Abuela Marta ha sido siempre el núcleo de la familia, la única capaz de juntarnos y seguirnos en medio de cualquier adversidad. Ella no es una abuela común. Anda y desanda, como le suelen reclamar; pero luego de reflexionar, qué bueno que así sea.

Qué bueno que le niegue la mano a quien le ofrece ayuda para bajar de la guagua diciéndole abuela, y le conteste: -«¿cómo que abuela, si tú y yo tenemos casi la misma edad?». En ese momento no sabes dónde meter la cabeza de la pena y de qué manera aguantar la risa por saberla tan espontánea.

Qué bueno que no se acostumbre a la monotonía. Que continúe cosechando su café y cuidando a sus animales. Que le sigan gustando las películas del sábado aunque se duerma en el sillón y disfrute de la pelota siempre y cuando ganen los azules de la capital.

Qué bueno que siga imponiéndose y defienda sus puntos de vista. Qué bueno que luche por sentirse útil, valerse por sí misma y ponga carita de «¿y esto qué cosa es?», cuando alguna de sus hijas la sienta en la esquina de la cama para echarle talco y peinarle las canas.

Qué bueno que esté en todas y a la distancia de una llamada telefónica. Que tuviera el deseo y la voluntad de esperar el nacimiento de sus bisnietos, tirada sobre un nailon negro en los pasillos de Maternidad.

Qué bueno que se hiciera amiga de los motoristas para que la llevaran hasta la casa en aquellos días de paritorio y que ellos le dijeran: «agárrese que viene loma», y ella con to’ y su casco llegándole a la espalda les dijera: «sube que aquí no hay miedo».

Qué bueno verla resuelta cocinando para el batallón y de la nada inventar un sopón de arroz y plátanos fritos. Qué bueno que disfrute del sorbo de café y la patada al cigarro. Qué bueno tenerla. Qué bueno que siga siendo enojona, pero que el corazón se le ablande con un beso.

Qué bueno que nos siga preparando la leche con café y su punto de sal por las mañanas. Que llegue a mi casa y la convierta en su espacio, se haga amiga de los vecinos y aprenda las rutas de guaguas y calles. Que no tenga miedo a perderse porque como ella dice, quien la encuentre, de inmediato, la devuelve.

Qué bueno que mi abuela sea una abuela poco común, porque de no ser así, no sería la abuela fuera de serie de la que me enorgullezco todos los días de mi vida.

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