¿Por qué Latinoamérica debe estudiar a China como China nos estudia a nosotros?

El Foro China-CELAC recién concluido no fue solo otro encuentro diplomático. Tras la exención de visas para cinco países latinoamericanos y el compromiso de ampliar la cooperación, hay un mensaje claro: Pekín busca profundizar su relación con la región.

No obstante, ¿está América Latina preparada para bailar al compás de un partner que sigue siendo, para muchos, un enigma? La respuesta exige menos lugares comunes y más comprensión de la lógica china.

En primer lugar, creo que para entender al gigante asiático hay que dejar atrás los estereotipos. China no es un «Occidente con rasgos asiáticos», es una civilización milenaria con rasgos y tradiciones sociales qué trascienden los últimos dos siglos.

Reducir a China a un debate entre autoritarismo vs. democracia es como intentar descifrar un poema de Li Bai con un manual de contabilidad. La gobernanza china —con su meritocracia partidista, planificación a 50 años y movilización institucional— responde a una tradición política de milenios, no a un manual de la Guerra Fría. América Latina debe estudiar este sistema sin anteojos ideológicos prestados.

Mientras EE.UU. tiene 247 años de historia, el Partido Comunista Chino analiza ciclos políticos en escalas centenarias.

Por ello, creo que un segundo paso es entender lo que nos pueden dar los chinos, comenzando por la diplomacia del conocimiento: Estudiar antes de negociar. China lleva años invirtiendo en centros de estudios latinoamericanos. ¿Cuántas universidades de la región tienen programas dedicados a desentrañar la complejidad política y cultural china? La asimetría es evidente. Sin una red académica sólida, que nos permita entender la sociedad china de manera integral, seguiremos viendo a Beijing como un cajero automático con rasgos de dragón.

En los medios y la agenda política se pueden descubrir expresiones y quejas de que China solo ve ‘commodities’ en nuestra región, pero ¿cuántos líderes latinoamericanos, partidos políticos u organizaciones entienden el significado real de «socialismo con características chinas»?

Ya para nadie es un secreto que la sociedad china avanza en sprints históricos -como la erradicación extrema de la pobreza- seguidos de periodos de ajuste institucional. América Latina, acostumbrada a ciclos políticos cortos, debe aprender a navegar estos tiempos sin precipitarse. La cooperación en infraestructura muestra una clave de cómo alinear prioridades sin perder identidad.

El sistema chino incluye mecanismos sorprendentes: desde encuestas masivas hasta apps gubernamentales que reciben 500 millones de quejas/año. ¿Podría América Latina, y sobre todo Cuba, diseñar formas de participación ciudadana que combinen tecnología y tradición local? La respuesta, tanto positiva como negativa, podría ser clave para proyectos conjuntos.

Construir una relación madura con China no requiere admirar su sistema, sino comprenderlo. Mientras por acá, en esta parte del mundo, nos enredamos en debates binarios, perdemos la oportunidad de escribir un nuevo manual de cooperación Sur-Sur. Uno donde el té de jazmín y el café de altura se mezclen, sin que ninguno pierda su esencia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *