La tarde transcurría con un viento tan dulce como el sabor de un exquisito café. Era viernes santo.
Las butacas y los adoquines del portal fueron los principales cómplices. Los vecinos también se encontraban disfrutando de la brisa del día.
Erne como todos llaman cariñosamente, descansaba en el regazo de su habitación.
El teléfono suena inesperadamente. Del otro lado del auricular una voz que transmitía el lamentable hecho ocurrido en la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras de Matanzas.
Al conocer la noticia del colapso de la pared al interior de la chimenea de la Guiteras no podía contenerse en casa. Desde el mes de febrero estudia para especializarse en salvamento y rescate en la Escuela Nacional de Bomberos.
El suceso lo sabían pocas personas. En busca de Dariel Cepero, otro rescatista y vecino acudió para informarse. Solo avisaron a Erne, quizás por la experiencia.
Después una semana sin visitar el hogar y tras un largo viaje de más de 100 kilómetros desde la capital del país hasta su natal Unión de Reyes, residía en casa con pase corto para reincorporarse el lunes al centro de estudios.
“Tengo que ayudar, mis compañeros me necesitan”, fueron las primeras palabras del joven al saber la noticia.
El overol y su disposición constituyeron las principales herramientas que necesitó para transportarse minutos después de conocer el fatídico incidente.
No importó que fuese un viernes feriado, ni el déficit de transportación para llegar a la urbe yumurina. Lo transcendental para Ernesto: ayudar a los necesitados.
En casa quedó la preocupación de familiares por el más pequeño de los hijos. El llanto de una madre también.
Con tan solo 23 años Ernesto Luis Linares García, técnico en salvamento y rescate del Comando número 1 de Bomberos de la ciudad de los puentes, estuvo en el incendio de grandes proporciones en la base de Supertanqueros
Ocho meses después, la ciudad dormida, como algunos suelen nombrar a Matanzas vuelve a pasar por momentos que duelen y entristecen a un pueblo entero.
El hollín y la negritud en los rostros de los rescatistas y el cuerpo de bomberos no imposibilita que continúen la búsqueda del trabajador desaparecido.
Horas sin descanso. El tiempo de dormir justo al lado de la almohada, en familia quedó a un lado. Del dolor y la angustia de los familiares conocen el personal que trabaja ininterrumpidamente.
Las máscaras oscuras esconden a muchos jóvenes, esos que dieron su paso al frente cuando la extinción del incendio en la Zona Industrial hace menos de un año.
La sencillez, valentía y el amor al prójimo devuelven la esperanza de un pueblo abatido y demuestra una vez más el lado del deber de jóvenes de estos y todos los tiempos.