Entre 1855 y 1857 se publicó en La Habana el libro Los ingenios. Colección de vistas de los principales ingenios de azúcar de la Isla de Cuba.
El mentor y escritor del importante volumen fue el hacendado Justo Germán Cantero (1815-1870). El pintor de las ilustraciones que contenía fue el francés Eduardo Laplante (1818-1860), que además participó en la edición. Lo editó el litógrafo Francois Louis Marquier (1814-¿?), con quien colaboró su hermano Ulises Marquier y el técnico litógrafo Santiago Martín (1815-1895).
Razón de una obra de arte
El libro Los ingenios. Colección de vistas de los principales ingenios de azúcar de la Isla de Cuba, se publicó en La Habana, por entregas, a partir de 1855 y hasta 1857. El objetivo de esta obra fue dar a conocer
“Esos grandes focos de producción, de elaboración y cultivo de un fruto que es, hace muchos años, la primordial y más abundante fuente de la riqueza y prosperidad de este bello y deleitoso país, [pues] no han ocupado hasta la fecha ningún cuerpo de obra especial, sino cuando más algunos artículos y memorias sueltas. Nosotros hemos procurado llenar este vacío…”.

Cada entrega de Los ingenios, de periodicidad variable, estuvo integrada por cuatro ilustraciones a color con sus respectivos textos. A veces, contenían algún plano en blanco y negro, con un detalle técnico u organizativo. Se alternaban vistas interiores del ingenio, que resaltaban la vistosa tecnología, con vistas exteriores, donde el paisaje era protagonista. La primera ilustración que apareció fue “Vista general de los almacenes de Regla”, con lo que se destacó la importancia del puerto habanero y del comercio internacional para la industria azucarera cubana.
Con este libro se trasmitió la idea de que el futuro estaba en la inversión tecnológica. Los esclavos y demás trabajadores aparecen pequeños en comparación con el tamaño de las máquinas, que fue aumentado a propósito. Se les ve, lo cual no era cierto debido a su protagonismo, como meros apéndices en el proceso de producción. Permitió conocer el estado de la producción de azúcar, así como las instalaciones, maquinarias y mano de obra. Las litografías que acompañan los datos técnicos y económicos de los ingenios trasmiten una imagen idílica muy alejada de la realidad esclavista. Por esta razón, se ha señalado que
“…otro idealismo, el que caracteriza a la pulcritud con que se describe el ambiente productivo en los ingenios y la esclavitud usada en ellos, estuviese de algún modo dirigido a dar buena publicidad del mismo en los mercados del norte de Estados Unidos y, sobre todo, de Europa”.
Se ha reconocido que Los ingenios es una “…obra de arte de la edición, la litografía y la pintura y un magnífico manual de adelantada tecnología azucarera”. Las “…excelsas panorámicas litografiadas de las fábricas, sus campos y entornos paisajísticos…”, “…constituyen las más hermosas y precisas ilustraciones realizadas en la isla en su época y son por ellos básicas en la historia del arte”. Este libro ha sido considerado como “…el resultado más esmerado y bellos que han parido las prensas de la Gran Antilla”.
Debido a que se publicó por entregas y los diferentes fascículos debían ser encuadernados para completar la obra, sólo se conservan cerca de 200 ejemplares completos de Los ingenios. Esto le otorga un valor aún mayor, lo cual se suma a la calidad estética de esta joya bibliográfica.
Presencia de Matanzas
En Los ingenios, la industria azucarera matancera tuvo una fuerte presencia. De las 25 fábricas de hacer azúcar que Justo Germán Cantero incluyó en el libro, 18 estaban ubicadas en la jurisdicción matancera. Esto no fue gratuito. En 1857 la región Matanzas-Cárdenas-Colón produjo el 55,6% del azúcar cubano. Además, poseía el 37,6% de los ingenios de la región occidental y el 29,3% de los de toda la isla. De estas fábricas, las más grandes, modernas y eficientes de Cuba, el 92% poseían máquinas de vapor y 16 de ellas clasificaban entre las 21 más productivas. Todo ello estaba construido sobre la más bárbara esclavización de seres humanos traídos a la fuerza de África.
Ingenio Flor de Cuba

El primero que apareció en Los ingenios fue el Flor de Cuba, propiedad de los Sres. de Arrieta. Estaba ubicado en las haciendas de Banagüises y de Laguna Grande, cerca del paradero de Pijuán y a doce leguas de la bahía de Cárdenas. De esta fábrica de presentaron dos láminas, una de la casa de calderas y otra de una vista del ingenio, algo que no se volvió a repetir con ningún otro ingenio. La primera se describió de la siguiente forma:
“La casa de ingenio que forma cuerpo con la de calderas, encierra colocada con gusto y suma solidez una hermosa máquina de moler, de fuerza de 53 caballos ingleses nominales, que pueden dar 100 caballos efectivos, de la fábrica de Mac-Onie & Mirlees, de Glasgow, cuyos agentes en esta ciudad son los Sres. Ross y Beanes; la máquina es de balancín, montada sobre seis columnas de hierro pulido. Pone en movimiento dos trapiches, cuyas masas de 6-1/2 pies ingleses de largo y 34 pulgadas de diámetro dan por minuto 1 3/4 de vuelta, llamando particularmente la atención su rueda catalina de 30 pies ingleses de diámetro, notable por su perfecta construcción y la suavidad de su movimiento. Desde su instalación hasta la fecha no ha tenido que hacerse a dicha máquina ninguna reparación, lo cual abona y recomienda altamente la fábrica citada de Glasgow”.

Ingenio San Martín
Le continuó el ingenio San Martín, ubicado en el hato de Guamutas y a una legua del paradero de Banagüises. Su dueña era Francisca Pedroso Herrera. Según la información de Los ingenios, “…la gran máquina de moler que como todas las demás, ha sido construida en los talleres del Sr. J. F. Cail de Paris, y dirigida por el ingeniero Mr. Ducrey”.

Se mencionan, además,
“…los dos ferro-carriles en ella establecidos: uno tiene una milla de longitud, entronca en el ramal de Banagüises, y continúa hasta el interior de la casa de calderas donde llegan los carros de la empresa con los artículos de refacción y donde cargan los frutos que directamente conducen al puerto de Cárdenas; el otro de más de dos millas de largo, une los dos bateyes de los ingenios San Martin y Echavarría, saliendo de la casa de calderas del primero y terminando en la casa de purga del segundo que es donde se llevan por ahora á purgar los azúcares de San Martin”.
Ingenio El Progreso

Después está el capítulo dedicado a El Progreso, propiedad del marqués de Arcos, situado también en Guamutas. Sobre la ilustración que lo acompañó se destacó:
“La casa de calderas, que es la que representa la lámina, es una de las más hermosas de su clase; mide 116 varas de largo sobre 41 de ancho, hallándose provista de sus colgadizos y contra colgadizos. Del centro de la casa de ingenio se divisan en línea recta todos los trenes y al extremo de estos el aparato al vacío con sus condensadores. Semejante combinación, como ya lo hemos dicho, nos parece muy ventajosa por los buenos resultados que ha dado en los diferentes ingenios en que se ha puesto en planta…”.
Ingenio Álava
El célebre Álava, del conocido negrero Julián de Zulueta y Amondo, también fue incluido en el libro Los ingenios. Establecido en Banagüises, fue famoso por las innovaciones técnicas que introdujo su dueño, un conocido modernizador del capitalismo cubano. Así lo reconoció Justo Germán Cantero:
“Su dueño muy inclinado a los adelantos fabriles, fue el primero que a costa de grandes sacrificios estableció por vía de ensayo el aparato de triple efecto con tubos verticales, sistema de Derosne, hasta que convencido de la grande economía de combustible a que daba lugar, dispuso que se convirtiesen en aparatos tubulares los antiguos serpentines de Derosne, produciendo esta determinación una zafra de 20.400 cajas de 21 arrobas, resultado que puede hacerse mayor aún mediante algunos ligeros sacrificios más”.

Además de estas innovaciones, se hizo referencia a otras mejoras que caracterizaban esta fábrica:
“Como a unos cincuenta cordeles de las fábricas tiene el ingenio su represa, de mampostería muy bien trabajada, y una de las mejores de la isla en cuanto tamaño, la cual por medio de una máquina de vapor surte de agua toda la finca; finalmente todo el ingenio se halla alumbrado con gas”.
Ingenio Victoria
El Victoria, de Simón Pérez, ubicado en la hacienda de la Soledad de Bemba, fue otro ingenio matancero incluido en esta bella obra. En este caso se hizo una esmerada descripción de los trenes, conocidos como “de Ramos”, existentes en esta fábrica:
“…tan ventajosos, que no podemos dejar de hacer de ellos particular mención, siendo de desear que se adopten en las demás fincas destinadas a la producción de azúcar, tanto por su poco costo, poco más o menos igual al de los trenes jamaiquinos, como por su gran velocidad”.

Deseoso el autor de Los ingenios de suavizar los criterios existentes acerca del maltrato que sufrían los esclavos, no dejó de hacer referencia a las “buenas condiciones” que disfrutaban gracias a la “bondad” de sus amos:
“El dueño dedica una preferente atención a la propagación de sus esclavos y lo ha logrado de tal manera, que puede hacer la molienda sin emplear más tiempo que el que media entre las cinco de la mañana y las diez de la noche a cuya hora todos se recogen para descansar, inclusos los de la casa de calderas”. (…) “…lo que demuestra las ventajas que trae consigo el trato esmerado que a los negros se les da”.
Ingenio Santa Rosa

De la zona de Sabanilla del Ecomendador era el ingenio Santa Rosa, propiedad de Domingo Aldama, otro de los incluidos en el libro. Acerca de la calidad de su producción se destacó:
“El año de 1836 se le puso máquina de vapor, y el de 1849, un tren al vacío de baja temperatura, de la fábrica de los Sres. Pontifex and Wood de Londres, con el cual se hace un azúcar de tan superior calidad que el pan sale casi enteramente blanco…”. (…) “El aparato de los Sres. Pontifex and Wood es el primero de esta clase que se puso en la Isla de Cuba, y es cosa que verdaderamente llama la atención de todas las personas de gusto, tanto por su tamaño, cuanto por el lujo de su instalación”.
Ingenio Armonía
Le sigue en la relación el ingenio Armonía, situado en la hacienda Bolondrón, siete leguas al sur de Matanzas. Era propiedad de Miguel Aldama. Sobre su establecimiento se expresó:
“Trazóse esta finca con arreglo al perfecto plano a que se prestaba lo llano del terreno, adoptándose en ella los aparatos y máquinas de los Sres. Pontifex and Wood de Londres para la elaboración del azúcar, siendo en ella y en el ingenio Santa Rosa donde por primera vez se han establecido en la Isla aparatos de baja presión”.

Después de describir todo el ingenio, en especial la máquina de vapor Fawcett-Preston and C.º, y las demás instalaciones del batey, concluyó:
“La circunstancia de haber sido fomentado desde un principio según los planos trazados expresamente y copiados en parte de lo mejor que ofrecen las fincas nuevas más notables, hace que puede citarse este ingenio como modelo”.
Ingenio La Ponina

La Ponina, ingenio ubicado en las cercanías de Cárdenas, propiedad de Fernando Diago, también fue presentado en el libro. Se señaló que
“…consta de una máquina horizontal de alta presión fabricada en la fundición de West-Point en Nueva York, y de fuerza de 60 caballos, provista de dos molinos de tres cilindros cada uno con sus conductores de bagazo, y de movimiento lento, atendido que las mazas no efectúan más de 2-1/4 revoluciones por minuto. La capacidad de dicho edificio es tal que puede contener bajo su techo mil carretadas de caña, y las maderas empleadas en su construcción son todas de cedro, inclusa la tablazón del techo”.
Ingenio Monserrate

Le siguió Monserrate, del Conde de Santovenia, ingenio también localizado cerca de Cárdenas. La descripción que aparece estuvo marcada por el tono elogioso que caracteriza a Los ingenios:
“Todas las construcciones del ingenio Monserrate son de grandes proporciones; el centro le ocupa la casa de calderas de considerable dimensión y cuya forma es la de una T, disposición ventajosa a nuestro modo de ver, pues toda la parte transversal que comprende grande espacio, tiene por objeto recibir la caña cortada, funcionando en ella al mismo tiempo los dos conductores de bagazo”. (…) “La casa de purga es bellísima y puede considerarse como una de las primeras de la isla…”.
Se destacó la presencia de un aparato de gas que, mediante el chapapote, ofrece iluminación a todos los departamentos de la fábrica. Por último, se hizo mención al “…extremado aseo que en todo él reina, lo que redunda en elogio de su dueño.
Ingenio Ácana
Otro ingenio matancero fue el Ácana, de José Eusebio Alfonso, caracterizado por su “…comodidad y esmerado aseo”. Situado cerca de Cidra, en esta oportunidad apareció, en la lámina que lo acompaña y en la descripción, una mención al ferrocarril. Así lo escribió Justo Germán Cantero:
“Su posición es sumamente pintoresca a la par de todas las que se hallan en las inmediaciones de Matanzas, apareciendo vista desde el camino de hierro tal cual la reproducimos en la lámina. Contribuye al buen efecto que produce la circunstancia de ser algo ondulado el terreno y de pasar el camino de hierro por la parte superior de la cañada en que se despliega el expresado ingenio…”.

Sobre el método de fabricación de azúcar, agregó:
“En él hemos podido observar un sistema de tachos de dar punto inventado por Mr. Larroudé; dicho sistema consiste en una válvula que permite vaciar instantáneamente, es decir, en ocho segundos todo el contenido de la paila que va a caer en la refriadera. Muy ingenioso nos ha parecido semejante innovación…”.
Ingenio Trinidad
La descripción del ingenio Trinidad y la mención a su dueño, Esteban Santa Cruz de Oviedo, no podían dejar de mencionar el célebre “criadero” establecido en él:
“Junto a esta finca, y asistida con su negrada, tiene el criadero de criollos, muy cuidado por el propietario, quien consigue por esta razón un aumento de treinta negros un año con otro, mientras que la pérdida de grandes se calcula ascender únicamente a diez, cuando más, en el mismo período de tiempo”.

Situado también cerca de Sabanilla, llamó la atención, además, por su casa de purga:
“…cuadrada, de menos apariencia que comodidad, con motivo del punto que ocupa en la posición quebrada del terreno, tiene tres pisos; en los dos altos hay tinglados para azúcar, con catorce mil furos, y sobre treinta gavetas de secar azúcar blanco separadamente. Inmediata tiene su estufa de Estiger, de cien cajas diarias, que bien manejada ha correspondido perfectamente”.
Ingenio San Rafael

En la jurisdicción de Alacranes, cerca de Bolondrón, estaba San Rafael, otro de los ingenios descritos por Justo Germán Cantero. En ese momento propiedad de la familia de Ruiz y Alentado, era una “…de las mejores establecidas en aquella rica comarca”. Sobre la casa de calderas se agregó:
“…situada en el centro es de gran capacidad, muy ventilada y contenía primitivamente cuatro medios trenes: pero en vista de su insuficiencia relativa, se introdujo una modificación sustituyéndolos con dos trenes enteros y tres medios jamaiquinos. El trapiche es de Fawcett Preston y Compª. y fue montado en 1840. Hay además dos calderas de vapor, bombas, proveedoras &c. &c.”.
Vale destacar que en la ilustración que lo acompaña puede verse el cementerio del ingenio, donde eran enterrados los esclavos. Única oportunidad en que esto ocurrió en la pintura cubana.
Ingenio Intrépido
Del ingenio Intrépido, ubicado en Macurijes, parroquia de Corral Falso, que pertenecía a Miguel de Cárdenas, se llamó la atención sobre
“La máquina de moler de fuerza de 60 caballos ingleses de Mac Onie and Mirlees de Glasgow, está perfectamente construida; es vertical y se halla montada sobre seis columnas de hierro fundido…”.

Otra vez afloró, en este caso, el deseo de ofrecer una “cara amable” de la esclavitud:
“Una de las cosas que más llamaron nuestra atención durante los tres días que estuvimos siguiendo las operaciones de la finca es la armonía que guarda la alegre disposición de las fábricas pintadas de varios colores: y el contento que se advierte en los semblantes de todos los negros que forman la dotación y que se entregan al trabajo con muy buena voluntad es fácil de comprender por el buen trato que reciben. Los trabajos están tan bien distribuidos, que no fatigan al negro, pues hasta en la casa de calderas los facilitan los depósitos destinados a recibir los guarapos que deben elaborarse en seis o siete horas de noche durante las cuales los trabajadores pueden descansar. Esto unido a la buena alimentación influye en que la dotación goce de una perfecta salud”.
Ingenio Unión

Continuó Los ingenios con el Unión, propiedad de los señores Fernández, también localizado en el partido de Macurijes. Se resaltó que
“…este ingenio entró en una constante vía de mejoras progresivas principiadas con la adopción de los tachos al aire libre de Stillman, los cuales después de las consiguientes vicisitudes fueron reemplazados por los aparatos perfeccionados de Derosne y Cail, hallándose en estado para realizar su zafra de 10.000 cajas, o su equivalente de que consta actualmente su campo”.
Ingenio El Narciso
El Narciso, ingenio de la zona de Guamutas, que perteneció al Conde Peñalver, fue otra instalación azucarera matancera que se incluyó en el libro de Justo Germán Cantero. Según este autor
“El batey es bellísimo y puede tener como una caballería de extensión. Todas las fábricas son de mampostería y teja conduciendo al centro de ellas una hermosa guarda-raya de palmas de cocos. Por el número y disposición de sus construcciones asemejase más bien a una aldea que a un ingenio”.

Acerca de la fabricación de azúcar, agregó:
“Contiene un trapiche de fuerza de 25 caballos americanos de la fundición de West-Point que ha reemplazado otro más pequeño insuficiente y a consecuencia del sucesivo aumento que ha ido experimentando la finca, 3 generadoras de la misma fábrica y 3 conductores de bagazo. Los trenes están todos muy bien construidos y son sumamente veloces”.
Ingenio Concepción
Otra descripción, también enmarcada en lo idílico, fue la que se dedicó al ingenio Purísima Concepción, antes Echeverría, de Francisca Pedroso Herrera. Así se lee al referirse a
“La casa de purga, toda de mampostería, debe calificarse de magnífica y de una de las mejores de la Isla, pues a su gran tamaño, reúne excelentes maderas, elegante construcción y mucha solidez”.

Sobre la maquinaria se añadió:
“La máquina es grande y hermosa, vertical, con conductor de caña y de bagazo, de la fábrica de los Sres. Mac Onie y Mirlees de Glasgow, que tienen por agentes en esta ciudad a los Sres. Ross y Beanes. Su cilindro mide 18 pulgadas inglesas de diámetro y sus masas seis pies ingleses sobre 30 pulgadas”.
Ingenio Santa Teresa

Del Santa Teresa, antes Agüica, en el partido de Palmillas, cuyo propietario era el Conde Fernandina, señaló:
“Las construcciones de este ingenio son magníficas y se empezaron desde el principio en una escala gigantesca. El lugar ocupado por el batey, es un cuadro de 1-1/4 caballería de tierra sobre el cual se distribuyeron las varias fábricas del ingenio, casa de calderas, de purga, de bagazo, barracón, sierra de vapor, enfermería y casa de vivienda”. (…) “El aparato de gas, puesto en el año de 1853, funciona perfectamente y alumbra todas las casas del ingenio y hay varias linternas en el batey y el trapiche. En el centro hay un palomar con un tanque para dar agua a la boyada. La organización de este magnífico ingenio respira a la vez en su conjunto, mucho gusto, lujo y grandeza”.
Ingenio Tinguaro
El último ingenio matancero que apareció en el libro de Justo Germán Cantero fue el Tinguaro, propiedad de Francisco Diago. Acerca de esta industria, señaló:
“…este ingenio es nuevo, y su propietario no ha podido todavía llevar a cabo en él todas las mejoras que tiene en proyecto, a pesar de hallarse montado bajo un pie sumamente satisfactorio. Fácil es advertir desde luego en el conjunto mucho gusto y muy buenas disposiciones y esmero en el cultivo de la caña. Cuatro guardarrayas diagonales atraviesan el terreno, y la proximidad de los ferro-carriles facilita en gran manera el tiro del fruto”.

Tras comentar sobre los diferentes aparatos existentes para la fabricación de azúcar, terminó la descripción con el párrafo siguiente:
“Concluiremos, pues, llamando la atención sobre la casa de vivienda, que es la que en primer término se divisa en la lámina, la cual, aunque no de grandes dimensiones, se halla embellecida por un jardín muy bien cuidado y por una huerta muy hermosa, demostrando ambos el buen gusto del dueño de la finca”.
Además de los sitios ya mencionados, en Los ingenios apareció una descripción del Valle de la Magdalena, localidad matancera. Esta fue acompañada de la lámina correspondiente, que es bellísima. Justo Germán Cantero lo consideró “…digno de atención por su extremada fertilidad como por los pintorescos paisajes en que abunda”.

Visto desde una altura, el paisaje hizo palidecer de emoción al autor de Los ingenios:
“Espectáculo más vasto e interesante, empero, ofrece a la vista del espectador el magnífico panorama que se despliega a sus pies contemplado desde lo alto de la loma del Paraíso. Imagine el lector un espacio de cinco leguas de extensión en un terreno ligeramente ondulado por verdes collados, y en el cual descuellan a manera de oasis en un desierto de verdor, los graciosos grupos de árboles que forman los aislados bosques coronados de esbeltas palmas, y los pintorescos edificios de un inmenso número de ingenios, limitando todo en el fondo la ciudad de Matanzas, la bahía con sus buques y finalmente el mar con su insondable inmensidad. Ante tan grandioso cuadro que da una perfecta idea de la rica vegetación de los trópicos, el hombre conoce su pequeñez y se admira de que durante su breve existencia puedan dominarle tan altas aspiraciones”.
Al final del libro Los ingenios aparecen varios planos de diferentes aparatos utilizados para fabrica azúcar. Algunos pertenecen a ingenios matanceros: Flor de Cuba, San Martín, La Ponina, Armonía y Álava.
El libro Los ingenios fue un acontecimiento editorial en la Cuba de entonces. Aún hoy se considera el libro más lujoso impreso en el país. Dedicado a elogiar la industria azucarera cubana, además de ofrecer una imagen idílica de la criticada esclavitud, reflejó en sus páginas el principal renglón económico matancero. Los datos y descripciones que contiene, permiten escudriñar el precio de la opulencia que se disfrutó, por décadas, en la Atenas de Cuba.