Cuentan que los behiques, aquellos sacerdotes de las comunidades indígenas cubanas, se ayudaban del tabaco para entrar en “trance” durante los rituales. El consumo de la solanácea era natural entre los primitivos habitantes de la Isla. Transcurrieron más de 500 años, para que muchos de los actuales nativos, entraran en trance con solo contemplar los precios especulativos alcanzados por el producto.

Dificultades de diversa índole obstaculizan el desarrollo de la industria tabacalera cubana. El déficit de los insumos necesarios como consecuencia del bloqueo, el ataque de plagas y enfermedades, los fenómenos naturales que suelen malograr las producciones y los problemas organizativos que puedan confrontar, atentan contra los mejores esfuerzos.

No obstante, durante los últimos años el mercado  amplió la diversidad de marcas de los cigarrillos expendidos a diferentes precios. Dicha diversidad amplió a su vez las exigencias de los consumidores a partir de sus propias preferencias. La actual escasez de las marcas más gustadas o aquellas perseguidas por las economías individuales de menores ingresos suponen una estampida de los mencionados precios. Una cajetilla de cigarros normada vendida en el mercado irregular a 400 pesos escapa a cualquier análisis. Por no hablar de los 1000 pesos y más que puede alcanzar una de las cajetillas de mayor demanda.

De cualquier modo y a pesar de la actual demanda insatisfecha, en el mercado siempre hay quienes se las arreglan para disponer del producto en cantidades considerables y establecer sus precios abusivos. Por su naturaleza el control sobre la venta de los cigarrillos supone algún grado de dificultad. Téngase en cuenta que cualquier vecino puede vender, regalar o hacer lo que mejor estime de la cuota normada recibida en la bodega o las adquiridas de forma controlada en otras redes.

Sin embargo la frecuencia y  los niveles de venta de dichos establecimientos no permiten sostener la venta irregular  de los cigarrillos, aunque cabe señalar que durante las últimas semanas algunas marcas han estado ausentes de los más variados escenarios.

Surge la interrogante de qué más podría hacerse en el complejo entramado  de la comercialización del cigarro. En tanto se logren recuperar los niveles de producción del país y se restablezcan los volúmenes de cajetillas en venta, es preciso elevar el control sobre los abastos y los niveles disponibles del producto. A su vez, se debe incrementar  los controles sobre las ventas que no tienen correspondencia con la del humilde vecino que vende o trueca su mínima cuota.

En fin, es necesario evaluar las posibles acciones que contribuyan a ordenar el precio de los cigarrillos sin otro perjuicio más allá de su  nocividad para la salud. Procuremos al nativo de nuestros tiempos el disfrute de su apetecida bocanada, sin el peligro de un trance  ante  los abusivos precios. (LLOLL)

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