El matancero Ignacio Plasencia Lizaso fue un médico cirujano de reconocidos aportes a su especialidad de Cuba.

El pequeño pueblo matancero de Alacranes ha sido cuna de grandes figuras de la historia de Cuba. Puede mencionarse al doctor Juan Santos Fernández, personalidad destacada de la ciencia cubana. Allí vio la luz fue Alberto Rodríguez Acosta, general del Ejército Libertador. También fue oriundo de ese poblado el reconocido periodista Ramón Vasconcelos.

Además de los mencionados, en Alacranes nació, el 28 de septiembre de 1843, Ignacio Plasencia Lizaso. Con el pasar de los años, este nombre se haría célebre en la medicina cubana. Sobre todo, por sus grandes cualidades como médico, especialmente en la cirugía, de la cual hizo un arte. Uno de sus destacados coterráneos, el doctor Juan Santos Fernández, señaló:

“Una comarca de la provincia de Matanzas, de esa región que tiene proporcionado a las letras y a las ciencias en Cuba, más contingente que ninguna otra, o tanto como cada una de las demás, fue su cuna”.

No fue el único representante de esta familia en la ciencia cubana. Tomás Plasencia Lizaso, uno de sus hermanos, fue otro médico muy elogiado, que se dedicó a las enfermedades mentales. Leonel Plasencia Montes, sobrino de ambos, sobresalió como bacteriólogo. Los dos fueron miembros de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Ignacio Benito Lizaso Maragliano, su hijo, también ejerció con éxito la medicina.

Anuncio de la consulta del doctor Ignacio Plasencia y su hijo, en Diario de la Marina, 1913. Archivo del autor.

El médico

Ignacio Plasencia Lizaso cursó los estudios de medicina en la Universidad de La Habana. Se graduó de Bachiller en Ciencias en 1863 y en julio de 1867 como Bachiller en Medicina, según el plan de estudios de 1842. Recibió el 9 de julio de 1869 el grado de licenciado en medicina y cirugía, después de haber ganado la Medalla-Premio de Anatomía Descriptiva con notas de sobresaliente. Al graduarse trabajó un tiempo en su pueblo natal. Sobre esta etapa de su vida destacó el doctor Federico Hortsmann, uno de sus profesores:

“Poseedor ya del anhelado diploma punto objetivo y sueño acariciado de todo joven que siente en su espíritu hervir el noble amor a la independencia, dirigióse al campo como todos los que carecen de fortuna, pero no a vegetar allí, ni a vivir esa vida obscura, las más de las veces viciosa, en que se han sumergido tantas inteligencias privilegiadas, sino a trabajar, a seguir estudiando el organismo enfermo, a ensayar la intervención activa, a formar, en una palabra, su clínica propia, observando siempre y trabajando sin descanso hasta lograr proporcionarse recursos para trasladarse a París, con el propósito de adquirir nuevos conocimientos y perfeccionar los adquiridos en su patria”.

En Francia, Ignacio Plasencia Lizaso aprendió las técnicas operatorias más avanzadas. Con este bagaje, se graduó de médico en la Universidad Central de Madrid en 1876. La tesis que presentó fue Memoria sobre los trastornos que a la marcha del embarazo y del parto puedan dar lugar la longitud y las circulares del cordón. También se ha conocido como “Anomalías del cordón umbilical”. Este mismo año se radicó en La Habana y comenzó a trabajar en el Hospital de San Felipe y Santiago. Poco después ocupó una plaza en el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, donde se desempeñó varias décadas como cirujano. También tuvo una consulta privada.

Anuncio de la consulta de Ignacio Plasencia, Diario de la Marina. Archivo del autor.

El 11 de junio de 1878, Ignacio Plasencia Lizaso fue nombrado para ocupar la Cátedra de Clínica Quirúrgica en la Universidad de La Habana. Sin embargo, ejerció por poco tiempo esa condición, pues la práctica médica absorbió todas sus energías. Ocupó los cargos de subdelegado de Marina del Barrio de San Lázaro y vocal de la Junta de Instrucción Pública de La Habana.

Fue electo académico numerario de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana el 25 de junio de 1885. El discurso de recepción que presentó fue “La uretrotomía interna en la Isla de Cuba”, publicado en el tomo 25 de los Anales de la institución, correspondiente a 1888. Le fue contestado por el doctor Federico Hortsmann.

Ignacio Plasencia Lizaso tuvo una activa participación en las actividades y debates de la Real Academia, donde formó parte de la Comisión de Cirugía. En 1891 analizó el trabajo de ingreso del doctor Raimundo Menocal, dedicado al “Tratamiento abreviado de las fracturas”. Le correspondió, en 1905, dar contestación al discurso de ingreso del doctor Gustavo G. Duplessis como académico de número, que trató sobre “La Apendicitis, enfermedad quirúrgica”.

Formó parte de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba y de la Sociedad de Estudios Clínicos de la Habana. También fue socio de número de la Sociedad Económica de Amigos del País. Además, recibió la condición de miembro corresponsal honorario del Institut du Midi, en Toulouse, Francia, y la de miembro corresponsal extranjero de la Société de Médecine Pratique, de París.

El cirujano

Desde que comenzó su labor como médico, Ignacio Plasencia Lizaso se dedicó, sobre todo, a la cirugía, de la cual hizo un arte. Según Juan Santos Fernández, este fue “…el campo escogido de sus triunfos, en el ejercicio de su profesión”. Lo consideró, en este sentido, “…un práctico que llevó a las Academias y a la prensa médica lo que laboraba, y contribuyó al progreso de la cirugía de su época”.

Según Federico Torralbas, uno de sus biógrafos, Ignacio Plasencia Lizaso:

“…no tardó en practicar los procedimientos traídos de Europa, única fuente entonces de producción científica, y de poner a contribución sus propias iniciativas, al implantar nuevos procedimientos de técnica operatoria fundamentados en el más estricto cumplimiento de los principios científicos reinantes comprobados por la observación más serena, guiándose del racionamiento juicioso y guiado por hábil mano de cirujano al servicio de un experto médico enamorado de su profesión y celoso de terminar siempre bien los cuidados a él encomendados”.

“Su constante labor, la intrepidez y facilidad con que abordaba todos los problemas quirúrgicos, encuentran su comprobación en las estadísticas por él publicadas demostrativas de la confianza que él mismo tenía en su propio valer al practicar una resección del maxilar, una desarticulación escápulo-humeral o coxo-femoral, etc., etc., con la misma maestría, con el mismo éxito y ajustadas a la última expresión de la ciencia constituida. No debemos silenciar, sino por el contrario consignarlo con verdadero placer, que la cirugía en Cuba le es deudora de la introducción del uso del termo-cauterio de Paquelin y de la inyección fenicada en el tratamiento de la hidrocele”.

A Ignacio Plasencia Lizaso se le reconoce como ejecutor, por primera vez en Cuba, de varias operaciones quirúrgicas de gran complejidad. Por ejemplo, la esplenectomía del bazo por hipertrofia, la perineorrafia por el proceder de Emmet y la ovariotomía doble. También el tratamiento de la hidrocele por el ácido fenico. Casi todos los aportes que hizo como cirujano los dio a conocer mediante artículos científicos. De este modo, podrían ser utilizados por otros médicos del país.

Una de las últimas fotografías de Ignacio Plasencia Lizaso. Archivo del autor.

Fue autor de varios trabajos en la revista Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana. Entre ellos “Quiste ovárico doble” (1885), donde describió la primera doble ovariotomía practicada en Cuba. En “Desarticulación coxo-femoral” (1878) hizo referencia a la aplicación de este proceder, que practicó por primera vez en Cuba, de forma exitosa, en un adulto. En las páginas de esta publicación también dio a conocer “El termocauterio de Paquelin” (1877) y “Curiosas anomalías de los órganos genitales internos. Vagina artificial” (1884)

En la Revista de Ciencias Médicas también reflejó parte de su quehacer como cirujano. Pueden leerse trabajos como “Aneurisma óseo” (1890), “Colecistotomía. Curación” (1890) y “Ginatresia. Ausencia parcial de la vagina. Hemato-colpo-metra” (1892). Lo mismo ocurrió con la Revista de Medicina y Cirugía, donde publicó sobre “Esplenectomía por hipertrofia del bazo” (1896), que fue la primera operación de esta clase practicada en Cuba. Otros trabajos suyos publicados en ella fueron “Quistoma enorme multilocular del ovario derecho pediculado con adherencia laxas y múltiples” (1898) y “Cólicos apendiculares. Profisectomía” (1899).

La mayoría de las experiencias quirúrgicas de Ignacio Plasencia Lizaso, todas operaciones de gran complejidad, aparecen explicadas en los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana. Por ejemplo, “Resección del maxilar superior derecho a consecuencias de un osteosarcoma mieloideo” (1881) y “Ablación de un tumor fibroso de la región inguinal” (1883). También “Elefantiasis del escroto, estrechez uretral e hidrocele del testículo derecho (1883), “Cura de los hidroceles por el ácido fénico (1883)” y “Curiosas anomalías de los órganos genitales internos en una mujer (vagina artificial) tumor fibroso y operaciones practicadas” (1885).

Otras descripciones operatorias, dadas a conocer en los Anales, fueron “Aneurisma de la arteria ilíaca derecha; curación por la ligadura” (1885) y “Rasgadura del perineo. Perineorragia por el proceder de Emmet” (1886). Hay que mencionar, además, “Curación radical de la hernia. Operación de Lucas Championniere” (1887) y “Apuntes sobre un caso de hernia inguinal-escrotal derecha irreductible” (1888).

Ignacio Plasencia Lizaso fue autor, además, de los libros Aneurisma de la arteria iliaca externa derecha. Curación por la ligadura (1885) y Ovariotomía. Quiste multilocular del ovario derecho (1887). Otros dos libros que editó, fueron La uretrotomía interna en la Isla de Cuba (1888) e Incisión transversal en las laparotomías (1903).

Esquela mortuoria en Diario de la Marina, 20 de julio de 1913. Archivo del autor.

Elogios

El 19 de julio de 1913, sin haber cumplido los 70 años, la muerte sorprendió a Ignacio Plasencia Lizaso. Aún era notable la actividad que desarrollaba como médico cirujano, que fue una verdadera pasión, a la que dedicó toda su vida. Uno de sus amigos, Federico Torralbas, lo describió como una

“…figura agradable a primera vista, de mediana estatura, de complexión robusta, de faz risueña y complaciente…”.

El pesar por el fallecimiento de tan destacada personalidad fue general. La comunidad científica cubana le consagró varios homenajes. Juan Santos Fernández leyó una nota necrológica en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, y Federico Torralbas le dedicó un sentido elogio, al igual que Jorge Le Roy. Años después hizo lo mismo el doctor Octavio Montoro, a propósito de la donación de un retrato al óleo, obra del pintor Armando Menocal, que realizó su familia a esa institución.

Necrología en Diario de la Marina, 20 de julio de 1913. Archivo del autor.

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