De una yagruma
Y un corpulento mamey,
Con dos jicos de yarey
Tengo mi hamaca colgada;…
Juan Nápoles Fajardo, El Cucalambé
Cada 22 de julio en muchos países, sobre todo caribeños, del centro y el sur de nuestra América, es celebrado el Día de la Hamaca. La ocasión es propicia para festejar esas piezas milenarias muchas veces como objetos de placer y ocio. En cambio la hamaca también relata la historia de nuestras culturas desde el sudor y la lucha por la subsistencia.
En muchas zonas rurales de nuestro continente la hamaca sigue siendo el preciado camastro donde descansar luego de largas horas de fatiga.
En los tiempos lejanos de una infancia despreocupada y feliz, me desvivía por dormir en una hamaca en el hogar de mis abuelos. Eran los días que la familia se reunía y llegada las noches los hombres tendían sus hamacas de uno a otro horcón del viejo bohío.
Desde aquellos propios tiempos me llega la imagen de los cuadernos escolares en que el heroico Titán de Bronce Antonio Maceo, irguiéndose de la enfrenta al general español Martínez Campos en los gloriosos Mangos de Baraguá.
La misma indumentaria en la que descansara El Libertador Simón Bolívar, durante sus campañas por la independencia de nuestra América.
La impronta del indio cubano, despreocupado mientras fuma un tabaco tendido en la hamaca, en tanto descansa luego de la caza y la pesca, es otra imagen recurrente de paso por la campiña.
Por eso, cuando participaba de aquellas movilizaciones convocadas por el recién inaugurado proceso revolucionario, la hamaca en que dormía solía trasladarme en sueños a legendarias contiendas.
Allá por el lote Chávez de la granja del INRA a donde un grupo de estudiantes secundarios fuimos a cortar pangola*, a la luz de las improvisadas “chismosas” durante las horas de descanso leí por vez primera Las Aventuras de Sherlock Holmes, el irrepetible detective inglés junto a su compañero el sorprendido Dr. Watson.
En 1978, durante las actividades organizadas por la Unión de Jóvenes Comunistas por el XX Aniversario de la constitución del II Frente Oriental Frank País, el reencuentro con la hamaca me garantizó el descanso después de largas jornadas por las abruptas montañas donde años atrás, combatieron las fuerzas del Ejército Rebelde al mando del Comandante Raúl Castro.
Amarradas entre cafetos y árboles de cacao, las hamacas nos acercaron de nuevo a la historia patria.
Pasaron los años y ahora apenas reedito mi complicidad con las hamacas cuando visito algún campismo u otro centro recreativo y la dichosa pieza me ofrece el descanso bajo la sombra de los árboles.
Celebremos entonces. Las legendarias hamacas descritas por El Almirante Cristóbal Colón durante sus primeros viajes a nuestras tierras gozan de la prevalencia y la simpatía de sus pueblos y de los visitantes que llegan hasta sus latitudes en busca de la paz y el sosiego que pueden ofrecerle la exuberante naturaleza de sus playas y campos.
Elaboradas con primitivas técnicas a partir de cortezas de árboles u otros materiales, dueñas de singulares historias y leyendas, imprecisos aún los orígenes de su nombre y la certeza de sus primeros hacedores, las hamacas formaron parte de la cultura taína que floreció en las tierras americanas antes de su colonización y saqueo.
En la actualidad, talentosos artesanos diseñan y confeccionan preciadas hamacas destinadas al disfrute de sus diversos usuarios. Las hamacas devienen entonces en magníficas prendas a través de las que se pueden construir la confianza y el amor entre los pueblos. Desde la moldeable configuración de una hamaca pueden sostenerse el amigable encuentro , la charla necesaria o el romance inesperado.
Acercarnos cada 22 de julio hasta una hamaca tendida, disfrutar de su hechura y de la comodidad que nos ofrece, acercarnos a su historia y a la cultura de nuestros pueblos, pueden inaugurar la amistad. ¡La hamaca está tendida!
*Pangola: hierba forrajera para alimento animal.