• Si bien la violencia doméstica incluye el abuso contra cualquier miembro de la familia, tiene mayores manifestaciones en las relaciones de pareja, siendo las mujeres las más perjudicadas.

Todo comenzó muy bien. Él se desvivía en atenciones: la llamaba a ratos, le llevaba flores, obsequios…

Transcurrieron, entonces, solo cinco meses para que ella lo aceptara en su casa.

Al principio, la convivencia fue buena. Pero, bastó poco tiempo para que todo cambiara.

Empezó por ataques de celos; luego vinieron maltratos, vejaciones…

No estaba dispuesta a soportarlo y optó por terminar la relación.

Al comunicárselo por primera vez, éste hizo caso omiso. A los 15 días, ella volvió a intentarlo.

Cual fiera salvaje que arremete contra una presa indefensa, el sujeto se le abalanzó encima y con un objeto cortante le asestó una herida en el pómulo derecho de la cara.

Dejaba así una huella imborrable en su rostro y un motivo para odiarlo por el resto de la vida.

La violencia doméstica tiene mayores manifestaciones en las relaciones de pareja y son las mujeres las más perjudicadas, con agravios que van desde amenazas y acosos hasta crímenes pasionales.

Entre las causas que la generan prevalece el hecho de que el agresor, por lo general, es el sostén económico del hogar, así como no querer separar a los hijos de los padres.

La sanción moral de la comunidad, la vergüenza por la divulgación de su drama y no saber qué hacer en muchos casos, constituyen otras razones. Las limitaciones existentes en relación con la vivienda, aunque no generan el problema, sí lo agudizan.

Aun cuando en Cuba existen instituciones y leyes que las protegen y amparan, la mayor parte de las agredidas opta por el silencio y no pocas retiran la denuncia después de presentada a la policía.

Ello obedece, en muchas ocasiones, a la influencia ejercida por la familia para que se retracten, llegando incluso a hacerles creer que son las únicas culpables.

También temen acusar y luego ser objeto de mayores represalias.

Existen, además, falsos conceptos en torno al tema. Escuchar decir que «a ellas les gusta el maltrato» o ignorar sus reclamos por aquel aforismo de que «entre marido y mujer nadie se debe meter», representan cuestiones a valorar por toda la sociedad.

El Código Penal cubano establece que cualquier grado de parentesco entre la víctima y el opresor constituye agravante a la hora de juzgar delito contra la vida y la integridad corporal y el normal desarrollo de las relaciones sexuales, la familia y la infancia.

Por su parte, el Código de la Familia también denuncia la violencia contra las mujeres.

Sin embargo, no son pocos los que aún creen que debe existir una ley específica para enfrentar la intimidación doméstica e incrementar el rigor de las sanciones.

El tema es objeto de análisis a nivel global. Las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud indican que alrededor de una de cada tres mujeres en las Américas ha sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de la vida.

La violencia de pareja es la forma más común de violencia contra la mujer. Un 38 por ciento de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son cometidos por su pareja masculina.

La joven de la historia narrada al principio, una historia real por cierto, ya no tuvo que soportar más los insultos de su excónyuge, quien por demás cumplió sanción de privación de libertad.

Sin embargo, existen otras como ella, que tal vez no reciban golpes, pero son manejadas económicamente, chantajeadas, controladas, aisladas de sus familiares y amistades. Otras, que no tienen criterios propios, están sujetas a prohibiciones, abandono afectivo, humillaciones y abuso sexual, de ahí que muchas voces se alcen en el mundo para gritar NO a la violencia intrafamiliar. (ALH)

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