El 3 de junio de 1860 apareció el primer número de la revista Liceo de Matanzas, que prestó especial atención a la divulgación de la ciencia en territorio yumurino.
El Liceo Artístico y Literario de Matanzas se fundó el 13 de febrero de 1859. La primera Junta Directiva, electa ese día, estuvo encabezada por José M. Angulo como presidente. El Liceo se inauguró con una solemne fiesta el 17 de febrero de 1860, a las siete de la noche. Al comenzar se pronunciaron discursos por el gobernador matancero y los principales dirigentes de la sociedad. Después se recitaron poesías, se ejecutaron piezas musicales y se representó El Conde Alarcos, de José Jacinto Milanés. Muy famosas fueron las palabras de Rafael del Villar, quien llamó a Matanzas, por primera vez, como la Atenas de Cuba, sobrenombre que el tiempo y la tradición han consagrado.
Meses después, el 3 de junio de 1860, salió por primera vez la revista oficial de la sociedad, titulado Liceo de Matanzas. Tenía una frecuencia quincenal y estaba bajo la dirección de Francisco Iturrondo, quien expresó en la nota editorial:
“Este notable instituto marcha por una senda ornada de flores que muy pronto producirán los más opimos y saludables frutos. Aún no eran transcurridos dos meses desde su instalación, y ya las ciencias, las letras y las artes derramaban en sus espaciosos salones los fecundadores rayos de su luz civilizadora. Aún no cuenta cuatro meses de existencia y ya hace circular el primer número de un periódico que ilustrarán con los tesoros del genio los amantes de lo útil y lo bello”.
Los primeros años
Además de Iturrondo, la nueva revista tuvo otros tres directores entre 1860 y 1861. Estos fueron Emilio Blanchet, Federico Milanés y Domingo del Monte y Portillo. Desde el mismo primer número la publicación dio cabida en sus páginas a varios artículos de carácter científico. Entre estos estuvieron “Educación”, por Juan N. Valiente y “Embriaguez”, por José M. Casal. También comenzó a publicar el “Diario de un viajero”, escrito por el botánico y patriota Sebastián A. de Morales. En el segundo número fue reproducido el trabajo “Educación. Carta de un joven institutor sobre los placeres de la enseñanza”, de la autoría del fallecido poeta José Jacinto Milanés. Se publicó inicialmente en las Memorias de la Real Sociedad Económica de La Habana, en 1842.

A partir de este momento la ciencia fue una constante en la revista Liceo de Matanzas. Lo demuestran los escritos que publicó, como “Arbolado en las ciudades”, por Francisco J. de la Cruz y “Educación de la mujer”, por Fernando Domínguez. Merecen ser destacados, además, “Una ojeada al valle de Yumurí”, de José Florencio López y “¿Quiénes fueron los pobladores de América?, por Francisco Javier Clavijero. Otros fueron “Astronomía contemplativa”, escrito por Francisco C. Cuyás, así como “Excursión a las cuevas de Yumurí”, de Luis Gonzalo Acosta. Varios trabajos científicos se publicaron con pseudónimos o de forma anónima. Fue el caso de “Acueducto”, por G. de N, “Cálculos curiosos sobre la fisiología del hombre” y la traducción “El agua”, por A., entre otros.
En el número 9 de la revista Liceo de Matanzas, fechado el 30 de septiembre de 1860, se comenzó a publicar, en seis partes, la biografía del célebre científico francés Francisco Arago, escrita por J. M. Cayla. Valioso fue el trabajo “La estadística al alcance de todos”, firmado por el educador matancero Eusebio Guiteras. De Gonzalo Peoli se publicó “Sobre la educación”, discurso pronunciado en los exámenes del Colegio El Salvador. Otro discurso leído en el mismo lugar, publicado en la revista, fue “De la importancia de la historia”, de Emilio Blanchet. De Ramón de Palma se incluyó la biografía “Cubanos ilustres. D. Francisco de Arango”.

En el segundo tomo de la revista Liceo de Matanzas, iniciado en 1861, también se publicaron artículos científicos. Además, contó con una sección titulada “Noticias de ciencias y artes”, donde recogió aspectos tomados de publicaciones extranjeras. Entre los escritos que aparecieron pueden mencionarse “El vidrio” y “Una ojeada por la Tierra”, ambos de Eusebio Guiteras. También “La meteorología”, de J. D. El médico Joaquín Bramon fue el autor de “El hombre considerado como causa en la limitación de la longevidad”. Acerca de “Las praderas de Cuba”, escribió Francisco Javier de la Cruz y Gonzalo Peoli sobre “Origen de nuestros conocimientos” y “Relación entre el alma y el cuerpo”. “La clave de las ciencias. Del Dr. Brewer”, del autor José del Monte, fue un análisis crítico de un libro sobre el conocimiento científico en los niños.
Los años de gloria
Tras los años iniciales de 1860 y 1861, vino un período de interrupción en la publicación de la revista. Volvió a editarse en marzo de 1864, esta vez bajo el nombre de El Liceo. Se mantuvo de forma inestable hasta 1868, con carácter mensual. Los directores en estos años fueron Luis Gonzalo Acosta (1864), Domingo del Monte y Portillo (1865-1866), Rafael Otero Castroverde (1866), Santiago de la Huerta Roque (1866), Emilio Blanchet Bitton (1866) y Sebastián A. de Morales (1868).
De esta etapa no han sido localizados números en las bibliotecas cubanas. Por esta razón, los datos son escasos. Según Carlos M. Trelles esta época se inició en agosto, pero en el Archivo Histórico Provincial consta un documento que demuestra que se publicó su primer número el 10 de marzo de 1864. Además, en la Aurora del Yumurí, del 7 de septiembre de 1864 se publicó el resumen de su número 7, correspondiente al día 4 del propio mes. También Trelles planteó que tuvo sólo nueve números, pero en el número 10, del mes de diciembre, apareció el acta de fundación de la Sección de Ciencias.

Uno de los autores que más artículos de ciencia publicó en 1864 fue Sebastián A. de Morales. A su pluma se debieron los trabajos “Fósforo”, “Seiba”, “Fenómeno físico” y “Un fenómeno meteórico del Mar Rojo”. A su vez, Manuel J. Presas dio a conocer “Mariposas” y “Metamorfosis vegetal”. Estos escritos contribuyeron a crear un ambiente favorable a la creación de la futura Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas, que se fundó el 2 de noviembre de ese año. Ese mismo día, los fundadores de la nueva institución, primera de carácter científico en territorio matancero, acordaron que los artículos para esta revista
“…pusieran las ciencias al alcance de todas las inteligencias y que hicieran ameno su estudio”.
Durante 1865 y 1866, El Liceo mantuvo sus salidas mensuales hasta fines de ese año. No se editó en 1867 y al hasta 1868 no se hicieron nuevas gestiones para su publicación, cuando se nombró a Sebastián A. de Morales como director e inició su sexta época en mayo. Apareció de forma quincenal hasta el número 5, en julio de 1868. Los trabajos científicos publicados en fueron aceptados favorablemente. En agosto de 1865 se citó en la Aurora del Yumurí, la opinión de una publicación habanera sobre los artículos de Morales y Presas:
“En El Liceo hemos visto unos artículos sobre historia natural, firmados por dos distinguidos amantes de este bello ramo de los conocimientos humanos, que no vacilamos en recomendar a todos los que se sientan con afición a las ciencias que estudian los seres que pueblan y componen al mundo”. (…) “Este elogio es tanto más satisfactorio, cuanto que las personas que lo motivan han sabido, por su amor a las ciencias, hacerse dignas de él”.
Dentro de las páginas de El Liceo, los socios de la Sección de Ciencias dieron a la publicidad los resultados de sus investigaciones y trabajos, con lo cual realizaron un inestimable servicio de divulgación científica. En septiembre de 1866, al hacerse cargo de la parte científica de la revista, Sebastián A. de Morales declaró que era su interés
“…poner las ciencias al alcance de todos, y a este fin estarán encaminados nuestros escritos todos: así complaceremos al público todo, y cumpliremos nuestros más puros deseos de ser útiles a los que se dignen dispensarnos al honor de oír nuestra voz”.
En total se han podido localizar referencias a 51 de estos artículos. De ellos 15 fueron publicados en 1865, al año siguiente la cifra se elevó a 22, mientras que en 1868 la cifra fue de 14. Los títulos se conocen gracias a los sumarios publicados en el periódico Aurora del Yumurí desde 1864 hasta 1868. Existen varias referencias en el Anuario que publicó la Sección de Ciencias en 1866. Otros aparecen en un álbum de recortes que se conserva en la Biblioteca Provincial Gener y Del Monte.

Entre los trabajos que aparecieron en sus páginas sobresalen “The naturalist’s directory”, por Manuel Febles, acerca de la obra de igual título publicada en EE.UU. por F. W. Putnam, y “Clases y órdenes del reino animal”, por Sebastián A. de Morales, donde presentó el libro de Mr. H. Bronn, paleontólogo y profesor de la Universidad de Heidelberg, Alemania. Por su parte. Manuel J. Presas comentó extensamente el contenido de la obra de Joaquín F. de Aenlle sobre las aguas minerales y medicinales de Cuba, según una nota presentada en la Sección el 9 de octubre de 1866.
Otros de sus artículos fueron de interés para el público matancero. Vale citar algunos como: “La zarigüeya”, de Joaquín Barnet, en el cual expuso las características de este marsupial sudamericano a partir de un ejemplar vivo donado al Museo y la serie de artículos “La historia natural de Cuba en la Exposición de París”, en la cual Manuel Presas valoró las colecciones presentadas en este evento. De singular importancia fueron “Apuntes entomológicos”, por Luis Estévez; “Ilusiones ópticas en el cementerio de la Habana”, por Felipe Poey; así como la traducción de “Hombres fósiles”, por Louis Büchner. Además, se publicaron otros de forma anónima: “Los nervios”, “Aguas potables” y “Conservación de frutos”.
Los últimos años
La clausura del Liceo de Matanzas en 1869, motivó que la revista fuese suspendida. Tras un lapso en que existió el Club de Matanzas, volvió a publicarse en 1882, esta vez como El Liceo de Matanzas. Apareció del 1 de agosto de 1882 al 15 de septiembre de 1883 y se consideró la continuación de El Club de Matanzas. Tuvo como directores a Miguel Alfredo Lavastida (1882-1883) y Domingo del Monte y Portillo (1883).

No fueron numerosos los artículos científicos que se dieron a conocer en esta oportunidad. Sobresalió el titulado “Los animales meteorologistas. Extractado de una obra alemana sobre la ciencia de los insectos”, así como “La hormiga agricultora”. Del incansable Francisco Jimeno, en la sección “Notas de mi cartapacio”, fueron publicados “Las esponjas” y “Las ratas, el ratón y el guayabito”, así como “La rosa de Jericó”. Además, apareció “Estudio sobre la locura de D. Quijote de la Mancha”, por Manuel J. Presas, que ya había sido publicado en la misma revista en 1866.
Seis años después de su cierre temporal en 1883, la revista El Liceo de Matanzas volvió a ser editada. Tuvo una vida muy corta en la que fue su última etapa: del 3 de febrero al 28 de abril de 1889. Fue dirigida esta vez por Guillermo Schweyer y A. L. Baró. La ciencia estuvo casi ausente. Sólo puede mencionarse la serie de trabajos sobre “Cubanos ilustres”, entre los cuales se incluyó a Felipe Poey, en el número del 17 de marzo de 1889. Hay que destacar que en la portada se incluyó un grabado de la figura de Poey, dibujado por Ramón Mella.