El 24 de agosto de 1898, en plena guerra de cubanos y estadounidenses contra España, falleció en Matanzas el médico Domingo L. Madan. Debido a la obra científica realizada y la bondad que le caracterizaba, el duelo fue general.

Domingo L. Madan Bebeagua, nacido en Matanzas el 5 de septiembre de 1856, creció en una de las familias ilustres de la sociedad yumurina. Estudió medicina en la Universidad de La Habana, con éxitos notables.

Ejerció la profesión en la Atenas de Cuba, donde se destacó por poseer un carácter noble y una dedicación sin límites a la atención de personas desvalidas. Creó, junto a otros médicos, un dispensario para niños pobres que fue el primero de Cuba. También promovió la fundación de asilos para ancianos y niños desamparados, entre otras obras filantrópicas que mantenía de su peculio.

Aunque sobresalió como médico oftalmólogo, también abarcó otros temas de la medicina. Aportó varias investigaciones sobre aspectos controvertidos de la fiebre amarilla, principal problema de salud de la sociedad cubana en aquella época.

Integró numerosas asociaciones científicas, entre ellas la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba. El 26 de abril de 1891 fue nombrado corresponsal en Matanzas de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana.

Colaboró con el Laboratorio Histobacteriológico e Instituto de Vacunación Antirrábica de La Habana. En coordinación con este centro realizó varios trabajos junto a un grupo de médicos matanceros. El 15 de marzo de 1895 aplicó por vez primera, a una niña matancera, el suero antidiftérico en Cuba.

Colaboró en las revistas El Progreso Médico, Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana, Ciencias y Letras, y los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana. Se plantea que dejó inédita una Historia de la medicina en Cuba.

Entre las obras que publicó sobresalen los libros Consideraciones acerca de la ambliopía alcohólica (1888) y El paludismo como complicación. (Estudio clínico) (1891). Fueron muy elogiados sus estudios La fiebre amarilla considerada como enfermedad de la infancia en los focos antillanos (1894) y La fiebre amarilla en el niño cubano (1895).

Con los médicos matanceros Félix de Vera y Eduardo Díaz publicó La marcha invasora del paludismo urbano en sus relaciones con la fiebre tifoidea (1897). Junto a otro matancero, Tomás V. Coronado, dio a la luz el texto Pirexias de la Isla de Cuba (1896).

Al morir, a los 41 años, amigos y colegas de profesión publicaron el libro En honor del Dr. Domingo L. Madan (1898), donde recogieron todas las expresiones de duelo publicadas con motivo del triste suceso.

En su célebre libro de memorias, la matancera Lola María Ximeno describió el funeral del querido médico con estas palabras: “En aquellos días en que estábamos solos, separados del resto del universo bordeado el litoral de los grandes cruceros yanquis, de las poderosas unidades, cruzó su entierro por nuestras calles. Aquella multitud famélica se disputaba el ataúd, que fue conducido desde el Liceo, convertido el salón en capilla ardiente —triste contraste de los pasados y alegres días— un ataúd que flotaba sobre las cabezas de innumerables seres, en masa compacta, sin orden ni concierto; flotaba el sarcófago que el oleaje humano conducía a la eternidad, donde todos sin excepción alguna, creíamos con él alcanzar”.

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