Cuando se hable del teatro matancero y cubano en general, un nombre no puede faltar entre tanta pléyade de artistas. Con el cándido rostro y su estatura pequeña, diametralmente opuesta a su poder histriónico, Miriam Muñoz Benítez engalana las tablas de cualquier escenario, ya sea nacional o foráneo.
“Desde pequeña realicé muchas cosas: canté, bailé, hice circo, estuve en la radio; pero el teatro me atrapó, pues en él puedo expresar desde un escenario mi forma de pensar a través de una manera diferente a esa que la gente usa para discutir en la calle un problema de cualquier índole. Esa libertad me enamoró del teatro.”

Con alrededor de seis décadas de su vida dedicados al arte de las tablas, la actriz pondera el trabajo con las nuevas generaciones y en cada taller o conferencia que imparte piensa en la salud de las artes escénicas en Cuba.
A la escena, Miriam Muñoz
“Me interesa mucho la continuidad del teatro dramático en esta ciudad, pues desde tiempos inmemoriales Matanzas ha estado ligada a esta modalidad y en la actualidad veo que se ha depauperado el estado de dicho género teatral. La desintegración de grupos enteros, la mala calidad de otros y el éxodo de actores muy talentosos atenta contra el bienestar de esta manifestación artística.”

A sus casi 78 años, de su fisonomía aún emerge brillo cuando se refiere a uno de sus grandes amores: su profesión. Su cuerpo cobra una nueva identidad cuando lentamente sube al escenario, maquilla el rostro tras bambalinas y sobre la escena desentraña lo más recóndito de un personaje.
Una familia con hijos, nietos y hasta bisnietos; una profesión que aunque a veces polémica representa una pasión; y una ciudad llena de encantos y misterios por descubrir, alega son algunas de las tantas alegrías que la vida le ha deparado. Mirita, la actriz y directora de Teatro Icarón, vive sin penas la vida de una consagrada profesional de las tablas cubanas y que, según sus propias palabras, no deja a este país ni a Matanzas, como Carilda, por nada del mundo.