Desde que pisó por primera vez una cancha de fútbol, este deporte lo acompaña a cualquier sitio. Es una especie de amuleto o conexión terrenal. A sus 48 años, Odelín Molina no concibe la vida sin el más universal de los deportes.
Quizá no nació en Europa, rodeado de grandes estadios o con un balón como primer regalo de cumpleaños, pero ha logrado escribir su propia historia en un país del Caribe. La constancia y el esfuerzo han sido las claves.
“Mi sueño de niño siempre fue ganar. Era muy activo y eso hizo que pasara por diferentes deportes como béisbol y voleibol hasta llegar al fútbol, deporte al que le dedicaría toda mi vida.”
El pupilo de Tomás Vigil en el Combinado Deportivo 26 de Julio en Santa Clara, a los 11 años se decantó por la portería. Cuenta que fue en un torneo escolar donde su nombre no aparecía en la lista inicial de jugadores, pero faltaba el portero. A partir de ese día siempre llevaría los guantes.
De los inicios
Aún recuerda al pequeño inquieto que soñaba con visitar la tierra de Maradona, su debut con el Expreso del Centro o las primeras atajadas vistiendo la casaca de los Leones del Caribe.

Su paso por las categorías inferiores tuvo el pináculo en 1991, cuando Molina integra la selección cubana que asiste a la Copa Mundial de Fútbol sub-17 con sede en Italia. El equipo antillano ancló en el sótano de la lid universal tras derrotas frente a Uruguay, Ghana y España, estos últimos, campeón y subcampeón respectivamente. Tres años más tarde regresaría a casa con su primera medalla internacional: el metal bronceado de los Juegos Centroamericanos y del Caribe Ponce 1993. Estaba en el camino.
“Después de aquella experiencia mundialista y luego de ganar la primera categoría provincial siendo juvenil, me promueven para el equipo grande de Villa Clara. Fue un gran impacto el primer año que participé en la Liga Nacional. Con apenas 18 abriles estaba junto a grandes jugadores, de gran físico e historia. Era extremadamente delgado, pero me vieron condiciones y pude mantenerme en el equipo.”
“Vertiginosamente llega mi primera convocatoria con la selección cubana de mayores en 1995. Fue una experiencia bonita, pero también muy dura. Me tocó compartir vestuario con futbolistas hechos y probados, incluyendo a Fernando Griñán, un hombre que ya era el guardameta titular cuando yo tocaba mis primeros balones en Santa Clara. Representó un honor inmenso y a la vez un reto extraordinario.”

Casi dos décadas con la Absoluta de Cuba le llevó a disímiles escenarios. Ganó el histórico título de la Copa del Caribe en 2012 y disputó todos los procesos eliminatorios hacia la Copa Mundial de la FIFA desde 1998 hasta su retiro, con balance de 9 victorias, 5 empates y 11 derrotas según datos del ente universal. Además, participó en cinco ediciones de la Copa Oro de la Concacaf y alcanzó la cifra de 122 partidos defendiendo los colores patrios, récord para un jugador cubano.
“Creo que en todo ese tiempo el equipo cubano pudo haber logrado mucho más. Entrenábamos demasiado y jugábamos muy poco. Si los dirigentes del deporte hubiesen sido algo más ambiciosos a la hora de planificar las competencias, pienso que los resultados también hubiesen sido mucho mejores. Más allá de participar, había calidad para avanzar, sobre todo en América. Nuestra generación se fue frustrando con el paso de los años, algunos comenzaron a desmotivarse y otros desertaron.”
“Aunque tenía condiciones para jugar en cualquier liga y probarme a nivel profesional, siempre fue un orgullo vestir la chamarreta del equipo cubano. Nunca pensé en desertar de una delegación o abandonar la selección. Llevar el brazalete constituyó un compromiso que me motivaba a esforzarme más, a dedicarme a los entrenamientos y dar lo mejor de mí en cada partido como ejemplo para mis compañeros. Intenté ser el guía del equipo en todo momento, en las buenas y en las malas”.
La estirpe sobre la cancha hace que su nombre sea infaltable en la lista de grandes porteros cubanos. Junto a José Francisco Reinoso, Inocente González, Ricardo Naya, Alexis Revé, Eugenio Cabrera, Antonio Lanza y Eduardo Corrales, Odelín integra un selecto grupo de leyendas bajo los tres palos. El deporte le ha otorgado un sinnúmero de alegrías, pero todo no fue color de rosas para el arquero cubano.

“En el año 2008 me dejaron fuera de la selección nacional sin explicación alguna. Fue un momento muy triste que quisiera olvidar de mi carrera deportiva. Coincidió con la entrada al banquillo cubano del entrenador alemán Reinhold Fanz y mi recuperación de una lesión en la columna. Los técnicos criollos alegaron que no tenían responsabilidad y borraron toda mi historia y el peso del brazalete por más de una década. Para suerte de todos, el asunto se aclaró y regresé nuevamente a defender la portería del equipo”.
El 20 de julio de 2013, el capitán cubano se despedía de la “última valla” en un partido ante Panamá correspondiente a los cuartos de final del máximo torneo de la región. Cuba caería goleada 6 goles por uno ante el conjunto canalero en el Georgia Dome de Atlanta, con la despedida al guardameta de 38 años.
“Mi retiro fue muy amargo. Aunque colgué los guantes cuando quise hacerlo, no dejó de ser un momento doloroso. Cuando vi que mis condiciones físicas iban mermando, decidí retirarme y darles la oportunidad a muchachos jóvenes que venían empujando. Luego, con 42 años estuve en Antigua y Barbuda jugando para el Parham FC. Fue una ocasión muy interesante, la cual tomé como diversión pues hacía más de 2 años que estaba trabajando en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) de Villa Clara. Junto a Yenier Márquez, Marcel Hernández y los hermanos Colomé, disfruté la aventura de jugar en una liga mucho más organizada que la nuestra.”
Del fútbol cubano actual, legionarios, directores y otros demonios…
“El futbolista cubano es fuerte, rápido, inteligente y tiene buen somatotipo. Sin embargo, nuestros métodos de enseñanza están desactualizados con respecto al balompié que se juega en el resto del mundo. Urge capacitar a los entrenadores en todas las áreas, pues el problema radica en la base, la cual es pésima. Carecemos de formadores, de balones, implementos y buenos terrenos. No se puede pedir resultados en torneos internacionales cuando hay tantas deficiencias en la academia. Con deseos no basta para sacar adelante nuestro fútbol”.

La llegada a la selección insular de jugadores que intervienen en ligas foráneas puso a soñar a la afición tricolor con el avance a la máxima instancia de la eliminatoria mundialista. Sobre la utópica clasificación a una cita del orbe, Odelín Molina tiene sus propias consideraciones.
“Hay que ser objetivos: Cuba está muy lejos de clasificar a un Mundial. Faltan detalles que no se pueden pasar por alto. Para soñar en una Copa del Mundo es necesario llamarse a la unidad nacional, evitar diferencias entre deportes y halar todos hacia un mismo lado. Se cree que porque se ven por televisión las principales ligas de Europa, sabemos mucho de fútbol, pero este deporte es mucho más que eso. En la actualidad el fútbol es una maquinaria de marketing e inversiones en constante movimiento. Estamos alejados de la realidad, porque no es posible que los países inviertan millones en el deporte y nosotros con arreglar una escuela y construir dos estadios ya soñemos en una cita del orbe”.
“Sobre el tema de los legionarios, el interés tiene que venir del fútbol cubano como entidad. No puede ser que el jugador en otra liga sea el preocupado por representar al país. Los encargados deben ocuparse por rescatar esos muchachos que juegan en cualquier lugar del mundo y que tienen la intención de vestir la camiseta. Sería beneficioso para los futbolistas, para el equipo y para la propia Asociación de Fútbol de Cuba (AFC)”.
A fines de 2000, el técnico peruano Miguel Company aceptó dirigir al combinado cubano, cuya llegada al banquillo nacional coincidió con un resurgir del fútbol en esta década. Bajo la batuta de Company la selección logró clasificarse consecutivamente a cuatro Copas de Oro entre 2002 y 2007.
“Tuve la dicha de estar dirigido por el profesor Company. Creo que ha sido lo mejor que ha pasado por Cuba desde el punto de vista táctico, pues enamoraba a los jugadores con sus lecciones de fútbol. Ahora mismo traer a un preparador extranjero no sería la mejor opción. Además de la lógica inversión que conllevaría, intuyo que sería alguien que se identifique con nuestro proyecto de fútbol y con el proceso cubano”.
“La solución no es un cambio de técnica o de alineación, sino la mentalidad que usan nuestros preparadores. Convendría capacitar a jóvenes que conocen mucho del deporte, prepararlos en otros lugares del mundo y luego utilizar esos conocimientos a favor del fútbol cubano. Para eso hace falta interés de los directivos y emplear adecuadamente los recursos en áreas que de verdad lo necesiten, algo que no ocurre hoy. Todo depende de los encargados del balompié en la Isla”.

Odelín Molina: una vida por el fútbol
“Hay que lograr que nuestra selección sea competitiva. No interesa el rival, lo importante es la cara que se muestre. Mejorar el torneo nacional puede ser un gran paso para que los jugadores cubanos logren horas de fútbol y ritmo de juego, porque actualmente la liga doméstica no es medidor para nadie. Hay que trabajar mucho para llenar otra vez el estadio, crear expectativas y que los fanáticos sueñen con el fútbol de Cuba.”
Dedicado al entrenamiento de jóvenes cancerberos en el conjunto cubano sub 20, Odelín está convencido que solo el trabajo, la superación y el rigor constituyen las llaves para abrir las puertas de sus sueños.
“Quiero explotar todo mi potencial y el liderazgo que me dio la posición de portero. No es mi intención encapricharme solo en el entrenamiento de arqueros, pues es una posición con grandes problemas a nivel de país. Deseo dar un paso más y quién sabe lo que depare el futuro. Estoy contento, pero no satisfecho con lo que hago, porque puedo lograr grandes cosas aún. No me arrepiento nunca de trabajar para el fútbol”.
Todavía rememora los destellos de una carrera longeva y brillante en la portería. Acomoda la barrera de defensores, mientras salta y abre los brazos para intimidar al jugador contrario, que cobrará la falta de tiro libre a metros de los tres palos. La pelota es enviada en busca del primer poste, roza la muralla humana y Odelín Molina saca la manopla para salvar las redes. El balón otra vez está en sus manos para mandarlo a volar bien lejos de su arco. Comienza todo de nuevo. (ALH)