“La enfermería es como una manía, una fiebre en la sangre, una enfermedad que una vez contraída no se puede curar. Si no fuera así, no habría enfermeros.”
La definición hecha por la escritora Mónica Dickens, quien fungió como tal durante la II Guerra Mundial, describe bien la manera en que actúan estos profesionales en Cuba para quienes brindar salud, prevenir, curar, acompañar, es un credo que escogen por vocación.
Por más que se les dediquen palabras de elogio, que se les reconozca su labor durante una fecha determinada en el calendario, nada sería suficiente para retribuir su desempeño, consagración y desvelo, aun en medio de difíciles condiciones.
Sobran las evidencias. Han permanecido lo mismo en la zona roja que en las comunidades, respaldando los más diversos programas de salud, o en otras tierras hermanas brindando sus servicios.
Por su profundo humanismo, cuentan con la admiración y el respeto de este pueblo, pues al igual que nuestros galenos, no se pertenecen. Apenas tienen tiempo para la familia, ni siquiera para los hijos pequeños. Cuando el deber llama, sin pensarlo, acuden.
La italiana Florence Nightingale, fundadora de la profesión y a quien se le dedica esta fecha, dijo: “La enfermería es un llamado superior, un llamado honorable (…) El honor radica en el amor por la perfección, la consistencia y en el trabajo duro para conseguirla.”
Honorables son nuestras enfermeras y enfermeros, porque además de cuidar y asistir, también investigan, dirigen y enseñan. Por eso al hablar de la Salud Pública en Cuba es imposible dejarlos de mencionar. (ALH)