El matancero José Tomás Cartaya fue un joven médico con una obra brillante en la historia de la medicina cubana.
En Matanzas se educó y vivió sus primeros años José Tomás Cartaya Zamudio. Había nacido en Cádiz el 14 de julio de 1881. A corta edad se radicó en la Atenas de Cuba, ciudad natal de sus padres.
Estudió en el colegio El Siglo, donde cursó las primeras letras y sobresalió por su aplicación e inteligencia. En 1891 ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas para cursar el bachillerato. La situación política de Cuba hizo que su familia se trasladara a Estados Unidos, lo cual interrumpió esos estudios.
Una vida de esfuerzos
Ya huérfano de ambos padres, alcanzó el título de Bachiller en Artes en La Habana en 1898. Se graduó de Doctor en Medicina, en la Universidad de La Habana, en 1903. Para ello contó con la ayuda económica de un amigo de la familia, Don Ramón Pelayo, a quien consideró un padre afectivo.
Sobre la carrera universitaria de José Tomás Cartaya dejó este testimonio uno de sus amigos, el Doctor Octavio Montoro:
“El carácter de Cartaya se templó durante sus estudios. No tienen ni pueden tener el mismo espíritu, el mismo valor para vivir la vida; el que crece y se educa en medio de las fáciles y cómodas condiciones del hijo adinerado, que el que joven y solo, tiene que luchar para llevar a cabo sus ideales y aspiraciones contra el medio indiferente u hostil y la pobreza. Cartaya, señores, luchó bravamente hasta alcanzar su título, en el año de 1903, es decir, a los 22 años de edad.
Es curioso anotar que, durante el curso de su carrera universitaria, Cartaya fue un estudiante que obtuvo muy pocos sobresalientes. Este hecho causaba admiración en sus compañeros, testigos de la seria labor que Cartaya realizaba durante todo el año. Él era un alumno eminente para sus condiscípulos, aunque no lo fuese para sus profesores.
No ha sido Cartaya una excepción en esto, sin embargo. El que más tarde brilló y sobresalió en el ejercicio de la profesión en el Laboratorio y en el Hospital, no llamó nunca sobre sí la atención como estudiante. (…)”.
“Quizás también, ese injusto trato universitario que recibió Cartaya fue acicate para que continuase siempre, cada vez con mayores entusiasmos, en la labor de sus estudios. La crítica exagerada de sus trabajos, le sirvió más que nada para alentarlo en la lucha; que si, por el contrario, se le hubiera declarado «urbi et orbe» «Eminencia», mediocre estudiante hubiérase quedado para toda su vida, que es error grave y que perjudica, ensalzar demasiado a los que empiezan, que el éxito fácil no estimula y que, recordando a Pope, podemos decir, que cuando menos, el elogio inmerecido, no es más que el disfraz de la sátira.
A Cartaya la crítica sólo le estimuló para perfeccionarse”.
Para profundizar los conocimientos sobre medicina y estar a tono con las tendencias mundiales en la epidemiología, José Tomás Cartaya continuó sus estudios en The London School of Tropical Medicine. En este centro trabajó como médico, a propuesta de los doctores Edwar Wilson y de Guy Ruata. Después hizo una estancia en el Bellevue Hospital y Medical School, de New York. En ambas instituciones médicas profundizó en temas sobre parasitología y enfermedades tropicales.
Al regresar, se desempeñó como ayudante de Bacteriología en el Laboratorio Nacional, donde aplicó los nuevos aprendizajes. Allí trabajó junto a los doctores Juan N. Dávalos, también matancero, e Ignacio Calvo. Representó la nueva hornada de médicos cubanos, que se formó bajo la sabia guía de Carlos J. Finlay y Juan Guiteras.
Ocupó la vicedirección del Hospital Las Animas durante doce años. En varias ocasiones debió sustituir provisionalmente al Dr. Juan Guiteras como director. Trabajó intensamente en el Laboratorio de Las Animas, donde dio continuidad a la labor investigativa de grandes figuras de la medicina cubana.
Tomó parte activa en la lucha contra todas las epidemias que afectaron Cuba en aquellos años: peste bubónica, cólera, meningitis cerebro-espinal, poliomielitis, tifus exantemático, escarlatina, difteria, viruela, entre otras. Junto a Juan Guiteras y Arístides Agramonte, refutó el supuesto parásito de la fiebre amarilla enunciado por el doctor Harald Seidilin.
Viajó por toda Cuba como miembro de comisiones sanitarias, pues fue un gran estudioso de las epidemias, su tema predilecto de investigación. Se le consideró uno de los mejores discípulos de Carlos J. Finlay y “…el más fiel propagandista de sus doctrinas”.
A José Tomás Cartaya se le nombró, a sugerencia de Juan Guiteras y otros colegas, miembro de la Comisión Nacional de Cuba en el Congreso Internacional de Tuberculosis. El doctor Arístides Agramonte, lo propuso como miembro fundador de la Sociedad de Medicina Tropical de Cuba. Además, a sugerencia de Finlay, fue vocal en la comisión organizadora de las juntas anuales de la American Public Health Asociation.
Realizó trabajos con el doctor Henry E. Viereng, que le dieron gran renombre en el gremio médico. Las investigaciones que acometió en colaboración con C. M. Weyon en el Welcome Bureau of Scientific Research, de Londres, sobre los eritrocitos de los conejillos de Indias y su relación con el parásito de la fiebre amarilla, fueron muy reconocidas.
Ciencia por el mundo
Tres diferentes comisiones se le confiaron a José Tomás Cartaya entre 1908 y 1911. Primero, recorrió Haití y Santo Domingo, para informar sobre la higiene pública en esos países. Después, fue enviado por el gobierno cubano para estudiar la existencia de la peste bubónica en las Islas Canarias.
También fue comisionado en 1910 para visitar los lugares infectados por el cólera morbo asiático. Viajó junto al doctor Spinier, del U. S. Marine Hospital Service, por los puertos de la costa norte de Alemania. Trabajó en los hospitales militares de Kiel y de Lubbeck. En esos lugares realizó trabajos sobre aglutinación de gérmenes en las diversas enfermedades contagiosas, que fueron muy elogiados.

Investigó en los hospitales de Bremen, Rotterdam, Amberes, Riga, San Petersburgo, Libau y Havre. En Italia colaboró en la extinción del cólera en Nápoles. Para ello recorrió toda la península, el Piamonte, Mónaco y la meseta del Ródano. Por las habilidades y dedicación que demostró en esta comisión, el doctor Trautman, de Alemania, lo consideró un “virtuoso del microscopio”.
Otros lugares que visitó fueron Andorra y Rusia. Luego fue a España y recorrió todo el norte y el este de la península, las Islas Baleares, Marruecos, Senegal, Portugal, las islas de Cabo Verde, Puerto Rico y las Antillas Menores. En todos estos lugares ganó justa fama por su labor científica y la modestia de su carácter. Parte de la labor realizada, fue recogida por José Tomás Cartaya en “Informe sobre el cólera en Italia” y “Peste bubónica en las Canarias”. Ambos informes fueron publicados en el Boletín de Sanidad en 1911.
Al regresar a Cuba, José Tomás Cartaya formó parte de la comisión creada para estudiar las medidas profilácticas necesarias durante la epidemia de dengue de 1915. También estudió, por encargo del IV Congreso Médico Nacional, las ventajas y contraindicaciones de la medicación intravenosa. De espíritu enciclopédico, profundizó en las enfermedades nerviosas y fue médico de esta especialidad en el Dispensario Tamayo. Aunque aspiró a ella, no pudo acceder a la cátedra auxiliar de Enfermedades Nerviosas y Mentales en la Universidad de La Habana.
En la Revista de Medicina Tropical dio a conocer buena parte de los resultados de las investigaciones que realizó. Fue muy elogiado el artículo “Tripanosomas y espirilos. Contribución al estudio del Tripanosoma Lewisi» (1904). Con Mario García-Lebredo publicó “Las infecciones secundarias en la fiebre amarilla” (1906) y con Juan Guiteras el estudio “El dengue en Cuba. Su importancia y su diagnóstico con la fiebre amarilla” (1906).
Junto al destacado bacteriólogo Juan N. Dávalos, fue autor de “Consideraciones sobre la etiología de ciertas enfermedades infecciosas. Autopsia de un caso de septicemia hemorrágica con examen bacteriológico” (1909), trabajo que había leído en la Sociedad de Medicina Tropical, el 26 de enero de 1909. Con Dávalos también escribió “La tuberculosis bovina en Cuba” (1909).
Otro ejemplo de los resultados de la colaboración que sostuvo José Tomás Cartaya con sus colegas, fue la comunicación “Meningitis cerebro espinal epidémica. Su tratamiento por el suero antimeningococcio” (1916). Se publicó en la Revista de Medicina y Cirugía de la Habana, junto con el doctor Alberto Recio. Igualmente, Cartaya y el doctor Ignacio Calvo fueron autores de la reseña “Descripción de un germen patógeno aislado del agua” (1904), que apareció en la revista Crónica Médico Quirúrgica de la Habana.
Fue autor de unas “Consideraciones sobre un caso de disentería. Inspección amébica y bacilar del intestino”, que publicó en la revista Archivos de la Policlínica. Otro trabajo, “Profilaxia del cólera y de la peste bubónica” (1911), se dio a conocer en las páginas de los Archivos de la Sociedad de Estudios Clínicos. Con Ignacio Calvo escribió “Estudio comparativo de los bacilos tipo humano y tipo no humano” (1910). La ponencia que presentó al Tercer Congreso Médico Nacional fue “Administración intravenosa del suero antidiftérico” (1914).

También publicó trabajos en el Boletín de Sanidad. Entre ellos “Nueva filaria y otros parásitos en la sangre del murciélago. (Artibeus perspeciliatus)” (1910) y “Pneumonía en Los Palacios” (1911). Además, “Consideraciones sobre algunos casos de fiebre tifoidea de larga duración” (1912) y “Estudios en sangre de muermo. Glóbulos rojos nucleados” (1912). En la misma revista aparecieron los artículos “Nota preliminar sobre el agente productor del tracoma” (1909), que escribió junto a Carlos E. Finlay, y “Un caso de tifus exantemático importado en el Hospital Las Animas” (1911), con J. A. Taboadela (1911).
La muerte prematura
En la plenitud de su talento, José Tomás Cartaya murió de un ataque cardíaco el 28 de febrero de 1917, a los 35 años de edad. Cuando le sorprendió la muerte tenía varios proyectos científicos y estaba en vísperas de contraer matrimonio.

En el artículo que el doctor Mario García-Lebredo, uno de sus grandes amigos, le dedicó a José Tomás Cartaya en la revista Bohemia, expresó:
“Tres cultos llenaban su corazón: el recuerdo de su padre, también muerto joven y ya viudo: su ciudad natal que amaba como la aman todos los que en ella nacen: Matanzas; y, Guiteras, al que tenía cariño filial, y respeto de discípulo no quebrantado por años de labor conjunta”.
“Cartaya muere joven; en su corta vida quizás no fue feliz, y no lo fue, justamente, por carácter no hecho a la lucha encarnizada, sino propenso al aislamiento de toda esfera de acción turbulenta. Y es dolorosa esa vida, y esa muerte prematura que trunca una existencia laboriosa patentizada en gran número de trabajos e informes, quedando del infortunado y querido amigo, recuerdos de cosas tristes: de una infancia de orfandad, de una juventud de lucha, de una muerte repentina en plena edad viril… ¡Duerma en paz!”.

La Sociedad de Historia Natural Felipe Poey, de la que fue miembro, consignó en el obituario dedicado a José Tomás Cartaya:
“…arrancado al afecto de los suyos prematuramente, a los treinta años de edad, cuando—a juzgar por las pruebas que dio en el campo de la microscopía biológica relacionada con la etiología de los procesos infecciosos y de la patología experimental—tan hermoso fruto prometía y días de satisfacción para su patria amada. Descanse en paz quien debió, por sus méritos, vivir largamente la existencia que en justicia corresponde a los espíritus cultos y buenos”.
Tras esa prematura muerte su hermano, el también médico Eduardo Cartaya, creó el Premio José Tomás Cartaya para el mejor estudiante de medicina en la asignatura Microbiología. Este consistía en el regalo de un microscopio. En 1961, la Resolución Ministerial 247 del Ministerio de Salud Pública, le dio el nombre de José Tomás Cartaya Zamudio a una de las salas del Hospital Antiinfeccioso de La Habana, antiguo Hospital Las Animas, hoy Hospital Pediátrico de Centro Habana.(LLOLL)