Nacido en Río de Janeiro en 1978, el otrora deportista de aguas profundas y viajero incansable de la interpretación conquistó más de 150 medallas antes de encontrar su verdadera pasión en la actuación.
Antes de convertirse en actor, fue nadador competitivo y, por lo visto, esa disciplina lo acompaña desde siempre en su carrera.
«Cada personaje es un reto. Puedo decir que el Capitán Rodrigo, basado en una obra clásica de uno de los grandes autores brasileños, Érico Veríssimo, fue un momento importante», revela de manera exclusiva a Prensa Latina.
Alude a Terra Nostra en 1999, interpretando a Matteo, por ser el comienzo del camino actoral y a Giusseppe Garibaldi, en la miniserie A Casa das Sete Mulheres (2003), «un personaje con una biografía inmensa».

Su trayectoria se desplegó entre novelas emblemáticas, televisión, cine y teatro: Hilda Furacão, América, Páginas de la Vida. Cada protagónico ha sido un desafío, cada historia, un viaje interior.
Califica al cine brasileño de poderoso y revela que atravesó un duro proceso de negación del arte, de la educación y de la ciencia, por el autoritarismo violento en el escenario del juego de poder.
Pero, precisa, «se intenta retomar un camino digno que lo ha fortalecido y revela su proceso de maduración con una generación de directores, actrices y guionistas extremadamente talentosos».
Ribeiro Lacerda observa la filmografía con un ojo atento. «Creo que el mundo globalizado facilita conexiones. Siento que el cine latinoamericano está muy conectado, muy cohesionado, muy atento a sí mismo. Es un escenario muy bello, muy potente”, afirma, mostrando orgullo y fe en una región que, según él, sigue madurando con pasión.
Su paso por la isla no será solo profesional, sino un acto de comunión cultural. «Ir a Cuba era una intención antigua. Nunca fue posible, y ahora este festival hace viable este encuentro. Estoy seguro de que será transformador», comenta con entusiasmo a Prensa Latina.

La ciudad y el festival, con su historia, su música y su gente, se convierten en un escenario perfecto para su curiosidad insaciable.
Cada encuentro con cineastas de otros países será para él una fuente de aprendizaje. «Lo que hacemos es esencialmente un intercambio. Un actor se vuelve más interesante a medida que vive experiencias de su día a día. Todos los encuentros nos alimentan», explica.
Su método de trabajo se enriquece con cada mirada ajena, con cada historia escuchada y con cada instante compartido.
Declara su fascinación por personajes complejos, siempre que exista «mucha técnica y mucho estudio, sobre los personajes, sus historias, sus biografías… y según la dirección, con los actores, con los acuerdos».
Es un espacio mágico para sumar creatividad y explorar nuevos caminos, razona, dejando ver la rigurosidad detrás del arte que parece tan natural en pantalla.
La Habana se convierte en un escenario de experimentación y diálogo. «Sería maravilloso ampliar mis conexiones con el cine latinoamericano. Estoy siempre disponible y atento a historias que nos conciernen. El cine es una arena ideal para esto», asegura.
Su mirada atraviesa fronteras y recuerda que cada encuentro humano es materia prima de la actuación.
También el artista exterioriza cómo equilibra su instinto creativo: «Procuro mantenerme informado y conectado con la actualidad, y a la vez tener referencia de los grandes clásicos del teatro y del cine. Todo esto nos permite reflexionar sobre nuestro día a día. Es un juego muy vivo», expone, revelando un compromiso constante con su oficio.
En cada palabra de Ribeiro Lacerda se percibe respeto por la tradición y apertura al futuro. Habla de la importancia de aprender de colegas extranjeros.
«Siempre me llama la atención cómo las personas se comportan frente al oficio y los personajes. Todo director, actor o actriz que cruza mi camino es material de provocación para hacer mejor nuestro trabajo», argumenta.
Con sus luces y sombras, con su ritmo único, la capital de Cuba se convertirá así en un laboratorio de emociones y aprendizajes. Sus calles susurraran tradiciones que el actor trae consigo: historias de Brasil, de América Latina, de un cine que busca decir lo que somos y lo que sentimos.
El Festival, entre flashes, aplausos y miradas, se transformará en un encuentro de mundos. Y el histrión carioca caminará entre ellos como un navegante de emociones, consciente de que cada interpretación es un acto de existencia, un puente entre culturas y un llamado a la imaginación.
«Cada viaje, cada encuentro, cada personaje me transforma y Cuba será, sin duda, un nuevo capítulo en esta historia», concluye.
En el horizonte de La Habana, el cine y la vida se mezclan, y en ese cruce, Ribeiro Lacerda dejará su estela: profunda, sincera y luminosa. Un actor que no solo interpreta, sino que conecta, siente y comparte. (ALH)
