Ser fino y constante juro,

de cumplirlo estoy seguro,

hasta morir te amaré;

porque mi pecho es tan puro

como la flor del café.                                      

Transcurrieron 180 años desde el crimen. La causa, una conspiración no demostrada. Las víctimas, más de 3 000 mil personas, en su mayoría negros y mulatos libres, unos 780 esclavos y una decena de blancos. Entre los condenados a fusilamiento, se distinguía un poeta mulato, cuyos versos habían calado hondo la sensibilidad popular.

A escasos metros del actual hospital materno en la barriada de Versalles de la Atenas de Cuba, corrió la sangre de quién se inscribiera entre los primeros poetas románticos de Cuba. Fusilado por la espalda con diez de sus compañeros, pagó con la vida la supuesta participación en la Conspiración de la Escalera.

Diego Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido había nacido en La Habana el 18 de marzo de 1844 cuando en Cuba se organizaban las primeras conspiraciones contra el despotismo español y los vecinos del norte hacían planes para apropiarse de la isla.

Hijo de una bailarina española y un peluquero mulato, fue abandonado por la madre en una Casa Cuna a los pocos días de su nacimiento.  Allí recibió el apellido que lo acompañó durante su breve vida, aunque el padre lo sacó del lugar y lo puso al cuidado de su abuela paterna.

Sus estudios primarios se vieron interrumpidos ante la precaria situación económica de la familia. Como aprendiz de tipógrafo pudo satisfacer el interés por la lectura y mostrar  sus primeras inquietudes poéticas. Pero abandonó el oficio de cajista por el de peinetero que le ofrecía una mejor remuneración.

Entre La Habana y Matanzas a donde viaja en 1826, escribió y publicó sus primeros versos, mientras  elaboraba sus piezas de carey, que le garantizaban el sustento.

Plácido nunca negó su condición de mulato. Tampoco su cubanidad. Y aunque con sus versos llegó a ganar numerosas simpatías, nunca procuró penetrar otros grupos sociales. Entre negros y mulatos halló la necesaria intimidad y la calidez de la amistad y el amor.

En 1834 participa y gana un importante certamen poético, con La Siempreviva, una de sus mejores composiciones que le aseguran su entrada definitiva en la literatura.

La siempreviva, La flor de la caña, La flor de la piña, Jicotencatl y la Plegaria a Dios, sustentan sus creaciones más valoradas. Obligado tal vez por razones económicas y la gracia natural para improvisar versos de ocasión o satisfacer encargos, recibió severas críticas de algunos poetas de la época.

El valor de su obra literaria y su compromiso con las luchas sociales de la época estuvieron siempre entre los debates sostenidos al respecto en diferentes épocas. Aún hoy es posible acceder a notables estudios que proponen nuevas lecturas desprejuiciadas de la vida y la obra de uno de los representantes más importantes del Romanticismo cubano.

En los días previos a la Guerra Necesaria, los enfoques de Juan Gualberto Gómez, exaltador del malogrado bardo  y Manuel Sanguily quien negara la condición poética y patriótica del creador mulato,  generaron  encontrados discursos y publicaciones.

Plácido destacó por su inspiración y con mucho fue el poeta cubano más publicado del siglo XIX. Su trágica vida devino motivo de varias creaciones literarias y otras artes.

A 180 años de su fusilamiento el 28 de junio de 1844, recordamos al poeta que negó la esclavitud y cantó la libertad. Con solo 35 años de edad Plácido enfrentó la muerte, víctima de la crueldad colonialista condenó la infamia y aceptó la muerte con el estoicismo de los hombres que se crecen ante la tragedia.

Mas si cuadra a tu suma omnipotencia

 que yo perezca cual malvado impío,

y que los hombres mi cadáver frío

ultrajen con maligna complacencia,

suene tu voz y acabe mi existencia;

cúmplase en mi tu voluntad, Dios mío. (ALH)

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