de la Protesta de Baraguá.

La muerte en La Habana
Al regresar a Cuba tras el fin de la guerra, Federico Gálvez Alfonso se consagró a su actividad como médico-cirujano. Al parecer realizó viajes a Estados Unidos de forma periódica. En los últimos años de su vida permaneció largas temporadas alejado de la ciudad, afectado por la enfermedad que finalmente lo llevó a la tumba. Aunque algunas fuentes señalan que murió en Nueva York, la realidad es que este hecho sucedió en La Habana, el 21 de enero de 1889. Así lo reflejó la prensa de la época:
“El Dr. Gálvez había residido largo tiempo en París y en los Estados Unidos, disfrutando en esos países de una envidiable reputación, consolidada en esta Isla por numerosas y afortunadas operaciones quirúrgicas. Su pérdida es no menos sensible que para su familia, para la ciencia, y afecta también a los pobres, de quienes fue generoso amigo”.

En la Real Academia de Ciencias de La Habana, al valorar la personalidad del ilustre científico fallecido, el doctor José I. Torralbas consideró a Federico Gálvez Alfonso uno de los “…más apreciables miembros de la institución…”. Alguien que había “…brillado con indiscutible mérito…”.