En un espacioso salón de la Facultad de Ciencias de la Cultura Física, su figura sublime se erige como un símbolo de dedicación y amor por la educación y el deporte. Con 76 años, Norma Sainz de la Torre León nos comparte momentos de su trayectoria con una mezcla de nostalgia y orgullo.
“Soy graduada de profesora de educación física del primer curso de la Escuela Superior de Cultura Física (ESPF) en La Habana”, dice, su voz resuena con la experiencia acumulada a lo largo de los años.
Norma rememora cómo se construyó esa escuela, un lugar donde “la mayoría del claustro de profesores eran extranjeros”. Esto le abrió las puertas a oportunidades únicas: “Cuando nos graduamos, los mejores expedientes fuimos a hacer maestrías y doctorados a los antiguos países socialistas. A mí me tocó por suerte la República Democrática Alemana , que era uno de los países más avanzado en las ciencias aplicadas al deporte. Me hice especialista en psicología del deporte”.
Desde 1973, cuando la ESCF Comandante Manuel Fajardo se transformó en el Instituto Superior de Cultura Física, Norma ha sido parte integral del desarrollo educativo y deportivo en Cuba.
“En el año 82 comencé a trabajar en la facultad en Matanzas. Y desde entonces estoy aquí”, comparte. De los 57 años de trabajo, 40 han sido dedicados a la educación superior, su compromiso es inquebrantable.
La psicología del deporte es una de sus pasiones. “Es una materia fascinante”, afirma con entusiasmo. Pero su labor no se detiene ahí. “En la actualidad yo doy además inteligencia emocional, (…) y que es muy necesario”, explica. Para ella, esta asignatura es crucial: “En épocas de crisis, el egoísmo impera y es necesario que la gente reconozca sus errores y sus fortalezas para ser mejores personas”.
Norma reconoce poseer un temperamento colérico que le resulta difícil dominar, especialmente ante las injusticias. “Me cuesta mucho trabajo controlarme cuando se comete a mi alrededor cualquier tipo de bajeza”, afirmó.
En su vida laboral ha enfrentado muchos desafíos: “Fui fundadora de escuelas en las montañas. Estuve en escuelas durante un año que eran en casas de campaña, sin agua, sin baño, teniendo clases debajo de las matas”.
Sin embargo, hay un dolor clavado en su pecho que siempre la acompañará: “Yo fui psicóloga que aplicó pruebas a los muchachos del equipo de esgrima que la CIA hizo que explotaran en el aire en el viaje de Barbados a La Habana. Esa pérdida me dolió mucho. Cinco de esos muchachos estaban en mi aula; eran alumnos míos”.
Como psicóloga, ha aplicado sus conocimientos en una amplia gama de disciplinas deportivas, desde el béisbol hasta la esgrima. Con orgullo recuerda su labor “ con equipos nacionales, como Las Morenas del Caribe, y también aquí en Matanzas, con el béisbol de los Citricultores, el año en que ganaron el campeonato”.
Norma posee una vocación innata para la enseñanza: “Donde yo mejor me siento es en un aula”, confiesa con una sonrisa, aunque es consciente de que su trayectoria docente se aproxima a su fin. “Ahora estoy llegando a los últimos momentos de mi carrera. Físicamente no puedo más”, admite con franqueza. El tiempo, un glaucoma avanzado, atentan, pero permanece firme en la facultad impulsada por la convicción de que “aún les soy útil y un poquito necesaria”.
Tomado del perfil de Facebook de Universidad de Matanzas
