Aún se repiten sus versos como un arsenal de verdades. “Es Santiago de Cuba, no os asombréis de nada”. Como un canto rebelde se escucha todavía la épica estrofa del poeta y periodista revolucionario, Manuel Navarro Luna.

El 15 de junio de 1966, la Patria perdía uno de sus hijos  inmortales. El que había comprometido verso y prosa con las causas más nobles de su pueblo.

Manuel Navarro Luna había nacido en Jovellanos en agosto de 1894. A los pocos meses la madre lo llevó a Manzanillo donde vivió gran parte de su vida.

Muy joven las estrecheces económicas  le vieron ocupado en los más humildes oficios. El limpiabotas, el buzo y el barbero robaron tiempo a sus estudios. Pero siempre halló formas para cultivar el conocimiento y la formación poética.

Sus versos tenidos entre los primeros del movimiento vanguardista cubano, cantaron la sufrida suerte del trabajador y del campesino, la grandeza de la Patria y el legado mambí.

En Manzanillo, integrado a los grupos literarios de la ciudad frecuentaba sus actividades, publica en las revistas de la localidad, funda una filial de la Asociación de la Prensa y crea la Biblioteca Pública José Martí.

Su poesía de profundo arraigo popular fue recogida en libros como Surco de 1928, Pulso y Onda de 1936 y La Tierra Herida de 1943.

De sólida formación revolucionaria y antiimperialista ingresa al Partido Comunista de Cuba en 1930. Consecuencia de su pensamiento y acción política sufre de la persecución y el encarcelamiento.

Con el triunfo de enero de 1959 vistió de miliciano. Desde entonces su voz vibrante subió a la tribuna, se explayó en los medios de prensa y se hizo eco en la contienda revolucionaria.

A 58 años de su muerte la obra de Manuel Navarro Luna perdura en el legado histórico de su pueblo.

 

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