Consuelo Miranda Miravet fue una destacada educadora matancera del siglo XX cuya vida y ejemplo merecen ser recordados.
El 16 de octubre de 1902 fue la fecha en que nació Consuelo Miranda Miravet. Esto ocurrió en la ciudad de Colón, donde su padre, Raúl Miranda Fernández, había alcanzado merecida fama como maestro primario. Seis meses después, la familia se trasladó a Matanzas. La pequeña comenzó su formación escolar en el célebre Colegio Irene Toland, institución educativa para niñas fundada por la Iglesia Metodista. En ella cursó desde el kindergarten hasta la educación primaria elemental.
Una vez vencido el nivel primario, en el que dio muestras de su precoz inteligencia, Consuelo Miranda ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas. Tenía 13 años cuando realizó el examen de ingreso establecido, el 11 de septiembre de 1916. Allí fue alumna de una pléyade de pedagogos matanceros, que hicieron época por su trabajo educativo y patriótico. Fueron los casos de Domingo Russinyol, Miguel Garmendía, Luis y Gonzalo Cuní, entre otros. El 26 de junio de 1920 se le expidió el título de Bachiller en Letras y Ciencias.
Forja de una maestra
En el mismo año 1920 Consuelo Miranda matriculó en la Universidad de La Habana para estudiar Pedagogía. Allí conoció a Julio Antonio Mella y compartió sus anhelos en favor de una reforma universitaria que pusiera la institución al nivel de su tiempo. Entre sus profesores hay que destacar a Alfredo Miguel Aguayo y Luciano Martínez, relevantes personalidades de la pedagogía cubana.

Consuelo Miranda se graduó como doctora en Pedagogía con la tesis titulada “Las supersticiones de los niños cubanos”, que defendió el 9 de octubre de 1924. En ella presentó los resultados de un cuestionario aplicado a 955 niños matanceros, con valiosos análisis en relación con el origen de esas falsas creencias. Este fue un estudio de antropología social, que puede considerarse un valioso aporte de su autora. Se publicó en 1929, en el cuarto volumen de la revista Archivos del Folklore Cubano. Al finalizar, cuando consideró el remedio ante las supersticiones, puso en evidencia su confianza en la educación y la ciencia:
“Libros, libros… y aún más la observación precisa y cierta de la naturaleza, el estudio de sus leyes, el amplio conocimiento que la vida aporta y la aceptación de que aún queda mucho por descubrir, son los medios que destruirán poco a poco las supersticiones…”.
En 1924, el mismo año en que se graduó, su padre fundó el Colegio o Academia Consuelo Miranda. Era una escuela privada para niñas, quienes eran preparadas para ingresar en la Escuela Normal o en el Instituto de Segunda Enseñanza. En ella Consuelo Miranda, quien era su directora, impartió Estudios de la Naturaleza, Economía Doméstica, Dibujo y Caligrafía. Además, se le ubicó por el gobierno como maestra en el aula 6 de la Escuela No. 1. También se ha escrito que impartió clases en la Escuela Primaria Rural La Quincena.

El 31 de octubre de 1925 a Consuelo Miranda se le otorgó el Premio María Luisa Dolz, instituido por la Asociación de Antiguas Alumnas de la destacada educadora habanera. Se le concedió por haber sido la mejor graduada en la Escuela de Pedagogía de la Universidad de La Habana. Al dar a conocer este reconocimiento, el corresponsal del Diario de la Marina en Matanzas, Manolo Jarquín, escribió:
“La señorita Miranda fue una alumna distinguida y actualmente es una educadora competente, enamorada de su profesión, al servicio de la cual ha puesto su voluntad irreductible, su inteligencia clara, todo el mágico poder de su preclaro talento”.
“De sus dotes, habilidad y competencia, ha dejado ya indelebles huellas en las aulas que ha desempeñado, recibiendo felicitaciones entusiastas y sinceras de los inspectores escolares”.
A propósito de este premio Consuelo Miranda recibió una serie de homenajes en la ciudad de Matanzas. Fue celebrada una comida y baile en el Hotel Velasco el 14 de mayo de 1926. También le hizo un festejo el Matanzas Tennis Club, el 17 de mayo de 1926. El 12 de diciembre de 1925 pronunció una “erudita conferencia” sobre la mujer en el Liceo de Matanzas, que “…le valió una salva de aplausos al descender de la tribuna”. El 5 de diciembre de 1926 hizo uso de la palabra en una fiesta organizada por las Santas de la Caridad en el Teatro Sauto. Acerca de su intervención se escribió en el Diario de la Marina:
“Abrió la tribuna después la doctora Sta. Consuelo Miranda, prestigio intelectual de esta Atenas, a la que siempre ha rendido el más cálido homenaje la pluma del Cronista. Leyó su discurso la doctora Miranda. Una pieza oratoria tan sincera, tan hermosa, como bella en conceptos, en imágenes, en los más elocuentes y más sustanciosos párrafos. Al terminar su speech la gentil Consuelo recibió del auditorio una ovación”.
Consuelo Miranda fue de las fundadoras, en 1926, de las Escuelas Primarias Superiores, antecedente de las actuales Secundarias Básicas. Fue escogida por Ramiro Guerra, Superintendente General de las Escuelas de la República. Estuvo, por tanto, entre los seis maestros que darían inicio al primero de estos planteles en la ciudad de Matanzas. Fue trasladada de forma definitiva a esta escuela, que comenzó el 19 de abril de ese año y le correspondió impartir clases en el aula 4.

Se incorporó poco después al claustro de la Escuela Normal para Maestros de Matanzas, donde impartió las asignaturas de Historia, Geografía e Instrucción Moral y Cívica. Este centro de formación docente fue una verdadera fragua para el pensamiento y la acción pedagógica de Consuelo Miranda. Al mismo tiempo, se convirtió en el lugar donde materializó varias de las concepciones que defendió en relación con el arte de educar.
En 1932, con motivo del cierre de la Escuela Normal de Maestros por el gobierno de Gerardo Machado, Consuelo Miranda se presentó a concurso para obtener una de las plazas de la Escuela de Varones San Lorenzo, de la Fundación Nicolás S. Acea, en Cienfuegos. Frente a 48 concursantes, obtuvo la plaza del Grupo A, para impartir Geografía de Cuba, Geografía Universal, Historia de Cuba, Instrucción Cívica y Lengua Castellana. En el informe final de conclusiones, se le señalaron los siguientes méritos:
“La señora Miranda en Bachiller en Letras y Ciencias con notas de Sobresaliente en todas las asignaturas: Doctora en Pedagogía con 3 premios ordinarios de diferentes asignaturas y el premio especial «María Luisa Dolz», adjudicado por la Escuela de Pedagogía; ha sido maestra de las Escuelas Primarias Elementales en el Distrito Escolar de Matanzas, maestra de la Escuela Primaria Superior de Matanzas, del Grupo de Geografía, Historia y Cívica, y Profesora Titular el Grupo Cuarto de la Escuela Normal de Matanzas, al cual corresponden las asignaturas de Historia, Geografía e Instrucción Moral y Cívica. La doctora Miranda Miravet se hallaba cursando los estudios del Doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, en la cual tiene aprobados tres cursos de la Lengua y Literatura Griega y tres cursos de Lengua y Literatura Latinas, todos con sobresaliente”.
Por esta información se conoce que Consuelo Miranda comenzó el doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, aunque parece que no lo concluyó. En 1932, su padre, Raúl Miranda, pasó a residir a Camagüey donde, en compañía de su familia, abrió una escuela, que mantuvo el nombre de Colegio Consuelo Miranda. Según la prensa de la época informó el 26 de agosto:
“En la calle de Finlay y López Recio, con museo propio, laboratorios, se ha instalado ese plantel que fue durante muchos años orgullo, el más legítimo, de esta ciudad de Matanzas. Dirige la escuela el doctor Raúl Miranda, padre de Consuelo y como ella, alta mentalidad, sapiencia, cultura e ilustración vastísima. Felicitamos a los camagüeyanos por esa nueva fuente cultural con que cuentan desde este instante”.
Poco más de un año después, el 17 de diciembre de 1933, se informó el regreso de Raúl Miranda a Matanzas:
“Vuelve Miranda a Matanzas, porque no queriéndose separar de sus hijos y habiendo vuelto a formar parte del claustro de la Normal la doctora Consuelo Miranda de Artola, ha abandonado aquella hospitalaria tierra camagüeyana, donde se les estimó grandemente y se les tenía en gran valía. Del regreso de los Miranda a esta sociedad vamos todos a felicitarnos”.
Meses después de la reincorporación de Consuelo Miranda a su cátedra en la Escuela Normal, fue llamada a ocupar una nueva responsabilidad. El secretario de Educación, Medardo Vitier, la nombró Inspectora General de Escuelas de la República en agosto de 1934. Durante esta etapa, desempeñó además varias encomiendas como delegada de la Secretaría de Educación, como fue el caso de su presencia en la Escuela Normal de Santa Clara ante denuncias de irregularidades en el nombramiento de profesores.

Cuando en marzo de 1935 fue clausurada la Escuela Normal, con motivo de la huelga general, abrió en su casa (Tello Lamar 50, altos) un curso para preparar a las interesadas en realizar los exámenes de ingreso para acceder a ese centro. Al mismo tiempo, se convirtió en la líder de un movimiento en la provincia, dirigido a revertir esa decisión, lo cual se logró meses después.
En agosto de 1935 se le designó inspectora provincial de escuelas privadas en Matanzas. Sobre este nombramiento expresó el corresponsal en Matanzas del Diario de la Marina:
“…el solo nombre de la señora Miranda es balsón y prestigio doquiera se pronuncia, y se prestigia y se honra la Escuela Cubana, teniéndola como Inspectora de sus Instituciones Privadas. Fundadora ella de planteles varios, conoce como pocas, el secreto de ese apostolado, al que ha dedicado su vida entera”.
En ese rol participó en el acto de jura de la bandera en el Colegio El Sagrado Corazón de Jesús, de los Hermanos Maristas, el 28 de enero de 1936. Consuelo Miranda desempeñó esta responsabilidad hasta que, en 1937, fue electa directora de la Escuela Normal de Matanzas por el claustro de la institución. Desde este cargo desplegó toda su condición de educadora. Ante su inminente elección, la prensa publicó lo siguiente:
“Mujer de una cultura extraordinaria, de un talento que le reconocen todos, y de unas actividades que son su mejor bagaje, de confirmarse esta nota que adelanto, nadie con más títulos ni más derechos a esa dirección de la Normal”.
En 1938 integró la comisión creada por el Ministerio de Educación para la organización de las Escuelas Normales. Acompañó en este empeño a figuras destacadas de la intelectualidad y la educación cubanas, como Carolina Poncet, Dulce María Escalona y Camila Enríquez Ureña, entre otras. Ese año participó en el evento Fiesta Intelectual de la Mujer, celebrado en La Habana entre noviembre y diciembre, donde leyó una ponencia sobre “Educación profiláctica”. Otras destacadas conferencistas de este cónclave, que se realizó en el hemiciclo del Ministerio de Educación, fueron Piedad Maza, Dulce María Borrero y Aurora García.

Como directora de la Escuela Normal de Matanzas, Consuelo Miranda desarrolló una amplia actividad, con lo cual elevó el prestigio y protagonismo de la institución ante la sociedad matancera. Comenzó el 7 de febrero de 1939 un ciclo de actividades culturales, que incluyó conferencias, audiciones musicales, recitales y exposiciones “…a cargo de personalidades todas vinculadas a Matanzas…”. Al respecto se escribió en la prensa:
“Felicitamos a la doctora Consuelo Miranda de Artola, actual directora de la Escuela Normal de Matanzas, por esta idea que ha de ser imitada seguramente en otras provincias y que tanto, tanto ha de influir en el mañana, en el temperamento, en el gusto y en las aficiones de nuestros futuros ciudadanos”.
Entre las actividades más destacadas estuvieron una exposición de artes manuales, los conciertos de la pianista cubana Arminda Schutte y el violinista dominicano Gabriel del Orbe, así como la conferencia de Medardo Vitier sobre literatura cubana. Pero no todo fue dentro de los muros de la Escuela Normal, ubicada en aquellos años en una casona de la calle Río. También se hicieron funciones de teatro, música y danza en el Teatro Sauto y otros lugares de la ciudad. Esto permitió a estudiantes y profesores dar muestra de su talento artístico.
Muchos años después, Consuelo Miranda rememoró la imagen que guardaba, como tesoro amado, de la Escuela Normal:
“Vuelve a mi mente la vieja casona de la Escuela Normal desde cuyos balcones se atisbaba una calle pedregosa y empinada que conducía a la orilla del río. Evoco el «murmurante San Juan» del poeta, las aguas amarillentas tan quietas que parecían no correr. Evoco la escalera señorial que conducía a la planta alta, la monumental lámpara del salón de actos, las aulas estrechas, los pasillos sombríos y el patio ruidoso. Y, sobre todo, evoco a los jóvenes alumnos que con su presencia, vigor, entusiasmo y alegría rejuvenecían la vieja casona. Eran los portadores de la vida misma que se relejaban en el lugar”.
“Evoco igualmente a los compañeros de tarea que allí nos encontrábamos a diario, casi todos ya idos de la vida”.
“Todos acuden a la cita y estoy con ellos en el recuerdo”.
Tras la muerte de su padre en 1947, Consuelo Miranda asumió la dirección del Colegio Consuelo Miranda, que en 1955 pasó a llamarse Colegio Raúl Miranda. Este fue uno de los centros educativos más destacados en la ciudad de Matanzas.

Contribución social
La vida de Consuelo Miranda se caracterizó por su ardua labor pedagógica y, además, por una activa social. Formó parte de varias asociaciones e instituciones culturales. Apoyó diversos proyectos y aspiraciones, participó en eventos de diverso signo. Dejó, en este sentido, una huella caracterizada por el compromiso con Cuba y Matanzas.
Recién graduada de la Universidad, estuvo presente en el Segundo Congreso Nacional de Mujeres, organizado por la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas. Celebrado en La Habana, se inauguró el 9 de abril de 1925. Lo hizo como delegada por Matanzas. El trabajo que presentó en este evento, titulado “Reforma de la enseñanza femenina”, fue publicado por la prensa habanera “…con grandes elogios”.
En 1928 Consuelo Miranda fue electa vicepresidenta del Matanzas Tennis Club, cargo que tenía entre sus responsabilidades la atención a la biblioteca. Poco tiempo después asumió la presidencia provisional de este club recreativo. Al año siguiente fue ratificada en la vicepresidencia. Formó parte de la Alianza Nacional Feminista, y fue secretaria de la Delegación de Matanzas. Participó de forma destacada en la asamblea que celebró esta organización en el Teatro Sauto, el 13 de enero de 1929. También estuvo presente, durante 1930, en el Comité Organizador del Segundo Congreso del Niño.
Durante su juventud, Consuelo Miranda se destacó por sus cualidades para música, pues llegó a dominar el piano y poseía una voz maravillosa, según los testimonios que se conservan. Esto le valió ser incluida en el libro Cuba musical (1929), donde aparece su foto con este texto:
“En esta señorita concurren muy hermosas condiciones musicales y hallamos en ella a una pianista intuitiva, de señalados méritos. Es un caso especial. La señorita Miranda, de modo espontáneo, casi sin estudios, por propia intuición, interpreta a los grandes maestros, teniendo para sus obras cuidados dignos del más grande aprecio”.

Atenta siempre a las causas justas, en 1930 firmó, junto a otros profesores de la Escuela Normal de Matanzas, un documento de protesta por la muerte de Rafael Trejo. Esto le valió ser suspendida de empleo y sueldo, junto a varios de sus compañeros, e influyó en el cierre del plantel por las autoridades. En 1937 fue electa vocal de la mesa directa de la sociedad benéfica Bando de Piedad, que dirigía otra destacada matancera Hortensia Lamar del Monte.
El 6 de marzo de 1939, Consuelo Miranda presidió, en su condición de directora de la Escuela Normal de Matanzas, el acto para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. La actividad, organizada por iniciativa del Ejecutivo Pro Congreso Nacional Femenino, se ha señalado como una de las primeras realizadas en Cuba. En ese momento, la educadora matancera integraba el Ejecutivo Provincial Pro Congreso Nacional Femenino. Este evento se celebró en La Habana en abril de 1939 y ella formó parte de la mesa ejecutiva provisional, en representación de las asistentes matanceras.

Al crearse en Matanzas la delegación del Frente Nacional Antifascista, el 17 de agosto de 1941, Consuelo Miranda se contó entre los electos como vicepresidentes. En junio de 1949 firmó, junto a un gran número de personalidades cubanas, un documento en apoyo a la convocatoria a un Congreso Nacional por la Paz y la Democracia. Más tarde, al crearse el Comité por la Paz y la Democracia en Matanzas, en el mes de agosto, se le escogió como una de las vocales.
El 2 de mayo de 1943 Consuelo Miranda quedó electa entre las vicepresidentas de la Asamblea Nacional de los Doctores en Pedagogía. Días después, en la Escuela Normal de Matanzas, se fundó un Comité de Maestros Antifascistas para ingresar en el Frente Nacional Antifascista. En esta oportunidad se le seleccionó como Presidenta de Honor. Ese mismo año, en el mes de septiembre, se le escogió para el cargo de vocal del Comité Pro Monumento a Julio Antonio Mella.
Participó de forma activa en las actividades culturales que organizó el Ateneo de Matanzas. Por ejemplo, el 13 de noviembre de 1945, en la velada por el centenario de la patriota y benefactora Marta Abreu. Le correspondió disertar sobre “El sentido social en la obra de Marta Abreu”. En esta fecha la educadora matancera era vice-presidenta de la Sección de Educación del Ateneo.
Consuelo Miranda, como miembro del Ateneo de Matanzas y de la Asociación de Amigos de la Cultura Cubana, apoyó en 1947 la idea de sustituir las “Cenas Martianas”, por “…otros actos de más deparada espiritualidad…”. Esta campaña la inició el periódico Noticias de Hoy. Entre los matanceros firmantes estuvieron los intelectuales Fernando Lles, Mario E. Dihigo y Carilda Oliver Labra, entre otros.

A instancias de su amigo Dihigo, quien era candidato a alcalde de Matanzas por el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) en las elecciones parciales de junio de 1950, Consuelo Miranda incursionó brevemente en la política. Fue electa suplente del Dr. Antonio Font Tió, elegido como concejal. Meses después, el 28 de septiembre, Font renunció a esa responsabilidad y Consuelo Miranda, quien debía sustituirle, también lo hizo. Ambos casos fueron señalados por la prensa como excepciones en el enrarecido panorama político del país y una lección de ética y civismo.
Estuvo entre las afiliadas al Club Femenino de la Playa, en Matanzas, y a la Sociedad Adayen o Sociedad de Artistas y Escritores Matanceros. También formó parte, como vocal, del Patronato de la Colonia Infantil y del Patronato para la creación de la Escuela del Hogar de Matanzas.
Una maestra en revolución
La lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista, a finales de los años 50, encontró nuevamente a Consuelo Miranda en la trinchera revolucionaria. Integró la dirección provincial de Resistencia Cívica del Movimiento 26 de Julio, junto a Saúl Vento, Laudelino González y otros. Tuvo una activa participación en la huelga del 9 de abril y otras acciones.
Al triunfar la Revolución, Consuelo Miranda participó en la fundación de las nuevas organizaciones que surgieron en su defensa. Debido a la urgencia de las nuevas medidas educacionales, asumió el cargo de subdirectora de Enseñanza Profesional en la Junta Provincial de Educación, que dirigía el doctor Saúl Vento, uno de sus compañeros en el claustro de la Escuela Normal.
Por solicitud de Armando Hart, ministro de Educación, Consuelo Miranda pasó a La Habana, con el encargo de dirigir la Casa de Beneficencia. Más tarde se incorporó a la Dirección de Internados de Primaria del Ministerio de Educación. Allí propuso en 1962 la creación de los seminternados en las escuelas primarias y de los internados de montaña. Con el apoyo de Celia Sánchez, logró la apertura del primero de estos centros en la Sierra Maestra, con el nombre de “Mártires de Sevilla Arriba”, en Manzanillo.

Se conserva un testimonio de Consuelo Miranda, donde narró los detalles en relación con la apertura de los internados de primaria:
“Esta idea tratamos de propagarla por algunos lugares de la Sierra, como Oro de Guisa, donde se construyó el segundo bajo el nombre de “José Freire Bim” y de la misma forma se lograron los seis que se habían programado”. (…) “La idea de los internados de montaña, que como es natural, encontró muchas dificultades en sus inicios, se fue abriendo paso con la colaboración del Ministerio de Educación, los organismos revolucionarios de la zona y la cooperación decidida de los obreros cubanos.

Tuvo una destacada participación en eventos científicos por estos años. En el Seminario Nacional organizado por la Comisión Nacional de la Jornada de la Infancia en 1963, en La Habana, disertó acerca de “Logros y proyecciones de la Dirección de Internados de Primaria”. Entre el 14 y el 17 de mayo de 1964 participó en el Seminario Nacional sobre la Jornada de la Infancia, auspiciado por el Ministerio de Educación. En la sesión del día 15, Consuelo Miranda, en su condición de directora nacional de Internados de Primaria, realizó una exposición sobre “Cómo los internados están enfocando el problema docencia producción”.
En relación con esta etapa testimonió alguien que la escuchó como conferencista:
“…me gustaba mucho escuchar sus conferencias por la facilidad que tenía de mantener al auditorio en expectativa durante todo el tiempo de duración…” (…) “…creo que la más emocionante fue la que dio en el MINED, ya que puso en pie varias veces a todo el auditorio…”.
Otro testimonio consigna que
“…decía que un maestro primario tenía que dominar mucho la Pedagogía y la Psicología como su mejor arma para enseñar y en mí eso influyó tremendamente…”.

Consuelo Miranda se jubiló en 1965, pero eso no significó que se alejara de sus labores como educadora. Se vinculó entonces al trabajo con la primera infancia. Tuvo un rol principal en la preparación de educadoras para los círculos infantiles, que habían comenzado a crearse en 1961. Colaboró en este esfuerzo con Vilma Espín, presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, junto a un grupo de destacadas pedagogas, como Clementina Serra y Marta Santander. Durante un breve período se desempeñó como directora nacional de Círculos Infantiles.
Al crearse en 1971 el Instituto de la Infancia, dirigido por Vilma Espín, Consuelo Miranda comenzó a laborar en la nueva institución. Lo hizo como miembro del equipo encargado de las investigaciones. Además, integró el Grupo Internacional para la Educación del Niño Pequeño. En 1988 formó parte del equipo que indagó en el desarrollo del niño y el joven cubano, investigación que dirigió el Dr. José Jordán por encargo del Ministerio de Salud Pública.

El último centro laboral de Consuelo Miranda fue la Escuela de Protocolo Sergio Pérez, en La Habana. Fundada por Celia Sánchez, en ella impartió periodismo en la Cátedra de Estudios Políticos. Además, fue dirigente del Partido Comunista de Cuba en el centro. Acerca de su desempeño en este lugar escribió una de sus colegas:
“…era siempre muy objetiva, no le gustaba ser injusta con nadie y sobre todo nunca le gustó enjuiciar a las personas, por lo que era muy cuidadosa con las relaciones humanas…” (…) “…era muy alegre, por eso hay que recordarla con alegría, a pesar de que nos duela su muerte…” (…) “…haber conocido a Consuelo, era conocer sobre la propia vida, por lo que puedo asegurar que tenía un gran talento, pero un talento ya cultivado”.
Legado
La investigación Consideraciones acerca de la vida y obra de la educadora matancera Consuelo Miranda (1990) fue defendida como trabajo de diploma en el Instituto Superior Pedagógico Juan Marinello. Los autores, Maricel Alonso, Humberto Cabrera y Caridad Dimon, quienes fueron tutorados por el historiador Faustino Gómez Brunet, expresaron en una oportunidad:
“No tenemos libros, ni artículos, ni conferencias escritas por ella, pero nos dejó en cambio la estela de su paso por la vida…”.
Esto en cierto, pero sólo en parte. Desde su tesis de Doctora en Pedagogía, que publicó en 1929, hasta las numerosas ponencias que presentó en eventos y las conferencias que pronunció, es evidente que tuvo una producción pedagógica nada desdeñable. Vale destacar su discurso en la graduación de la Escuela Normal el 11 de agosto de 1950. O también el artículo “Orientaciones pedagógicas”, que apareció en la revista Simientes, en 1966. Lo que sucede es que su obra escrita quedó dispersa y no puede negarse que Consuelo Miranda fue una pedagoga más práctica que teórica.
En ese discurso de 1950 en la Escuela Normal, Consuelo Miranda hizo un análisis muy crítico de la contribución del plantel a la formación integral de los maestros:
“…graduamos maestros, instruimos técnicamente maestros, pero fallamos en lo esencial del proceso, que es la formación espiritual del maestro. En términos románticos no lo proveemos de un alma de maestro, nos limitamos a titular maestros, lo cual sin duda difiere en contenido y objetivo de formar maestros…”.
El 23 de mayo de 1987 se le invitó a una actividad de los graduados de la Escuela Normal de Matanzas en 1947. No pudo participar, pero dirigió una hermosa carta a sus discípulos, donde expresó:
“Queridos compañeros de hoy y alumnos de ayer:
“Hace unas semanas recibí una llamada telefónica del amigo Mario Castro, quien me comunicó el propósito de reunir el mayor número de graduados en el año 1947 y en ese marco, renovar los vínculos de compañerismo y afecto nacidos en las aulas. Solicitó igualmente que cubriera mi ausencia personal con unas líneas que me identificaran con el encuentro”.
“Situaciones semejantes son detonadores que echan a andar los recuerdos y nos permiten trasladarnos al pasado, aunque este no sea muy reciente. Y así, en distintas horas a partir de la solicitud, han sido evocados personas, lugares, situaciones…”.
Después de describir en su memoria el viejo inmueble donde funcionó la Escuela Normal, añadió:
“Hay siempre nostalgia en las evocaciones y, desde luego, la hay también en mis palabras. Es imposible retrotraernos unas décadas y que no aparezca un sentimiento de añoranza, de lo que fue realidad y hoy no más que imagen desvaída, aunque hermosa de ayer. Pero también es igualmente real que el sentimiento nostálgico no nos hiere. En este caso es un suave repasar un trecho de la vida que nos conduce a un grato presente”.
“Aquí están ustedes. Han vivido. Han aprendido a comprender hechos y circunstancias, han aprendido las lecciones que es a maestra implacable que es la vida les ha enseñado. Risas y lágrimas se han confundido a lo largo de los años, pero el hecho de intentar y realizar este encuentro significa que ganaron la batalla y conservaron el mejor y más positivos de los sentimientos humanos: la fraternidad”.
“Muy cargada de años, de aprendizajes, con el correspondiente costal de alegrías y penas estoy presente junto a ustedes”.
“Cuando seres alejados en el espacio y el tiempo solicitan mi presencia en un encuentro, experimento un sentimiento grato y profundo. Pienso entonces que no he vivido en vano, que logré regar en el camino amistad, amor, confianza y recojo los frutos”.
“Tampoco yo los he olvidado. Gracias por el recuerdo”.
“Y un voto de despedida: Que la vida, si no los mima, que no los maltrate”.
“Felicidades por hoy y por siempre”.
Otra importante ocasión en que Consuelo Miranda desgranó sus recuerdos como educadora fue el 29 de julio de 1987, en un acto en honor de Mario E. Dihigo por los 70 años de su graduación como médico. En ella, evocó
“…el recuerdo indeleble del amigo y compañero, con quien compartimos por más de tres décadas trabajo, responsabilidades, inquietudes, alegrías y decepciones. Vengo a recordar a Mario Dihigo, ausente pero no olvidado”.

Una de las últimas actividades, quizás la última, en que participó Consuelo Miranda aquí en Matanzas, fue un Activo Provincial de Trabajo Educativo en saludo al Bicentenario de Félix Varela en 1988. En este evento se le dedicó un homenaje, en el cual se expresó:
“…entre sus innumerables virtudes descuella el haber sabido combinar magistralmente la seriedad y rectitud de su proceder en las relaciones humanas y la posibilidad de sus discípulos de llegar hasta ella. Maestra de generaciones. Es recordara con infinito amor por sus alumnos, quienes la destacan siempre como una gran profesora”.
Consuelo Miranda Miravet falleció en La Habana el 21 de abril de 1989, a los 86 años de edad. Había recibido múltiples condecoraciones por su larga labor educativa, de la que no desistió jamás. Acerca de su legado escribió uno de sus colegas más entrañables, el maestro e historiador Saúl Vento Almohalla:
“Ha realizado un formidable y extraordinario trabajo en el perfeccionamiento para la formación de maestros desde muy joven. Su trabajo es tan amplio, que hay muy pocos profesionales que no hayan sido alumnos de ella. Tuvo dotes excepcionales y su acción en la educación fue tan positiva como que hoy por hoy, la doctora Consuelo Miranda constituye una de las más grandes personalidades de la educación en Cuba”.