En 1867 la Sección de Ciencias del Liceo Artístico y Literario de Matanzas lideró la lucha contra la epidemia de viruelas que azotó la ciudad. Fue un caso único en la historia de la ciencia cubana.
En octubre de 1866 comenzó a manifestarse en Matanzas una epidemia de viruelas, que fue de las más terribles que azotaron Cuba. En poco más de tres meses, hasta diciembre de 1866 hubo 238 muertos.
El 29 de diciembre de 1866, la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas solicitó una licencia para crear una comisión encargada de suministrar la vacuna preventiva contra esa enfermedad. El permiso fue concedido rápidamente.
La vacunación como respuesta:
La Comisión de Vacunas quedó integrada por los médicos Manuel M. Carrerá, Domingo Cartaya y Diego Jiménez. A estos se unió después Agustín Pinto. Funcionarían en el Dispensario Vaccinal establecido en un local ocupado por la secretaría del Liceo. La comisión podía pasar a domicilio si se le solicitaba. La vacunación, pública y gratuita, comenzó el 8 de enero de 1867.
Paralelamente se tomaron otras medidas contra la enfermedad. Las escuelas públicas, cerradas desde octubre, fueron reabiertas con la condición de que alumnos y profesores debían estar vacunados. Así se acordó por las juntas de Instrucción Pública y Sanidad del 7 de enero de 1867, instituciones que apoyaron la lucha contra la epidemia liderada por la Sección de Ciencias.
A pesar de estos esfuerzos la epidemia no aminoró su destructor avance. Del 1 al 11 de enero se produjeron 70 fallecimientos. El 8 de enero el gobernador de Matanzas creó comisiones sanitarias por barrios, teniendo en cuenta la emergencia de la situación.
Para esa fecha el número de individuos que acudía al Dispensario Vaccinal aumentó. Para asumir esa masividad la Comisión de Vacunas creó tres departamentos. Uno para señoras y señoritas; otro para hombres blancos y un tercero para personas de color. También decidió administrar el virus diariamente de once a una. A su vez, fueron incorporados a su seno los médicos Sebastián A. de Morales, Francisco Casals y Manuel Presas.
Debido a la afluencia de público la cantidad de vacunas en existencia fue agotándose. Por este motivo, se recogían diariamente muestras en Matanzas y otras fueron enviadas desde La Habana para asegurar las provisiones, lo cual permitió continuar la vacunación. Hasta el 18 de enero de 1867 la cifra de muertos aumentó a 126.
Ante tanta tensión, la Sección de Ciencias utilizó las páginas de la Aurora del Yumurí para resaltar la importancia de la divulgación científica e influir en la opinión pública. Se publicaron los artículos “Viruela y vacuna”, traducido por Manuel M. Carrerá, y el titulado “Vacuna”, con el seudónimo D. R. También aparecieron los trabajos “Sobre la vacuna y la oportunidad de su inoculación”, de Domingo Cartaya y “Resumen histórico de la vacuna desde Jenner hasta nuestros días”, de Pablo Verdugo.
Una victoria de la ciencia:
Las estadísticas de esta meritoria labor se publicaron en el periódico Aurora del Yumurí los días 12, 13, 15, 17, 18 y 23 de enero de 1867. El saldo final fue de 1254 personas vacunadas y revacunadas. En febrero de 1867 la epidemia había sido vencida. Esto fue resultado de la ardua labor de la Sección de Ciencias y su cuerpo de médicos.
Así lo reconoció un informe presentado en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. En este se elogió “…la abnegación de los profesores matanceros (…), creemos que a su perseverancia y al eficaz auxilio que recibieron del Liceo se debió el completo exterminio de la viruela en Matanzas”.
El esfuerzo realizado por la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas en el combate contra la viruela en 1867 fue ejemplar. Que haya sido liderado desde una institución cultural fue algo inédito en la historia de Cuba. (LLOLL)