La patriota y benefactora cubana Marta Abreu de Estévez realizó obras en favor de la ciencia cubana.
En 1912 el escritor Miguel Antonio Alcover publicó en el Boletín del Archivo Nacional el artículo “Benefactores de Cuba”. Al valorar la figura de Marta Abreu, comentó:
“Es la mujer cubana que más filantropía ha demostrado, que más derroche de beneficencia ha hecho. Sus rasgos de caridad son tan hermosos, tan grandes, tan magnánimos, que no tienen paralelo en Cuba. Hay un «pero» que ponerle a la obra inmensa de filantropía desarrollada por esta mujer extraordinaria, y es que su inagotable munificencia fue sólo para la ciudad de Villaclara, su suelo natal, y para los villaclareños, sus paisanos. Para su pueblo, todo. Nada se sabe ni conoce que haya hecho en beneficio de otros pueblos y ciudadanos”.
Transcurrido el tiempo, existen evidencias que permiten demostrar lo contrario a lo que afirmó Alcover. Marta Abreu no fue sólo benefactora de su amada ciudad de Santa Clara, también lo fue de la ciencia cubana.

Instrucción, ciencia, tecnología
Santa Clara, la ciudad que tanto amó, fue la cuna donde nació Marta Abreu Arencibia el 13 de noviembre de 1845, hace 180 años. Su nombre, al igual que el de su esposo, el matancero Luis Estévez y Romero, quedaron unidos para siempre al de esa urbe del centro de Cuba. Fueron numerosos los aportes de Marta al pueblo santaclareño, entre los que aparecen varios en relación con la instrucción pública, la ciencia y la tecnología.

La primera obra benefactora de Marta Abreu que debe mencionarse estuvo vinculada a la instrucción pública. Se trató de la fundación de la Escuela San Pedro Nolasco el 31 de enero de 1882, para niños. Para la creación de este colegio su padre, Pedro Nolasco Abreu, había legado en su testamento la suma de 20 mil pesos, que fue aumentada posteriormente por sus hijas Marta, Rosa y Rosalía. Al año siguiente la escuela fue ubicada en un nuevo y más amplio local.
En el inmueble que ocupó inicialmente la escuela se instaló, en 1883, el Asilo de pobres San Pedro y Santa Rosalía. El objeto de esta institución era dar albergue, asistencia médica, medicina y sepultura, de forma gratuita, a las familias pobres, según las condiciones que estableció su reglamento. El financiamiento de este asilo estuvo a cargo de Marta Abreu y sus hermanas.

También en 1882, Marta Abreu favoreció la apertura de una escuela para niños de color que se llamó El Gran Cervantes. Para sostenerla cedió los alquileres mensuales de dos casas de su propiedad. Los directores fueron Agustín Anido, a quien sustituyó su hijo Julio, entonces muy joven. También la dirigió el destacado educador Mariano Valdés Consuegra.
Para la educación de niñas Marta Abreu fundó la Escuela Santa Rosalía, iniciada con el legado testamentario que a tal efecto había dejado su madre. Se inauguró el 28 de diciembre de 1885. De su dirección se encargaron las Reverendas Madres “Hermanas del Amor de Dios”. La propia Marta prestó especial atención a esta escuela y junto a Luis Estévez participó en varias ocasiones en los exámenes de las alumnas y les regaló libros y medallas.

Gracias a Marta Abreu el Observatorio Astronómico-Meteorológico Municipal de Santa Clara, que tan importantes servicios prestó, pudo contar con el instrumental adecuado a sus funciones. Este centro se inauguró el 1 de abril de 1894, bajo la dirección de Julio Jover Anido. Al mes siguiente se recibió la donación realizada por Marta, cuyo valor ascendió a diez mil pesos. Consistió en varios aparatos de observación, utensilios, muebles y otros objetos, que habían sido encargados a París y se contaban entre los más avanzados que se utilizaban a nivel mundial. Acerca de esta donación escribió Julio Jover en diciembre de 1894:
“Con dicho material científico se han podido realizar importantes trabajos con motivo de los últimos huracanes, transmitiéndose noticias oportunas por toda la Isla, que han sido salvadoras de vidas e intereses. He aquí de que otra manera Marta realiza el bien colectivo y proporciona a la ciencia un nuevo caudal de datos”.

Hay que destacar, en la obra de Marta Abreu, el esfuerzo que realizó para que Santa Clara dispusiera de alumbrado público, adelanto tecnológico vinculado a la electricidad. Tras las gestiones ante el Ayuntamiento local, la Planta Eléctrica de Santa Clara se inauguró el día 1 de marzo de 1895. Se hicieron grandes festejos en la ciudad, que incluyeron una réplica de la parisina Torre Eiffel, en los que se rindió homenaje a su benefactora. Incluso, se publicó el folleto Homenaje de Villaclara a Marta Abreu de Estévez (1895) por la Imprenta El Iris.

Una de las principales obras de Marta Abreu como benefactora de la ciencia fue el apoyo que brindó a la creación del Dispensario El Amparo, que abrió sus puertas el 1 de marzo de 1895. Los autores de la idea fueron los doctores Rafael Tristá Valdés y Eugenio Cuesta Torralbas, quienes solicitaron la ayuda de Marta, que aportó el dinero necesario. Esta institución no sólo tuvo un carácter asistencial y benéfico, pues contó con un salón de conferencias para realizar actividades científicas y con un laboratorio clínico. En su inauguración pronunció un discurso el destacado naturalista matancero Carlos de la Torre y Huerta.

El Dispensario El Amaro fue, además, la sede científica del Cuerpo Médico-Farmacéutico-Dental de Santa Clara, organismo encargado de su administración. Por este motivo tuvo un papel importante en el desarrollo de la ciencia, en especial de la medicina, en la ciudad de Santa Clara y el territorio central de Cuba. El Dispensario, segundo de su tipo en el país, fue dirigido por Rafael Tristá. Incluso, Marta Abreu realizó una visita al Dispensario de Matanzas, junto a Tristá y Luis Estévez, para conocer las experiencias derivadas de su funcionamiento.
Otra obra en la cual Marta Abreu demostró su condición de benefactora de la ciencia fue la biblioteca pública de Santa Clara. A esta institución aportó, junto a su esposo, una buena cantidad de libros, así como el alumbrado necesario para las horas de lectura en la noche.

Dos proyectos ideados por Marta Abreu quedaron truncos debido al inicio de la Guerra de Independencia en 1895. Estos fueron, el primero, la instalación en Santa Clara de talleres de ferrocarriles traídos de Sagua la Grande. El segundo, la creación de una Escuela de Artes y Oficios en su ciudad natal. Se conserva el criterio de la benefactora santaclareña sobre este tipo de instituciones:
“Yo tengo verdadero interés en la creación de este centro que ha de ser de gran utilidad para la juventud y el progreso de mi pueblo y que no dudo ha de ser factor importante en el desarrollo de muchas inteligencias”.
En París, Francia, lugar donde se radicaron los esposos Estévez-Abreu desde 1906, falleció Marta Abreu, el 2 de enero de 1909. Un mes más tarde, el 4 de febrero, Luis Estévez y Romero se suicidó, agobiado por el dolor de la pérdida sufrida.
Por la ciencia cubana
En la Biblioteca Nacional José Martí se conservan las cartas enviadas a Marta Abreu por el médico, naturalista y botánico matancero Sebastián Alfredo de Morales en 1887. Tratan acerca del aporte monetario que dio la villareña a la publicación del libro Flora Arborícola de Cuba. La respuesta de Marta demuestra su condición de benefactora de la ciencia cubana y el apoyo que dio a iniciativas más allá de su ciudad natal.
El 2 de marzo de 1887, Sebastián Alfredo de Morales envió la siguiente carta a Marta Abreu:
“Muy Sa. mía, aunque no tengo el honor de conocer a V, no me arredra esto para permitirme el dirigirle esta carta; puesto que un fin propicio al progreso de Cuba y de las Ciencias naturales y agrícolas me animan a importunar su atención, si puede así decirse tratando del bien de la patria y de la bondad con que V contempla todo cuanto pueda redundar en bien de ella. Confío para tanto el ser conocido de su Sr. esposo de V a quien tuve el honor de contar en el número de mis más aventajados discípulos cuanto regenté en Matanzas, 1866. 67 y 68, las cátedras de Historia Natural y de Agricultura del Instituto de 2ª. Enseñanza”.
“El adjunto ‘prospecto’ informará a V a primer golpe de vista del asunto que me compele a solicitar su apoyo para alimentar en parte la empresa de esta publicación científica, que viene a llenar un vacío existente en el estadio de las ciencias con aplicación a la botánica agrícola. La ‘Flora Arborícola de Cuba’ no es ciertamente una obra de lujo literario ni de mero pasatiempo, como V y su ilustrado esposo comprenderán. Viene ella a enumerar las especies vegetales aplicables bajo todas sus manifestaciones, científicas, médicas, industriales y agrícolas. Es un prontuario o una clase destinada al estudio de la filología con aplicación a la agricultura, base esta de nuestra riqueza pública y de nuestras evoluciones culturales”.
“Aun para el complemento de la enseñanza práctica de las granjas y estaciones agrícolas ha de completar los precisos conocimientos de las familias vegetales nuestras y sus aprovechamientos, puesto que la mayor parte de las obras de botánica práctica que se usan en nuestros institutos [y] Universidad, enumerar las especies exóticas; más al llegar a la enumeración de las nuestras, ahí callan ellas y calla el profesor. La ‘Flora Arborícola de Cuba’ indicará a nuestros agricultores las especies nativas aplicables y explotables bajo todas sus manifestaciones, a la vez que también enumerará las exóticas que puedan y deban importarse a nuestro suelo de la misma suerte que se introdujeron para la riqueza agrícola la caña sacarina y el café”.
“Habiéndome dirigido al gobierno en demanda de ayuda material para esta publicación, esta ha tenido a bien con indicación de la «Junta de Agricultura» señalar la cantidad de 500 // oro. Temeroso yo de que la suscripción popular sea deficiente, o que después venga dejando lagunas que me obliguen a suspender esta publicación en medio del camino, no bastando tampoco por otro lado lo que el gobierno ha consignado procedente de los fondos dispuestos por el «Ministerio de Fomento» para auxilio de las obras y empresas agrícolas, y deseando que en bien de Cuba, de su progreso científico, y del mejor auge de esta obra, que es un monumento alzado a las mismas ciencias y al país, no por la humilde inteligencia del que la escribe, sino por el precioso material que ella encierra, he determinado cediendo a los consejos de varias personas ilustradas, solicitar la cooperación de los que inspirados en el bien de las ciencias y de su progreso, puedan y quieran coadyuvar al más feliz coronamiento de mi empresa; esto al mismo tiempo con el fin de que si mi trabajo fracasase por falta de elementos y de pública protección, me quede siquiera el consuelo de haber tratado todos los medios antes de tener el derecho de acusar al país de negligente o tibio ante los movimientos del progreso. Empero yo confío en que así no sucederá dado que me dirijo a las personas entusiastas que gustan de poner sus nombres y su apoyo al frente del progreso”.
“V se servirá si a bien lo tiene coadyuvar a esta empresa suscribiéndose con lo que guste, y yo tendré el honor de colocar su apreciable nombre y el de su digno esposo al frente de mi obra y entre los que se hayan prestado a figurar en los protectores de la ‘Flora Arborícola de Cuba’”.
“Con tal motivo me permitirá V. que le anticipe las gracias, por lo que se sirva conceder a mi obra, al mismo tiempo que aproveche la presente oportunidad de ofrecerme su más A. S. S., con mis respetuosos saludos a su esposo y mi antiguo discípulo. Queda a S. P.”.
Sebastián Alfredo de Morales, nuestro botánico, patriota y poeta
La respuesta de Marta Abreu, fechada en La Habana el 4 de marzo de 1887, no se hizo esperar. Directa, concreta, decidida, le expresó:
“Muy Sr. Mío: correspondiendo a sus deseos y queriendo contribuir a que en nuestra patria no permanezcan ignorados los trabajos de V. me detalla en su carta, estoy dispuesta a ayudarle con cien pesos oro para la impresión de su obra”.
Diez días después, el 14 de marzo, Sebastián Alfredo de Morales le envió una misiva donde hizo constar su agradecimiento:
“Tengo el honor de contestar la apreciable carta de V., en que se sirve hacerme el generoso ofrecimiento para el auxilio de la impresión de mi obra «Flora arborícola de Cuba». Llegado el caso que en mi carta de hoy significo al Sr. su esposo o mi amigo, he de contar con el valioso contingente que v se digna concederme”.
Al mismo tiempo, Sebastián Alfredo de Morales escribió a Luis Estévez una carta el día 19. En ella le ofreció detalles acerca de las gestiones para publicar su libro. Además, le hizo llegar el recibo con la constancia de haber cobrado la cantidad que había dispuesto ofrecerle Marta Abreu. Las palabras del botánico matancero fueron las siguientes:
“Mi apreciable amigo, por fin me veo en el caso de imprimir aquí mi obra, bien que el gobierno aún no haya despachado el asunto del premio propuesto por la Junta oficial de Agricultura, demora esta que consiste en diferencia de días y no de hechos. Por otro lado, como ya tengo publicado un fascículo en los Anales de la Academia de Ciencias («Las Rosifloras») y el gobierno consigna un premio, queda inutilizado mi plan de hacer la publicación bajos los auspicios de la Academia Smithsoniana de Filadelfia”.
«Tengo pues los primeros materiales en la imprenta para proceder a la publicación, cuyo primer fascículo debe repartirse en los primeros días del entrante mes para con él solicitar más práctica y activamente la suscrición popular”.
«Deseo que pertenezca la prioridad de mi publicación a la Sa. Marta Abreu la digna esposa de V., y en tanto el gobierno despacha aprovecho el tiempo y veo en vía de realización mi anhelada empresa”.
“Por tal concepto acompaño el recibo de las 6 onzas oro ofrecidas por la Sa. su esposa con cuya suma quedará pagada la impresión del presente inmediato fascículo y parte del segundo a cuyo tiempo ya el gobierno habrá despachado y la suscripción habrá arribado al tipo que demandan los costos venideros”.
“Con mis más sinceras manifestaciones de gratitud y respetos a la Sa. su esposa, tengo también el gusto de repetirme su más adicto amigo y S. S.”.
El recibo decía lo siguiente:
“He recibido de la Sa. Dan. Marta Abreu de Estévez la suma de «seis onzas oro» con que dicha Sa. contribuye generosamente a la publicación de mi obra titulada “Flora Arborícola de Cuba”, aplicada, que irá viendo la luz por fascículos mensuales en esta capital. Son $ 102-oro”.
Gracias al apoyo financiero de Marta Abreu fue posible la publicación del libro Flora Arborícola de Cuba, aplicada. Enumeración de los árboles y arbustos más notables de nuestra silvia aplicables la agricultura, la medicina, industrias nuevas, construcciones arquitectónicas civiles y navales, farmacia.—Producción de tintes, hojas aprovechables, raíces, gomas, resinas, aceites, filamentos, lanas, frutas, flores &. y cita de la nomenclatura científica y vulgar de las plantas herbáceas de la Flora Cubana (1887), con 118 páginas, por la imprenta habanera La Propaganda Literaria.
Es poco probable que el apoyo que Marta Abreu brindó a la publicación del libro Flora Arborícola de Cuba haya sido un hecho aislado y excepcional. Quizás con el paso del tiempo y nuevas investigaciones, sea posible conocer otros apoyos que brindó la benemérita hija de Santa Clara a científicos cubanos. De todas formas, la contribución que realizó a que se conociera parte de la obra de Sebastián Alfredo de Morales y, sobre todo, a divulgar las potencialidades de la flora cubana para el desarrollo del país, la convierten, sin dudas, en una benefactora de la ciencia cubana.

