La madre enfermera ingresa a la sala, con nuevos hijos necesitados de manos hábiles y sanadoras. Ella cura al convaleciente y permite que la magia de la medicina haga por ellos, mientras los otros retoños esperan en casa, impacientes por su regreso.

“Soy enfermera desde el año 1973, madre y abuela de una nieta de cinco años”, dice la doctora en Ciencias de la Enfermería Marlén Secada Jiménez. Ella lidera la Sala de Neurocirugía del Hospital Clínico Quirúrgico Docente Faustino Pérez, de Matanzas.

«Amo la enfermería, lograr que el paciente evolucione favorablemente. En estos momentos tengo 66 años, me preguntan cuándo me voy a jubilar y cuesta trabajo interiorizarlo. Solo pido disponer de la capacidad física y mental para poder seguir aportando”.

Marlen es considerada, por sus compañeros, como una de las enfermeras más valiosas de la medicina matancera.

En la Sala de Hematología del mismo centro, labora por guardias de 24 hora la joven de 30 años Anabel Castillo Rodríguez, licenciada en Enfermería desde el 2015. Los pacientes que ingresan en ese cubículo demandan de cuidados intensivos y de expectación constante.

A los enfermos se les trata con quimioterapia. Si sufren recaídas ingresan por tiempo indefinido, y allí permanecen hasta que mejoran o, desgraciadamente, fallecen.

Los padecimientos derivados de afectaciones en la sangre resultan extremadamente severos, y el índice de mortalidad en la sala es alto.

«Queda cierta satisfacción de la familia con nosotros, el personal médico, pues agradecen el trabajo que hacemos por ayudarlos. Es triste, pero te reconforta saber que hiciste lo más que pudiste.”

Anabel trabaja en el Hospital Faustino Pérez desde el 2018.

Una sonrisa se escapa de la boca de Marlen cuando le preguntas por su nieta. La niña de 5 años vive con su padre, hijo de la enfermera, en el municipio sureño de Jagüey Grande.

“Nos comunicamos a diario, me mantiene informada de las materias que aprende en la escuela: los trazos, las figuras geométricas, las letras. A ella le es agradable informarme y para mí, un regocijo”.

Marlen con su nieta cuando tenía tres años en Jagüey Grande.

Anabel deja al cuidado de la abuela a la pequeña Anyeli cuando marcha al trabajo. Hablando sobre el tema la enfermera abre los ojos al decir “es duro separarme de mi hija por 24 horas y a tanta distancia”. La familia vive en el Consejo Popular Canímar, barrio ubicado en la periferia de la ciudad yumurina.

Anabel y Anyeli

“Claro que es un reto, pero ella me impulsa. Lo más grande que le puede suceder a una mujer es traer un niño al mundo, y soy feliz en la vida porque ella existe.”

La enfermera, como la madre, vigila, cuida, sana y acompaña. Parece que a fuerza de semejanzas las fechas de celebración de las madres y la enfermería permanecen tan cercanas en el calendario: 12 de mayo, Día Internacional de la Enfermería, segundo domingo de mayo, Día de las Madres. (ALH)

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