Don Miguel bostezó. Tenía ante sí la terrible página en blanco y mojaba inútilmente en el tintero su pluma de ganso. Había terminado el pasaje de los molinos de viento, luego el más famoso de los suyos, y su mente clamaba por un descanso.

Cerró los ojos, y como un Verne español soñó, adelantado a su tiempo. Disfrutó conocer que luego sería reconocido como la máxima figura de la literatura en su idioma y avanzó más, en su afán por descubrir hasta dónde su inmortalidad.

Pero al llegar al siglo XXI retrocedió espantado. ¿De qué valía su entrega a la más castiza lengua castellana, si alguien en el futuro escribiría pandemia mundial, cuando ese sustantivo significa precisamente la extensión de una infección más allá de las fronteras? ¿Quiénes eran los petulantes que cambiaban dividir por particionar? ¿Para qué agregar a la palabra período la inútil frase preposicional “de tiempo”? ¿Cómo permitir face por fase, govierno, veneficiar, demaciado, descanzar?

Lo más terrible era que lo lanzaban a la humanidad por un raro artilugio que todos leían, prestos a añadir a los textos impuros el dibujo de una manito con el pulgar el alto.

Don Miguel despertó con el horror de saber que moriría finalmente, y con él la pureza de la lengua española.

Un comentario sobre «En broma, pero en serio»
  1. Demasiado en serio, amiga mía. Des esa ¨enfermedad¨ no se salva ni la prensa. Añoro los tiempos de los correctores de estilo y otros, que revisaran lo que se iba a publicar, sobre todo los horrores ¨hortográficos¨.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *